Cuando me propusieron participar en este encuentro acerca de clínica deleuziana comencé a releer el material teórico desde el cual fundamentar una manera de trabajar, de pensar y sentir, o sea de comprender la realidad y especialmente el dolor humano.
Se me impuso un viaje al pasado. ¿De dónde vengo? De la época en que estudiar Psicología era ser resistente activo en un sistema donde pensar y reunirse en grupos era peligroso para el aparato de Estado imperante. Los años 70. El hospicio, La Peña Carlos Gardel, la escuela de Psicología Social, el Psicodrama psicoanalítico de la mano de Luis Fridlewsky. El exilio de Kesselman y Pavlovsky. Llega la Gestalt con el impacto de los laboratorios, sesiones prolongadas, la ilusión de reparar en 48 o 72 hs. heridas personales y sociales.
El regreso de los maestros allá por los 80 y la propuesta de multiplicación dramática, el despliegue de las escenas temidas del terapeuta, el compromiso de poner el propio cuerpo para trabajar con otros cuerpos lastimados. Corre el año 90 y llegan a mí Deleuze y Guattari, entre otros, quienes en “¿Qué es la filosofía?” definen los personajes conceptuales como los heterónimos del sujeto, los verdaderos agentes de enunciación. ¿Quién es yo? preguntan: siempre es una tercera persona. En coincidencia con el pensamiento pessoano sobre heteronimia, los distintos otros que nos habitan y nos permiten vivir tantas vidas como la imaginación, el arte, el sueño nos sugieran, me encontré en medio de un debate interno entre personajes conceptuales, heterónimos, que me acompañan y discuten fervientemente entre ellos.
Mi pertenencia al CPO.(Centro de Psicoterapia Operativa) que dirige el Dr. Hernán Kesselman, especie de gimnasio donde danzan los personajes individuales que habitan el grupo fue determinante en los últimos años. Es decir, fue la concepción de multiplicidad la que abrió mi vida y quehacer terapéutico, a la manera de un abanico mágico con pliegues, grietas, canales, a un juego tanto más intenso, vital y creativo que el que venía desplegando a lo largo de 25 años de práctica profesional.
Algunos de estos personajes son:
Freud diciendo: El Complejo de Edipo es fundante, los primeros cinco años de vida, los recuerdos de infancia determinan los caminos de las neurosis, psicosis y perversiones, o sea los destinos del sujeto…
Deleuze que interviene afirmando: Devenir, lo contrario del recuerdo de infancia, mapa de densidades y de intensidades…
Nietzsche recordando: ” el caos es la vida múltiple y desbordante que siempre está retornando porque ella es la única ley”…
Naffah Neto aportando diez mandamientos en su construcción del psicoanálisis trágico, una bellísima síntesis entre Freud y Nietzsche. Menciono algunos porque ” me hablan “cuando por alguna razón me pierdo en el laberinto que comparto con cada paciente.
Escuchar con el cuerpo entero.
Lanzarse hacia lo invisible/indecible de la experiencia humana.
Acoger el dolor y el sufrimiento como partes integrantes de la vida, tanto como el placer y la alegría.
Interpretar los movimientos de construcción y de destrucción como partes integrantes del mismo devenir creador.
Considerar la relación psicoanalítica como una “soledad de a dos”, donde cada uno ahonda y expande la capacidad de habitarse a sí mismo.
Mantener siempre abierta la experiencia de participación dionisíaca: cada uno de nosotros es solamente un punto imantado
en un vasto océano de fuerzas – que es el mundo –( orgánico e inorgánico) y nos desplazamos todo el tiempo sobre un abismo, un espacio sin fondo.
Entre estos conceptos surge con la fuerza de su voz en mí:
Kesselman: apelá a tus disposibles me increpa: “personajes que tienen vida y nombre propio, que habitan nuestros mejores y peores estados, conviven en un solo cuerpo, pueden independizarse y corporizarse”.
Todos ellos se articulan en una dimensión estética- potencia de afectos- que me ayudan a convertir la tragedia en poesía.
