El desarrollo de la agresión en el individuo en el contexto de su grupo familiar

Pichon Rivière y su teoría del grupo familiar

Con el presente trabajo trataré de tender un puente, desde la psicología social y dinámica (teniendo en cuenta datos bio-psicológicos y psicoanalíticos, según Freud y Melanie Klein, y la potencia de la antropología cultural) con el tema de “la agresión en distintos modelos familiares de la actualidad”. Justamente PichonRivière tituló su libro así: “Del psicoanálisis a la psicología social”.

Comenzamos por Bleger (1), quien, siguiendo a PichonRivière, describe las tres áreas de la conducta. El área 1 o de las representaciones mentales, el área 2 o de las manifestaciones corporales y el área 3 o de las relaciones interpersonales.

Áreas concéntricas y simultáneas con alternancia o sucesividad de predominio, ya que lo psicológico es siempre una manifestación de la conducta que se puede comprender en las tres áreas. Advertimos así que lo mental no es igual a lo psicológico, que lo corporal no es igual a lo biológico o fisiológico y que las relaciones interpersonales no son equivalentes a lo social. Las primeras son áreas de la conducta, las segundas son niveles de integración de la misma. Es necesario, al mismo tiempo, señalar que “suele existir en el lenguaje de la vida cotidiana una ligazón de rutina en el vocabulario, por la cual el término agresión viene ligado al término violencia: o son Equivalentes o una es causa de la otra o bien se les asigna diferencias cualitativas por lo que una es más manifiesta o más intensa que la otra. Pero no es frecuente encontrar una distinción cualitativa.
La misma asociación automática de violencia con agresión es una técnica para evadir, tomar conciencia de otra relación: la de violencia con represión. Los tres términos no se pueden entender separadamente, salvo recurriendo a una perspectiva instintivista en la cual, como lo plantean Freud y Melanie Klein, el instinto de muerte y la envidia pasan a ser las últimas razones. Y así como el psicoanálisis ha traído una modificación, ampliación y profundización del concepto de sexualidad, utilizándolo como instrumento de primera línea para el conocimiento y la transformación del hombre y la sociedad, el concepto de agresión espera aún en psicoanálisis un estudio equivalente… Habría dos tipos de violencia: la violencia de la represión y la violencia contra la represión” (2).
Desde este contexto general, se diferencia la actividad destructiva como el ejercicio de acción agresiva y perversa en sí misma, de las ideas de violencia imprescindibles para la transformación, el cambio y la adaptación activa a la realidad. Diferente de la adaptación pasiva, que sólo representa sumisión connivente. Desde este lugar, PichonRivière revisa los conceptos de salud y de enfermedad y es por ello que habla de conductas “normales” y de conductas “desviadas”.
Enrique Pichon Rivière, psiquiatra y psicoanalista, fue el pionero en el campo de la psicología social en Latinoamérica (12) y desarrolló desde allí sus principales conceptos, como ser: el concepto de enfermedad como conducta desviada; el de operatividad como acción correctora; el de grupo operativo: cuyo ejemplo básico es el grupo familiar y cuyo eje es la tarea realizada por un grupo y su coordinador en torno a la resolución de las dificultades que impiden realizar esta tarea, que es, fundamentalmente, el aprender y reaprender a pensar. En el grupo operativo se desarrolla el drama humano y se representan y expresan las síntesis y contradicciones entre individuo y sociedad.
Otros aportes son: el concepto de vínculo, que incluye las vicisitudes de las 3 D (Depositario, Depositante, Depositado) ; el concepto de tareas que, como dije anteriormente, es el eje alrededor del cual gira todo lo operativo; el de divalencia, que critica y aclara los tempranos caminos del aprendizaje señalados por la psicología analítica kleiniana; el concepto de liderazgo, portavoz y chivo emisario, como resultado a su vez de los conceptos de horizontalidad y verticalidad grupal y que configura la noción de emergente.
Todos estos aportes han sido realizados durante los últimos 40 años por Enrique Pichon Rivière (11). En lo que se refiere a la enfermedad mental, Pichon plantea ocho axiomas, que sintetizamos así:

1) El miembro enfermo del grupo familiar es el máximo exponente y portavozdepositario de su grupo específico enfermo. Esta es la teoría energicista de Pichón, que esta mostrando que el equilibrio se logra merced a un depósito en un depositario que acepta ese depósito y se convierte en portavoz que denuncia la enfermedad en nombre de todos.

2) La enfermedad mental es siempre una enfermedad grupal y la unidad básica mínima de enfermedad es grupal, no es individual. Por lo tanto, no podemos concebir una enfermedad individual sin una distribución de rasgos de patología a partir de una situación básica inicial y grupal.

3) El “líder enfermo” está siempre guardando una estrecha relación con el líder “sano” de su grupo familiar, de tal forma que es más débil porque es el que enferma, pero es el más fuerte, porque soporta lo que también le correspondería soportar al más sano.

4) El miembro enfermo, que esta cargado con el desequilibrio grupal es rápidamente marginado o segregado. Es la segregación interna (dentro de la casa) o externa (ingresándolo en instituciones, por ejemplo).

5) El pronóstico de todo enfermo que ha caído en este tipo de dinámica en un grupo familiar depende directamente, en forma proporcional, del grado de receptividad que muestra para con él su grupo familiar en aquellos momentos que, con ayuda del coordinador, se intenta redistribuir las ansiedades psicóticas; es decir, si cada uno de los integrantes del grupo familiar puede llegar a “cargar” con lo suyo de distinta manera.

