A quince años del nacimiento de Kiné. Testimonio de Susana Kesselman.

Desde mi primera carta publicada en el alumbramiento de la revista Kiné, intentando afinar la diferencia entre el cuerpo y lo corporal, hasta estas líneas de hoy, que hacen pie en un momento de su trayectoria, han transcurrido quince años. Tiempo Cronos, del que Elina da cuenta en su texto. Tiempo Aión, urdido a través de vivencias y percepciones, con esa fragilidad implacable de la memoria que selecciona, olvida, y desenfunda pequeños detalles para narrar la versión propia, singular, de la novela KIné.
Pero hubo un tiempo inaugural de siembra, en el que algunas personas tuvimos el privilegio de compartir el sueño de Julia: la creación de una revista que tendría como objeto de investigación, como contenido, los desarrollos de la expresión corporal. Un sueño que desbordó por los complejos caminos de la producción de corporeidad. La revista sobre el cuerpo se transformó en la revista de lo corporal y así la conocimos en ese primer número. Las páginas recogieron recorridos y los temas variados que las ideas de lo corporal iban desgranando: divulgó técnicas, puso palabras a las experiencias, desplegó el histórico social de lo corporal en nuestro país y en la heterogeneidad de un mundo delineado por el capitalismo salvaje, cada vez con más desigualdades y un mayor deterioro en el medioambiente. Fuimos asistiendo a un histórico social depredador de cuerpos en modos que Kiné cartografió e intentó descifrar.
Nadie está exento de ser infectado por estos virus que el histórico social actual desparrama sobre nuestra ecología humana en una dimensión planetaria, pero, como suele ocurrir con los virus, éstos pueden generar anticuerpos. Kiné contribuyó a concebirlos, a desarrollar biopotencia –nombre con la que la modernidad ha caracterizado las defensas que los humanos hacemos crecer frente al daño que se ejerce sobre nuestras vidas- rompiendo con la soledad de los profesionales de lo corporal, desmitificando la oposición cuerpo/palabra, abriendo canales para una cada vez más fina observación del mundo que nos rodea, resaltando los esfuerzos de quienes intentan desmalezar la vida en el cuerpo, esfuerzos que aparecían dispersos y que Kiné reunió, les dio cuerpo.
La revista fue creando un paisaje literario, una literatura en la que la sensibilidad se legalizaba, se valoraba, era el alimento imprescindible. En ese paisaje se produjo un encuentro entre escritores y lectores, roles intercambiables por cierto, que abocetó una comunidad de pensamiento corporal biopolítico en la que muchos de nosotros fuimos creciendo como personas, como profesionales, como intelectuales interesados en los acontecimientos de nuestro tiempo. Kiné nos ayudó a crecer y fue creciendo con nosotros. Fuimos Kiné que es una manera de ser y de estar en la vida de lo corporal.
Se inventaban códigos, conceptos que permitían que nos comunicáramos sobre temas que no estaban aún definidos, que no existían a priori, que no tenían palabras que los nombraran: se hizo camino al andar. Kiné fue y sigue siendo la oportunidad de interrogar la tarea, los modos de trabajar, de sentir, de pensar y la ocasión para una reflexión profunda sobre los clichés de salud y belleza que los medios de comunicación y el Mercado imponen de mil modos.
A lo largo de estos quince años investigué y escribí sobre temas que tal vez no estaban entre mis prioridades, pero que Kiné iba sugiriendo a partir de una lógica que buscaba organizar, clasificar, hilvanar las perlas sueltas de un collar. Por esta lógica, diría que cada número de la revista es el capítulo de un libro, que en cada año se escribió un libro y que en quince años se hicieron quince libros. Escribir según las prioridades de organización de la revista y no según las mías propias, es un ejercicio de composición que recomiendo. Un ejercicio que permite incluir lo diferente, aquello que en apariencia no forma parte de nuestro universo de afectaciones y que no habríamos escrito si no hubiera surgido la propuesta. Como ante la oferta de un alimento que no acostumbramos comer y damos vueltas alrededor de él, miramos su color, lo olemos, lo palpamos, comparamos su aspecto con el de otros alimentos y por fin lo ingerimos, lo saboreamos, y nos damos cuenta de que es una exquisitez y que un prejuicio nos llevaba a descartarlo de nuestro menú, así descubrí muchas veces en la escritura de los textos “a pedido”, el abracadabra que me permitió abrir la puerta de la cueva de Alí Babá. Kiné me invitó a estos descubrimientos.
Los enfoques de algunos temas fueron inspirados en mis diálogos con Julia. Ella siempre es mi primera lectora. Con delicadeza me sugiere algún cambio en el orden del texto, algunos subtítulos, un modo de decir más claro. Fui estimulada por ella a desplegar varios conceptos, a inventar nombres, entre otros: la novela corporal –versión que nos contamos del destino de nuestros cuerpos-, lo óseo, lo epidérmico y lo muscular –maneras de ser predominantes que se expresan en formas de vida, de escribir, de investigar-, el daño en el tono vital –injurias imperceptibles que afectan la tonicidad, las ganas de vivir-, la inteligencia sensorial –inteligencia que valora la sensación como disparador de una conducta corporal que conecta acciones, emociones, pensamientos-.
La emergencia del paradigma estético fue llevando a lo corporal y a los profesionales que intentamos abordarlo a través de las técnicas corporales –no es la única forma de abordarlo- por el camino de la transdisciplina, y de este modo nos transfundimos con otros profesionales: filósofos, sociólogos, antropólogos, psicólogos, médicos, artistas varios, educadores. Kiné ahondó y reflejó este proceso. En este punto hay un territorio a seguir construyendo. Todavía somos más los profesionales de lo corporal que nos interesamos, que hurgamos en la ciencia, la filosofía, los métodos pedagógicos, la literatura, que los profesionales de estas disciplinas interesados en lo corporal.
La revista Kiné es además la máquina Kiné: Julia Pomiés y Carlos Martos, directora y editor, acoplan trabajo (¡y cuánto!), gran calidad periodística, coherencia ideológica, utopías y…humor. A ellos, a Rubén Longas, y a quienes colaboran para que la revista continúe publicándose, recreándose, gracias.

Artículo escrito para el 15º aniversario de la Revista “Kiné”.

A quince años del nacimiento de Kiné. Testimonio de Susana Kesselman.
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