Como un esqueleto rizomático Psicoanálisis, Gestalt, arte, música, Psicodrama psicoanalítico y Multiplicación Dramática, nutren mi tarea permanentemente. A través de la multiplicación, investigamos las escenas de captura del paciente, del terapeuta, y de la máquina vincular. Resonando, desplegando, multiplicando, llego a este instante provisorio, parcial, en tanto devenir.
Esto serían los heterónimos que me alientan. Pero también aparecen los que censuran intervenciones clínicas singulares pobladas de humor trágico, potente alegría, desgarrante tristeza o términos medios. Llamo términos medios a esos momentos en que “parece que no pasó nada” en la sesión. De todos modos ellos saben que estoy atenta a máquinas productoras de vida.
Podría citar muchos párrafos de los autores que nos convocan, pero es obvio que cuando hablan dentro mío dicen genialidades que Uds. pueden leer en sus escritos.
Como los censuradores insisten, decidí desafiarlos. Tienen nombre, pero pertenecen al territorio de lo íntimo, personajes que cada uno puede reconocer en la captura del niño que vive en nos, no así en el devenir niño.
Acudí a aquellos que comparten de una u otra manera esta práctica paciente y creativa de revisar los sutiles movimientos, las direcciones a mapear en cada situación y fundamentalmente la pelea por evitar que el proceso del deseo sucumba ante las fuerzas reactivas y despóticas del vivir cotidiano.
A las personas que asisto les son familiares los términos máquinas, devenir, fuerzas activas y reactivas, líneas de fuga, intensidades, tartamudeos, captura, acontecimiento.
Elegir un “caso clínico” no fue tarea sencilla. Pensar maquínicamente los vínculos terapéuticos me arrojó sin previo aviso a los más variados ritmos, velocidades y afectos. Lentamente como dice Deleuze: …”Un sujeto no elige rostros, son los rostros los que eligen sus sujetos”, se consolidaron a la manera de un cuadro, diferentes pinceladas del trabajo con una paciente que atiendo desde hace algunos años. Escenas que recorren una historia, o muchas historias en cada escena se entretejieron y determinaron mi elección.
Es una mujer de 34 años, trabajo con ella desde el año 90 aproximadamente. Cuando vino a la consulta dudaba de su elección profesional, le faltaba poco para recibirse de psicóloga, y buscaba mayor autonomía en su reciente vida matrimonial. Su marido, decide ir a Estados Unidos a trabajar y ella pone en marcha la posibilidad de partir y construir su propia experiencia de vida. De una gran sensibilidad artística comienza a pintar, a combatir el supuesto familiar de que la tarea intelectual tiene más valor que la artística y decide viajar a Nueva York para conocer el ámbito en el que está su pareja. Trabajábamos en ese entonces la posibilidad de que arte, pintura y psicología no fueran excluyentes para ella.
Hasta acá todo bien. Al regreso de este viaje, en el avión, nota una molestia en el ojo derecho. Qué podrá ser? Es el momento de crear un nuevo territorio. Año 95. Dispuesta a partir.
Oftalmólogo, médico clínico, neurólogo, estudios, diagnóstico a confirmar: Esclerosis múltiple.
Esclerosis múltiple: “enfermedad del sistema nervioso central en que la mielina se destruye de forma gradual, con el desarrollo de múltiples lesiones en el cerebro y la médula espinal. Afecta en especial a individuos entre 20 y 40 años y es de origen desconocido. Los síntomas varían según la localización de las lesiones en el sistema nervioso.
En la mayoría de los casos la enfermedad evoluciona en forma de brotes. Los síntomas iniciales suelen ser transitorios y duran sólo varias horas o pocos días. Después del primer episodio desaparecen y el paciente queda libre de síntomas durante muchos años, tras los cuales recidivan y desaparecen total o parcialmente. Esta exacerbación y disminución de los síntomas, que puede variar de recaída en recaída, se produce una y otra vez durante muchos años dejando al principio pocas secuelas que con el tiempo se pueden convertir en incapacidades permanentes”.