6) Para que la curación se efectúe es necesario reconstruir un equilibrio perdido por medio de la reincorporación del miembro excluido, aclarando quién es quién y modificando los estereotipos.

7) El grado de estereotipos es inverso al grado de culpabilidad grupal.

8) No olvidar que los familiares adjudican pero el paciente asume (la enfermedad).

PichonRivière visualiza al grupo familiar como un todo, una unidad que tiene su prehistoria, su historia, su aquí y ahora y su perspectiva de futuro. Con distintos roles para cada integrante que interjuegan dialécticamente y también como lugar de conocimiento y reconocimiento de los vínculos que los caracterizan (fraternidad, filialidad, paternidad, maternidad) como espacio donde configuramos la identidad, con distintas horizontalidades, en permanente (latente colectivo) relación dialéctica con las diferentes verticalidades que lo conforman (portavoces que configuran lo emergente), con aspectos explícitos o implícitos, con canales de comunicación que fluyen o se estereotipan y que van a permitir crecer al grupo o estereotiparse, pero siempre como punto de intersección constante entre lo individual y lo social. Y es en esta intersección que iniciamos el desarrollo de los diagnósticos básicos en los diferentes ámbitos del comportamiento humano.

PichonRivière en su libro “El proceso grupal” (3) y José Bleger en “Psicología de la conducta” (1) y “Psicohigiene y psicología institucional” (4) dejan leer los diagnósticos básicos del grupo familiar y operativo: el psicosocial, el sociodinámico, el institucional y el comunitario. Muy sintéticamente explicaré que: a) el psicosocial es la relación diagnóstica del sujeto consigo mismo (la noción de grupo interno); b) el sociodinámico, el de los grupos pequeños cara a cara, como por ejemplo, el del grupo familiar, en interacción de comunicación de roles; c) el institucional, que es la relación del grupo familiar con todas las instituciones básicas que a su vez se forman tomando como modelo al típico grupo familiar y para las cuales el sujeto necesita, desde el momento que sale de la familia, todos aquellos aprendizajes que se dan fuera del hogar. Las instituciones básicas son: las recreativas, donde se desarrolla el ocio, el tiempo libre; las laborales, donde se desarrolla la producción; las educacionales, donde se desarrollan los aprendizajes y aquellas instituciones especiales como los grupos políticos, religiosos, etcétera, que indican agrupaciones humanas de grupos secundarios donde también se realizan unos aprendizajes y a donde también se llevan los moldes que el sujeto ha comenzado a elaborar desde su grupo familiar, y d) el comunitario, que nos conduce a la axiología o al sistema de valores con el que cada familia se rige en relación a la sociedad donde se mueve. Pichonsiempre decía que basta con ver el tipo de escuela que algunos padres eligen para sus hijos para hacer un estudio axiológico de cuál es la posición frente a la sociedad que dichos padres tienen frente al sistema de valores de esa comunidad.
Esta visión de la familia: psicosocial, sociodinamica, institucional y comunitaria, la van a poder encontrar en esas descripciones diagnósticas, que son diagnósticos que vamos a hacer cuando nos aproximemos a un grupo familiar en el abordaje técnico para intentar comprender o resolver las conductas agresivas o de todo tipo que de él emerjan.
También en los libros de Pichonpueden leerse tipologías de grupos familiares. El grupo familiar es un grupo primario (unidad básica mínima de salud y enfermedad, de normalidad y patología) por ser un grupo cara a cara, de intensa relación afectiva, donde el fenómeno fundamental mecánico es la pertenencia y el fundamento dinámico, es la participación, en el sentido antropológico de la palabra. Los grupos primarios, como el grupo familiar, pueden adoptar, de conjunto, tipos o formas que se pueden evaluar exactamente igual que se evalúa a una sola persona y así como hablamos de personas epileptoides o epilépticas, esquizoides o esquizofrénicas, confusas, melancólicas, hipocondríacas, etcétera, vamos a encontrar grupos familiares donde el prototipo de interacción puede marcar un diagnóstico o una tipología. Los grupos básicos, como lo es el grupo familiar, responden en general a las tipologías de las psicosis básicas, que son tres: la psicosis confusional o epileptoide; la esquizofrénica o esquizoide, donde la escisión, el distanciamiento, la relación ideal, la dificultad de comunicación verbal, la dispersión que tanto caracteriza la cronología comprensiva de un sujeto esquizoide, también se puede aplicar a un grupo familiar; en tercer lugar, las maníaco-depresivas o depresivas. Estas tres formas son la matriz de la tipología diagnóstica y nos servirán tanto como nos sirven los diagnósticos en terapia individual, para poder comprender la evaluación del proceso y para poder planificar la corrección del proceso.
Ahora vamos a trabajar con los puntos que Pichonllama el cono invertido del proceso corrector. Llama el cono a una figura didáctica de dos lados alrededor de los cuales Pichonplantea seis puntos de referencia para comprender la conducta y también para intentar corregirla. Estos puntos de referencia son como los mojones, como los ítems de referencia, no sólo para comprender el comportamiento humano sino para planificar una corrección e incluso para evaluar cuando nuestro trabajo es eficaz y operativo y cuando no lo es. Operar quiere decir cambiar, transformar fundamentalmente y de ahí el nombre de grupo operativo, como centro fundador de su teoría grupal. Esos puntos de referencia y que aparecen en la figura son, en la parte superior, la tarea y proyecto a realizar, los seis elementos del cono invertido son:

por el lado izquierdo: pertenencia, cooperación y pertinencia, y por el lado derecho: comunicación, aprendizaje y telé, y en la parte inferior: reproyecto o emergente y nuevo existente con nueva tarea.