Me quedo con esta primera descripción enciclopédica de la enfermedad, tiemblo, intento no adelantarme a los hechos. En el encuentro de despedida me regala el libro Mil Mesetas, lectura que ya le había sugerido. La puerta se cierra y me digo a mí misma que es “necesario acoger el dolor y el sufrimiento como partes integrantes de la vida, tanto como el placer y la alegría”.
Se va con grandes expectativas a transitar nuevos caminos. Ella dibuja una sonrisa, yo oculto una lágrima. Si de algo no queremos hablar es del futuro. Por alguna razón sentimos que volveremos a encontrarnos, desterritorializadas, reterritorializadas, tartamudas del lenguaje, múltiples, pero como línea de fuga.
En alguno de sus viajes de visita nos encontrábamos, me contaba de su trabajo profesional con población latina residente en Estados Unidos, de su vida en general. Comienza a sentir algunas molestias. Se separa y decide quedarse. El que regresa es su marido.
En el año 98 retorna al país para encarar su tratamiento en la Argentina.
Cuando la veo usa un bastón como ayuda para caminar. Extraña una vida de mayor independencia. Me parece oportuno que se anime a viajar, vea a sus amigos, recorra los lugares que añora, y se encuentre con algo que siente que quedó allá. Una cuota de alegría, de movilidad y de pasión. Viaja en el año 99 y conoce a un hombre. Se queda un tiempo con él y a partir de ese momento la fuerza del amor traza planes alrededor de las posibilidades de encuentro. Si bien vive en Bs.As. va y viene, también él viaja. Alterna períodos de tres meses en cada lugar aproximadamente. Nuevos territorios.
Mientras ella se mueve yo me aquieto.
Ante una propuesta de tratamiento decide permanecer en este país para evaluar el resultado del mismo. EE.UU. le resulta más inhóspito.
La dificultad para caminar aumenta. Utiliza ahora dos trípodes para desplazarse y camina, y camina y camina…
Mientras tanto lee filosofía con un maestro, quiere trabajar. No se anima, no está pintando y sueña con vivir en otros lugares.
Algunas pinceladas deleuzianas:
No sabe en qué momento la espasticidad puede presentarse y como ella dice “quedarse dura”. A veces viene a sesión y camina con mucha dificultad, habitualmente cuando se va tiene mayor plasticidad y firmeza. ¿Por qué será le pregunto? – Porque acá me siento más segura – dice al pasar.
La seguridad es una línea de fuga en una realidad en la que todo cambia, sus piernas, sus brazos, sus manos. La fuerza que la mantiene erguida está en los músculos del alma.
Soy aliada incondicional de su potencia, allí donde es posible un reagrupamiento de las fuerzas, un ritmo intenso aunque frágil, un devenir canto y máquina de guerra inventamos nuevos territorios.
Practica natación, recibe tratamiento kinesiológico, recorre las alternativas médicas y fundamentalmente apuesta a la vida, apostamos.
Es invierno, hace mucho frío. Llega puntualmente, como siempre. Cuando bajo a abrir la puerta está sentada en el escalón de entrada. – No puedo caminar – me dice- mientras las lágrimas mojan sus mejillas. – No te preocupes – le respondo. Nos quedamos acá.
Me siento a su lado. Son las 16 hs. Tránsito, ruido, movimiento. La calle, su música.
Somos dos mujeres sin piernas que observan el desierto mundano sentadas en la puerta de un edificio.
¿Caminar es solo mover las piernas? me pregunto- o caminar es devenir mundo, tratando de liberar la vida allí donde esté cautiva, aprisionada, paralizada, detenida.
Trazamos un mapa de preguntas para hacerle a su médico ante la mirada atónita de su madre que la había acompañado y se ocupaba en hacer llamados telefónicos desde una cabina cercana. Cuando el frío endureció mi cuerpo le planteo que sería mejor despedirnos. Habían pasado 45m. y como dijo después, – lo importante fue el encuentro, no el lugar, coincidió conmigo en que nuestras nalgas ya eran lustrosas baldosas de mármol. Llamó por celular al remis, la ayudé a incorporarse y caminó lenta y tranquilamente hasta el auto. En ese momento llegaba el próximo paciente, testigo involuntario de la situación, fiel aliado de lo imperceptible, dispuesto a componer nuevas figuras estéticas en el paisaje de su propio tratamiento.