Este esquema hoy lo planteamos en el grupo familiar, en parte, porque Pichondescubrió en el año 1945 en la Argentina, en una circunstancia muy particular, que tenía que ver con los grupos familiares de pacientes a su cargo. Había habido una huelga en el Hospital Neuropsiquiátrico de Buenos Aires, del cual él era el director y jefe de la Sala de Internación (Ingreso) del departamento Infanto-Juvenil. En un momento determinado, los médicos se negaron a atender a los pacientes. En aquella época, los médicos del Neuropsiquiátrico configuraban, en su gran mayoría, una cierta casta aristocrática del Hospital que tenía un gran manejo del poder, sobre todo el personal auxiliar, sobre los pacientes y los grupos familiares. En el Servicio Infanto-Juvenil resultaba mucho más grave, que en los servicios para adultos, que cesara la intervención de los cuidadores (médicos y enfermeros que se plegaron a esta medida de fuerza) y hubo un gran revuelo, hasta el punto en el que se pensó que se tendría que cerrar el Servicio de Sala. Entonces, los enfermos y algunos auxiliares psiquiátricos, que quedaron como voluntarios, le propusieron a Pichonque no cerrara el Servicio y, además, los padres que tenían que buscar a sus hijos para sacarlos, preguntaban si podían hacer algo y los enfermos menos graves, si podían ayudar a sus “colegas” más graves. A partir de esta actitud Pichonhizo una primera asamblea de padres, pacientes y personal y empezó ver que las conexiones entre los grupos familiares y sus pacientes habían sido óptimas (buena cooperación). Se le ocurrió empezar a plantear la psicoterapia del paciente internado con el grupo familiar y así el grupo familiar empezó a reemplazar operativamente a médicos y a veces hasta al personal auxiliar de enfermería, etc. Es decir, que la teoría de los grupos operativos nace de unas circunstancias críticas (lo “situacional”) donde Pichontuvo quo modificar el encuadre y cambiarlo: desde el “inmóvil”, tipo de relación privada terapeuta-paciente a “situacional”, donde la terapéutica aparece en situación (movilidad heterodoxa). Es decir, adaptó el encuadre a la situación en lugar de adaptar la situación al encuadre (que es lo típico de la ortodoxia analítica). Él descubre así que hay un metabolismo de una fantasía inconsciente, que llama lo depositado, entre un depositante, que es de quién emerge el mensaje, y un depositario, que es el que recibe. Sobre todo, en lo observado en dichos grupos familiares. Por ejemplo, madre que deposita o proyecta una fantasía en el hijo internado. Pichonllama al depositante a quién proyecta, depositario a quien recibe y lo depositado al tipo de fantasía inconsciente proyectada. Por eso llamó a la teoría de los grupos operativos la teoría de las 3 D: el Depositante, el Depositario y lo Depositado.
Descubre, así, entonces, la teoría del vínculo, es decir, comprende que ya no puede trabajar con la nosología psiquiátrica clásica que habla de esquizofrénicos o de un melancólico sino que hay que hablar de vínculos, vínculos psicopatológicos: vínculos melancólicos, vínculos esquizofrénicos, vínculos confusos. En ellos la comprensión de depositante, depositado y depositario aparece como unidad mínima de diagnóstico, para lo cual esta terminología clásica anterior e individualista que lo depositaba todo sobre el paciente, ya no servía (5). Vamos a ver, entonces, estos seis ítems o puntos de referencia que nos van a servir para diagnosticar el grupo familiar y sus trastornos emergentes, como por ejemplo los de la agresividad (6).
El primer grupo operativo que descubre Pichón, repito, es el grupo familiar y es en el grupo familiar donde descubre el concepto de tarea. Es decir, los grupos familiares tienen muchas tareas, justamente lo que hace que exista cohesión, dispersión, conflicto a nivel de las familias son los grados de posibilidad o dificultad para cumplir con las tareas prescriptas, sean implícitas o explícitas. Empezamos, pues, con el primer punto del cono invertido que PichonRivière propone y se aplica para comprender, evaluar y corregir la tarea de los grupos operativos o instituciones (como la familia) y de los sujetos que los componen (incluidos el observador y el coordinador, naturalmente).
1) Pertenencia: Como su nombre lo indica (yo pertenezco a…) es el grado de identidad que toda persona siente que tiene con una tarea y cuando digo una persona puedo decir un grupo de personas. Para los grupos familiares, vamos a considerar dos grados de pertenencia:
a) La pertenencia propiamente dicha, la de más alta jerarquización, y b) la afiliación, que es una especie de pertenencia paralela, un poco más periférica, que también es pertenencia pero no tanto. En los grupos familiares es fácil detectar que quienes tienen identidad son los consanguíneos y que quienes tienen afiliación son todas aquellas personas de consanguinidad más lejana o que sin ser consanguíneos también entran en la imagen del grupo familiar: amigos, vecinos, la chacha, el perro. En este sentido tiene importancia el análisis de lo prehistórico en el sujeto y su grupo familiar. Las fotografías o historia gráfica del sujeto que yo suelo pedir a toda persona, pareja a grupo familiar que busca asistencia, colabora a profundizar en el análisis (7). Esto es muy importante en el abordaje técnico: hay personas que son afiliadas al grupo familiar y que tienen tanto o más poder que los propios miembros de la familia. Ejemplos serían: un ama de llaves, una doméstica de muchos años, un tío (el tío que tiene dinero), la tía solterona, etc. Entonces, es necesario considerarlo para ubicar un espectro más amplio que el triangular: papá-mamá-niño. Toda persona que trabaja con grupos familiares tiene que saber que no puede conformarse más con lo que ve solamente.
En estos grupos pesan más los fantasmas que no se ven que aquellos que están. E incluso a veces pueden venir de otra ciudad, pueden estar en otro lado. Esto se conoce en psicología dinámica con el nombre de poder y ubicado en las figuras significativas importantes, como mandato y mandato significa el código de valores que impone la figura de poder y que asigna un rol a cada integrante de un grupo familiar. Así es que no sólo se hablará de paternalismo, patriarcado, filialidad sino que aparecerán, desde Pichón, la creación de neologismos tomados del lenguaje de la vida cotidiana y que expuso a lo largo de sus clases (8) y que lo caracterizan, como ser el del abuelato y el del tiado, a los que yo he agregado sus complementarios generacionales de poder: el hijato, el sobrinato y el nietato. Estos temas pueden estudiarse tomando como objeto, por ejemplo, las vicisitudes de la economía del grupo familiar, de entre los cuales el tema jurisprudencial y de intereses materiales que aparecen en el proceso de repartirse las herencias (a la muerte de algún familiar) darían elementos para escribir numerosos libros sobre la base de la agresión que ciertos hechos son capaces de despertar en el interior del grupo familiar, tanto en Argentina como en España.
Se podría preguntar cómo se puede aclarar la diferencia entre identidad y afiliación. En especial y para la familia, lo que la define es el grado de identidad con la tarea y no el grado de parentesco. O sea, el grado de identificación de los individuos del grupo entre sí y con la tarea. Aparentemente, cuando los padres llevan a su criatura a terapia, por ejemplo, a raíz de conductas agresivas del niño, la persona que debería tener más identidad con la tarea debería ser la criatura y de ahí que llamamos a los padres y a veces estos no quieren venir, como si ellos no tuvieran nada que ver con el asunto: “No, no, arréglenselas con el chico”, y como a la criatura no le queda más remedio por eso decimos que aparentemente está más identificada con la tarea de la curación porque es el paciente. El decir que afiliación y pertenencia es el grado de identidad con la tarea nos sirve para ver cuál es la responsabilidad que va a tomar cada integrante en la tarea de la curación. Cuando Pichonabría la puerta de su consulta para atender una entrevista que se le había solicitado y lo que veía era una familia esperando, lo resolvía diciendo: “Que pase el que pueda…”
Pichondecía que el grado de identidad se podía establecer si cada integrante del grupo operativo (familiar, por ejemplo) se preguntara: cuando decimos “nosotros, los de la familia que venimos aquí”, ¿quiénes somos nosotros?, ¿todos?, ¿algunos? ¿o ninguno?, ¿somos todos los que estamos?, ¿para qué estamos?, ¿dónde estamos?, ¿a qué venimos?, ¿para hacer qué?, ¿para qué equipo jugamos?, ¿de qué equipo somos forofos (hinchas)? como diríamos en el lenguaje de la vida cotidiana, ¿qué camiseta o qué chaqueta tenéis-tenemos? Esto es básico. Todo tipo de trastorno, donde las personas que están no pueden responder a estas preguntas, tienen un trastorno de identidad con la tarea y esto es importantísimo, porque a veces convocamos a un grupo de familia y el primer trabajo que tendríamos que hacer es sobre la identidad y pertenencia, porque es a partir de una buena identidad o pertenencia que recién se van a poder corregir los otros elementos del grupo operativo.
2) Cooperación: Es el grado de eficacia real con que se cumple la tarea prescripta. Digo real porque, a veces, “de boquilla”, se pretende estar muy de acuerdo con lo que se hace y favorecer la ayuda de la tarea, pero en la práctica cotidiana resulta ser otra cosa. Por eso los dos movimientos de este ítem se van a llamar: progreso y retroceso o saboteo y los liderazgos van a ser: el de progreso grupal y el de retroceso grupal. Un grupo “sanito”, que bien se precie de tener estos liderazgos funcionando dinámicamente y un mal coordinador familiar pretenderán que exista o interpretarán la existencia s6lo de progreso sin saboteo, como un grupo bueno y eso no es así.

Lo operativo, es una buena dialéctica entre progreso y saboteo; porque muchos grupos, desgraciadamente, a veces tienen sus sillas de progreso ocupadas y hay ciertas personas a las que no los queda más rol que el saboteo. En las casas, si se fijan bien, hay ciertos hijos que nacen “con los ojos del padre” o “de la madre” y “con estrellas” y otros que nacen “estrellados”, sin quedarles, como salida, más que el mal carácter. Lo mismo pasa en los grupos operativos pero, como venimos viendo desde antes, un buen grado de pertenencia bien esclarecido va a permitir una buena progresión, donde predomine el progreso sobre el saboteo y, por el contrario, una dificultad o un trastorno de la pertenencia va a hacer que predomine el saboteo sobre el progreso.
Es de buena técnica, para un coordinador, el preguntarse (cuando está coordinando un grupo en el que está predominando el saboteo sobre el progreso) Si no tendrá que trabajar para reencuadrar y recontratar la tarea, porque ha existido una deformación del sujeto inicial y entonces no todos saben qué están haciendo, ni dónde lo están haciendo, ni si todos lo están haciendo por la misma razón. Es así como medimos el grado de cooperación: en la tarea, en el grado de eficacia (“en la cancha se ven los pingos”, decimos en la Argentina y “en el ruedo se ven los toros”, en España) con que se la lleva a cabo.
3) Pertinencia: Es la capacidad que tiene una persona o un grupo de centrarse en la tarea prescripta, de no irse por las ramas, de centrarse en el foco estratégico de la tarea. Nos preguntamos esto permanentemente y el coordinador debería hacerlo. Porque estos ítems lo bueno que tienen es que no son sólo para los coordinados sino también para el coordinador, ya que hay coordinadores que no tienen ningún grado de identidad con la tarea y los hay inclusive que favorecen más el saboteo que el progreso. Para los coordinados y también para el coordinador, vale entonces la pregunta sobre la pertenencia: ¿Para quién jugamos? o ¿con qué equipo simpatizamos? La segunda pregunta en torno a la cooperación debería ser: ¿Cuál es el grado de eficacia con el que estamos cumpliendo la tarea prescripta? Y si no se esta cumpliendo: ¿No habrá un trastorno de identidad con la tarea? (trastorno manifestado en el segundo nivel determinante o sea el de la cooperación, pero que en lo profundo proviene de una alteración a comprender y tratar en el primero y anterior del cono invertido, la intensidad y calidad de la pertenencia). La pertenencia responde a la pregunta de: ¿A qué estamos jugando?
Ya con esto hemos recorrido un lado del cono (el izquierdo). Este es el ítem fenomenológico con el que todo coordinador puede ir regulando cuál es el grado de operatividad o de falta de ésta en el grupo que está conduciendo en torno, por ejemplo, a la agresividad de alguno/s o de todos sus integrantes. Si ese grupo es familiar, tendrá que ir midiendo los trastornos de pertenencia, de cooperación y de la pertinencia. En un grupo familiar es muy fácil discriminar entre afiliación y pertenencia y muchas veces es preferible que alguien que no se sienta identificado con la tarea, no concurra a la terapia y es por eso que Pichondecía, cuando abría la puerta: “Que pase el que pueda…”; entonces, los que pasan son los que tienen pertenencia y los que no pasan, por ahora, no tienen pertenencia. Ahora bien, se pueden dar, a lo largo de la terapia, inversiones de roles, porque muchas veces los gestores iniciales se transforman en saboteadores. No es frecuente, pero a veces sucede, que alguien que hizo fuerza para que su grupo familiar lo acompañe a consultar a un psicoterapeuta lo consiga. Y cuando ya se llegó, por ejemplo, a la cuarta sesión, se convierta más en saboteador que en gestor. El ejemplo más claro -para quien haya trabajado con niños, son los cambios de los padres con respecto al psicoterapeuta. Estos suelen pedir, a veces “de rodillas”, que tomemos a una criatura en terapia y lo más probable es que cuando el niño comienza a mejorar se lo quieran llevar. Porque lo que es mejoría para el terapeuta y para el niño, por supuesto, es enfermedad, es “estar peor” para los padres. “porque el chico no obedece, se rebela”, etc. Entonces, estos padres, (que han sido gestores grupales familiares iniciales, se transforman en saboteadores de la tarea. Pero esto hay que entenderlo como una dinámica, porque si no uno puede pelearse con los padres y hay que tener en cuenta que esto es algo propio de la dinámica grupal.