Espero el llamado de su médico que nunca llega. Le digo entonces que no tengo inconveniente en ser yo la que pulse el teléfono y oponiéndome a mis heterónimos censuradores, contra toda regla, le telefoneo estando ella presente. Escucho impasible lo voluntariosa que es, cómo obedece las indicaciones médicas, los recursos químicos y alternativos que él está investigando para detener el avance de la enfermedad y después de un silencio agrega,¡ pero es muy agresiva, trata mal a las personas que la ayudan a movilizarse, grita! Me parece que sería tarea suya que se tranquilice y conteste mejor.
Siento entonces que un calor rojo se apodera de mí, me invade, me atraviesa y le respondo desde la potencia de mis afectos, ¡Qué buena noticia Dr.!. Si hay agresión, hay energía en movimiento, velocidades, ritmos, vida tratando de expresarse, intensidades que circulan. Gracias por el dato, agrego, lo tomaré en cuenta para transformar la bronca en sacudidas, desmontando el código moral que la aprisiona. ¿Qué le parece?
Me hubiera gustado ver su gesto.
La bronca de ella devino carcajada. Cortamos la comunicación con la promesa de volver a hablar. Sigo esperando.
Ahora está viendo otros médicos, tirando los dados en la búsqueda de una nueva interpretación, de un nuevo sentido.
Trabajando heterónimos:
Cuando se encuentra con la ciega que lleva consigo, enceguecida por el dolor, atascada en el sentimiento de injusticia, yo apelo a mi gitana vidente que toma la bola de cristal, deconstruye sus partículas y reconstruye un mapa de fuerzas basado en los múltiples afectos que es capaz de generar.
También la habita un personaje muy exigente que se ensaña con ella y le ordena ser exitosa en cualquier circunstancia. Convive éste con el ballet de Amsterdam, ballet creativo por excelencia que trabaja con tres estratos: personas muy jóvenes, cuerpo de baile estable y tercera edad. Todos se combinan entre sí.
Ella, es un ballet muy singular. La pelea que disputan no la deja explorar sus potencialidades.
Surge en mí un heterónimo conciliador, que apunta a que para que un ballet sea bueno necesita de un director exigente.
Le propongo entonces danzar con imágenes, con recuerdos, con disposibles, con Dionisio presente, afirmando la vida.
La bronca devino carcajada. El llanto, cuota de alegría.
El ballet, como fuerza creadora, me permitió proponerle que colaborara conmigo en la elaboración de este trabajo. Nos encontramos en una confitería, caminamos casi una cuadra y acordamos en “el entre” de un cortado qué heterónimos compartir con el mundo.
Seguimos buscando incansablemente otros devenires, donde a partir del sujeto que se es y de las formas que se tiene, volver, como dice Terré con los “ojos rojos”, los “tímpanos perforados” y el “aliento entrecortado” a sumergirnos en la vida. Sabemos que en el inconsciente que construimos, combatir la esclerosis múltiple es devenir múltiples, atravesar el caos, desencadenar pasiones.
Cuando la máquina musical, sonora, deviene ritornelo de captura – ópera magnífica pero máquina de demolición, escucho una vibración musical antigua, bloque de infancia italiano, línea de fuga, ritornelo guerrero. Funiculi Funicula.
El ritmo del discurso, el timbre de la voz, la intensidad de los afectos, nos abren otros escenarios posibles y una nueva composición musical.
Quiero agradecer a todos los que me ayudaron a tomar la vida de esta manera, a mis maestros, a mis colegas, a mis amigos, a mis colegas amigos, a mis heterónimos, a quién me invitó a participar en las Jornadas por creer también que la vida se intensifica en el “Y” y a través de él al Grupo Imagen Cristal y a Campo Grupal, a todos mis pacientes y especialmente a la que me prestó trozos de su existencia.
Porque ¿quién de nosotros no siente hoy el peligro de quedar inmóvil?
Lic. Laura Jitric
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