Los que han trabajado con niños saben que hay dos tipos de padres: los “padres fugitivos” y los “padres invasores”. Los padres “fugitivos” son aquellos que avanzan sobre el terreno de la Psicoterapia, dejan caer a sus hijos como en paracaídas y siguen. Es muy difícil citarlos, hablar con ellos, pedirles una colaboración. Uno tiene la sensación de que tienen mucho más temor (que sus hijos) de Ia Psicoterapia, mucha más resistencia. La relación con ellos sólo suele darse al final del mes (por el pago de honorarios si es en privado), antes o después de las vacaciones (tanto en asistencia pública o institucional, como en la privada). Después están los padres invasores. Estos son “los que llaman a cualquier hora”, quieren hablar con nosotros antes de que el niño entre para contarnos, por ejemplo, que el niño se masturba y que en realidad, en mi opinión, a lo que vienen es a controlarnos. Pero también conviene entender dinámicamente esta tipología porque todos los padres que no tienen un territorio en el terreno de la Psicoterapia acordado con el psicoterapeuta en el contrato y en el encuadre traen problemas. Lo más probable es que el terapeuta, al no darles un territorio, los convierta en fugitivos o invasores, lo que es un problema de territorio (el territorio terapéutico). Justamente el invadir un territorio o ser fugitivo tiene que ver con la falta do encuadre con que ciertos terapeutas desubican a los padres, a los cuales no los queda más remedio que ser o fugitivos o invasores.
Un trastorno en la pertenencia grave en este tópico es no poder poner a veces punto final a la psicoterapia familiar; es decir, cuando uno no traza y ofrece un territorio programático de principio, desarrollo y final está favoreciendo un costado ambiguo tan alto que finalmente llega la pregunta: ¿a qué jugamos? y ¿qué estamos haciendo aquí?, como trastorno más grave. Por eso, desde el punto de vista de la planificación de la psicoterapia familiar, nos interesa conseguir un principio, un desarrollo y un final, que no tiene por qué ser rígido sino riguroso, ni anárquico sino flexible (7). El comportamiento agresivo como el erótico u otros, necesita planificaciones, encuadres y técnicas situacionales para que sean operativos.

4) Comunicación: Para ella tomamos todos los vectores de la teoría de la comunicación de Jackobson, que toma el teléfono como emisor, receptor y mensaje, como el modelo mecánico más fluido, más comprensivo, más didáctico, para entender el problema de la comunicación. Existe un emisor que está emitiendo mensaje, que los emite mal, que los emite débiles, demasiado fuertes, en formas coherentes, en formas incoherentes, en formas contradictorias o no; es decir, hay muchas calidades y nosotros en comunicación estudiamos calidades de mensaje. Pero también hay receptores que reciben mal, que lo deforman exageradamente para más o para menos, que lo deforman con la proyección de sus propios prejuicios sobre lo que está recibiendo, como el caso típico de escuchar las dos primeras palabras de lo que va a decir el otro y empezar a dialogar cuando uno no sabe lo que va a decir. A veces existe un ruido en el canal donde el emisor emite bien y el receptor sería capaz de recibir bien pero hay un ruido en el canal, como por ejemplo, aquellas situaciones de clima afectivo conflictivo entre terapeuta y paciente, donde las interpretaciones son buenas y la capacidad del paciente también es buena, pero existe un conflicto afectivo intenso en la relación que está haciendo ruido en la emisión de los mensajes y en Ia recepción de los mismos y el tratamiento no funciona.

Influido por los aportes de Bateson y de Freud en la teoría de la comunicación he descripto, prosiguiendo con las ideas de PichonRivière sobre el secreto familiar y el malentendido básico, dos niveles para estudiar los fenómenos de comunicación: el nivel mecánico y el nivel dinámico.

A) El nivel mecánico, que toma la familia como un circuito eléctrico con interruptores, cables, bobinas, fuentes generatrices y nosotros, como los electricistas, vamos a tener que ir detectando, en la familia, punto por punto a ver dónde se dio el cortocircuito (que genera las bases comunicacionales del comportamiento agresivo), cuál es el cable pelado, dónde están los fusibles que a veces no se detectan a primera vista. En teoría de la comunicación, un cortocircuito es un mensaje distorsionado y los dos mensajes distorsionados que vamos a estudiar en el grupo familiar son: el secreto familiar y el malentendido básico.
El secreto familiar: toda familia tiene un secreto familiar alrededor del cual se estructuran varias generaciones (y pueden ser muchas). El secreto familiar es un mensaje que no circula en el grupo familiar, es algo que no puede decirse, que algunos saben pero otros no, pero no se debe decir para que no salga hacia afuera, para que no se publique. Es algo que se sabe, “consciente o inconscientemente”, pero que no se dice. Al igual que los individuos, los grupos tienen, como dijo Freud, su “novela familiar” y el comportamiento agresivo puede ser un intento sintomático de denunciar y/o acallar dicho secreto (portavoz o paciente identificado) pero que no se sabe por igual. Es hablar con el otro creyendo que sabe lo que él siente y lo que él piensa, por la cara que me pone o el tono de voz que emplea. Ese malentendido es hablar no de lo que sé del otro, sino de lo que pre-juicio sobre él. Esa es la diferencia que hay entre los dos mensajes antedichos: el malentendido es hablar de lo que no se sabe y se cree saber. El secreto es no hablar de lo que se sabe o a veces se cree no saber. Ejemplos de secretos familiares (que a veces se repiten emergiendo en las terceras generaciones) suelen ser los problemas reales de la adaptación social o de la marginalidad: el subnormal, el adulterio, la delincuencia, la prostitución, el suicidio, las enfermedades venéreas, las tuberculosis (en una época determinada era un mal vergonzante), la pertenencia a agrupaciones secretas (esotéricas, religiosas, políticas), etcétera.
Tanto pesan los secretos familiares que a veces condicionan los nombres de las personas, los códigos de convivencia. También, como he dicho, las bases del comportamiento agresivo, aparentemente incomprensible e irracional.
Desde la antropología, Oscar Lewis, en “Los hijos de Sánchez” y “Antropología de la pobreza” (Fondo de Cultura Económica), son dos buenos libros para estudiar cómo los secretos de los abuelos los asumieron los hijos y los denunciaron los nietos. En literatura, “Cien años de soledad”, de García Márquez, es otro buen exponente El secreto es la historia de la novela familiar. Cada uno de nosotros además de tener una historia, tiene su novela sobre la propia historia y la tiene, sea un ilustrado investigador o un analfabeto, ya que todo hombre puede escribir al menos un libro: el de su propia vida. Y todos sabemos (sobre todo los que hemos pasado por una experiencia terapéutica) que muchas veces nos encontramos pensando o hablando de algo que, si reflexionamos bien, no podemos asegurar si lo hemos vivido realmente o creemos haberlo vivido o nos hubiera gustado haberlo vivido. Es decir, que además de tener una imagen mecánica de nuestra historia, somos escritores de una novela, la de nuestra propia vida. Quizás la clave de la terapia sea sencillamente aprender a reestructurar con el terapeuta la misma novela, con el mismo título pero con otro argumento, o con algunas variantes. En este sentido, yo no suelo hacer historias clínicas de mis pacientes (individuales, parejas o grupos) en la consulta privada. En su lugar les pido que me redacten “en escenas” su propia historia en algunos folios. Su autobiografía -resumida en diversas escenas- qué recuerda desde su infancia hasta el día en que vino a visitarme. Esta autobiografía junto a algunas de mis notas e indagaciones iniciales, nos sirve para poder revisar juntos, hacia el final del tratamiento, qué cosas ha descubierto conmigo y/o con y por el grupo. Qué ratificaría, rectificaría o enriquecería al final del tratamiento de aquella autobiografía inicial, dictada por su visión monocular. Es decir, su novela previa al tratamiento.
En cuanto a la historia corporal, les solicito un viaje gestáltico sobre edad y valoración subjetiva de cada parte de su cuerpo, prueba que denomino “el mapa corporal”. Este es un test proyectivo que estudia el cuerpo en cuatro niveles: el Cuerpo estético (envoltura), el cuerpo ético (relación con los valores), el cuerpo visceral (lo que no se ve) y el cuerpo rítmico (en movimiento).
Este estudio se integra pidiéndoles que traigan a la consulta algunas fotografías significativas, que ellos eligen de sí mismos o de otros paisajes a personas que desean mostrarme. Con esto configuro gran parte de lo que denomino Historia gráfica y corporal del sujeto y sus grupos. A lo largo de los años he comprobado que casi todas las familias conservan para mostrar y a la vez esconden sus “secretos”, archivándolos en algún cajón. Ya sea bajo la forma de objetos significativos (ositos, ropas, talismanes, etcétera) o de fotografías sueltas o rigurosamente ordenadas en los álbumes fotográficos de la familia. Incluso cada familia suele tener sus roles asignados en este tema: los guardianes que controlan y saben dónde se guardan las fotografías, los de quienes toman y los que siempre aparecen en las fotografías, los de aquellos que huyen y nunca aparecen en las fotografías, etcétera. Y cada uno de estos roles y su interacción pueden decirnos algo sobre la trama del secreto familiar no sólo rellenando el globo de lo que diría el integrante de cada fotografía (imaginariamente) sino también fijándonos en qué parte de la casa se guardan y quiénes las custodian para que no salgan de su fortaleza.
Para más datos sobre este tema ver mi libro “Psicoterapias Breve” (7) y el trabajo que Eduardo Cabau viene desarrollando sobre mis ideas desde hace algunos años y bajo mi supervisión en Madrid (9).
Por lo tanto, para operar con comprensión dinámica, cuando trabajamos en grupos familiares, tratamos de detectar los secretos, aunque nuestra misión no es nombrarlos ni forzar a nadie a revelarlos.
El malentendido es fenómeno de tipo prejuicioso, como he dicho anteriormente, porque dos o más personas, a partir de un mismo estímulo creen que todos los que reciben dicho estímulo lo entienden de la misma manera y empiezan a funcionar entre sí dejando por implícito que todos entienden lo mismo. De más está decir que éste es uno de los fen6menos que genera más agresiones cotidianas en la pareja y en el grupo familiar. Una experiencia que trate de detectar lo que entiende cada uno de nosotros sobre un concepto, es decir, la búsqueda del malentendido es la base que caracteriza a toda psicología dialéctica, vincular y pichoniana. También en psicología social, así, lo sobreentendido y lo obvio por ser tan bien entendidos se convierten en malentendidos. Para PichonRivière lo obvio y la psicología social de la vida cotidiana funcionan así: el psicólogo social se dedica a extrañar/se lo obvio, a no darlo por sobreentendido. La psicodramatización (a la que denomino psicodrama operativo (10) cuando funciona integrada a la teoría y técnica de Pichon Rivière) en ocasiones, lo que impone, es la búsqueda del malentendido básico y muchas veces hacemos dramatizar a nuestros coordinados para que entre lo que ellos cuentan que pasó y lo que pasó en realidad, indaguemos el cortocircuito (malentendido) del circuito de la comunicación. Por eso y para eso dramatizamos en el trabajo operativo, con individuos, parejas, familias y grupos en general. El malentendido típico social es el de “el invitado a la fiesta”. Nadie lo conoce y todos suponen que alguien lo ha invitado, pero nadie se atreve a preguntar quién lo ha invitado. Lo cual permite, a cierta gente avispada, comer y beber gratis en ocasiones (casamientos, velatorios, etcétera).
Para investigar un malentendido, donde hay que poner el lente no es en lo fino, ni en lo profundo, ni en lo sofisticado, sino en lo obvio, porque la irracionalidad en la psicología viaja siempre como polizón en el navío de la locura, disfrazada o con el pasaporte de “las buenas razones” que están a la vista. Entonces, a veces, vamos a hacer dramatizar situaciones de la vida cotidiana obvias tales como la hora de las comidas, la hora de acostarse y hasta las “felices y apacibles” horas del tiempo libre de los domingos por la mañana del grupo familiar. Todas ellas nos suministran buenos ejemplos de agresiones en cadena desatadas en el seno del grupo familiar.

B) El nivel dinámico. Con todo esto, entramos en el nivel dinámico del grupo familiar del que subrayaremos los ceremoniales y los niveles libidinosos de la comunicación, temas que he desarrollado especialmente a partir de los diálogos con Pichón.
Las situaciones claves o tareas donde se puede ver un grupo familiar funcionando con los ceremoniales (públicos y privados, ordinarios y extraordinarios) de su historial anecd6tico: velatorios y actitudes frente al velatorio, casamientos y divorcios, huidas del hogar, internaciones (ingresos), embarazos de solteras y adulterios y, en fin, los mismos elementos que configuran los secretos, pero suministrados “a voces” en rituales estereotipados, habituales o episódicos, durante la vida cotidiana de una familia. Una buena tarea para estudiar la interacción grupal familiar es indagar sobre el uso y abuso del televisor. Es interesante la posibilidad de hacer diagnósticos grupales familiares estudiando las actitudes frente al televisor, por ejemplo: el tipo de programa que se elige/n y las distintas posibilidades de “pulsar los botones de los canales”, de quién “tiene la manija” del televisor, de los programas para niños o para adultos, del tipo de programas que se ven, a qué hora se ven, etcétera y de las agresiones que despierta la lucha por el poder con esta excusa. Hay familias esquizoides frente al televisor, que lo ponen, por ejemplo, para estar juntos y sin hablar y hay familias que ponen el televisor como objeto acompañante para lanzarse a hablar y comentar cuanto se les ocurre (como el tipo de personas que tienen que poner la radio para poder dormirse). O sea, el televisor como proyección de estímulos hacia el grupo familiar o como pantalla de proyección excelente del grupo familiar. La hora de las cuatro comidas (en el caso de que haya cuatro) es también excelente para estudiar malentendidos y sobreentendidos que se desarrollan en el grupo familiar. Podremos indagar si comen todos juntos o escalonadamente, o a quién corresponde cada lugar de la mesa, cada silla, quién come lo mejor y primero y quiénes lo peor y último, etcétera.
En otro orden dinámico, en todo grupo familiar vamos a encontrar momentos o niveles de comunicación que, siguiendo a Freud, yo denomino orales, anales y genitales. Nos son muy útiles para la evaluación de la evolución de nuestro trabajo, porque a veces hay parejas o grupos familiares que comienzan a trabajar en un nivel oral de comunicación (el reproche) y continúan a un nivel violento pero con el agregado de sentimientos de culpa, características del nivel anal y no hay que tomarlo como un agravamiento de la patología, necesariamente, sino como la posibilidad de que esa pareja o grupo tiene de estar haciendo un pasaje a un estadio superior (el anal) y no se les puede pedir otra cosa, ya que el nivel genital es el estadio más elevado y sólo puede alcanzarse (el poder ponerse siempre en el lugar del otro) en contadas ocasiones. El modelo que propongo para indagar las modalidades de comunicación en el grupo familiar tiene entonces tres niveles, según el tipo de relación que el sujeto establece con quienes se relaciona y tomando los términos de las fases de la líbido freudiana: oral, anal y genital. Hago mías, para estos niveles (y también para el tema que sigue, sobre los duelos y la evolución del grupo familiar desde la pareja) las palabras escritas por Marcos Berstein, amigo entrañable y discípulo fiel que también ha hecho suyas (ya son nuestras) mis palabras, a lo largo de sus clases y conferencias en Argentina y Latinoamérica durante estos últimos diez años y quien ha sintetizado estos temas (13) que vengo desarrollando hace algo más de 20 años. (14) (15).
a) Nivel oral: Es el más regresivo. Se caracteriza por la queja y el reproche constante, hay una permanente demanda hacia el otro, se espera del otro que lo suministre todo, aparece un deseo de vaciar al otro con exigencias de suministro y de cambio.
La expectativa de cambio es que todo lo que tiene que cambiar debe provenir del otro; el sujeto piensa que si el otro no suministra o no cambia no es porque no puede sino porque no quiere.
Predomina entonces la ansiedad paranoide, persecutoria; frente a esta situación debemos buscar la otra ansiedad, la ansiedad depresiva, que está latente.
Estos sujetos no toleran que el otro pueda dar o no dar, no toleran la ambivalencia (que el otro pueda ser “bueno o malo”, gratificante o frustrante al mismo tiempo) y no toleran que el otro no responda a su deseo. Por más que el otro dé, el sujeto se queja de que no se le dio nada, o de que lo que se le dio no sirve para nada y que en definitiva está vacío. Pero lo latente de esta situación es que él siente que el otro está vacío, porque él lo ha vaciado y que él no le ha dado nada.
No hay miedo a la pérdida porque no se tiene conciencia de que se puede perder al otro. Se necesita del otro y se está seguro, por consiguiente, de que no se va a separar de él por más reproches que se le hagan. Las sorpresas vienen cuando el otro se cansa de dar siempre y dice basta. Estos sujetos no valorizan al otro hasta el momento en que lo pierden. Es como si recién entonces pudieran reconocer todo lo que el otro les da y todo lo que significa para ellos. Se trata de un nivel narcisista, en el cual se exige que los otros satisfagan todos los deseos; y por más que los otros les brinden, siempre está la queja o el reproche. La frecuencia de interacción es como la relación del bebé con el pecho: varias veces al día (estas frecuencias de interacción han sido fijadas a manera de ejemplo).

b) Nivel anal: Es menos regresivo. Se caracteriza por períodos o ciclos, donde alternan la expulsividad y la retentividad; hay explosiones y ataques violentos hacia el otro, que son seguidos por reacciones de arrepentimiento, acompañadas de una conciencia piadosa y culposa de autoacusación y de un intento de reparar el daño causado. Son ciclos donde alternan los estallidos y las reconciliaciones.

Estos sujetos tienen una gran dificultad para terminar de juntarse o de separarse definitivamente. Es un nivel evolutivo, superior al anterior, dentro de las modalidades de comunicación, ya que aparece una reflexión que, aunque temporaria, considera la necesidad del otro. Aquí ya aparece el miedo a la pérdida; hay sentimientos de culpa y su correspondiente ansiedad, la ansiedad depresiva.

La frecuencia de estos ciclos de interacción es de una vez por semana o una vez por día o por mes, dependiendo de la cultura.

c) Nivel genital: Es el más evolucionado o maduro de los niveles de comunicación. Prevalece aquí la capacidad de identificación y el deseo de proteger al otro de la destrucción; o de recuperarlo, si es que se lo atacó antes. Se busca qué grado de responsabilidad tiene uno en lo que está pasando y qué tendría uno que cambiar para que las cosas mejoren. En este nivel se da la posibilidad de que uno se ponga en el lugar del otro y pueda así comprender lo que le pasa. No se pretende que todo el cambio provenga del otro sino que puedan preguntarse qué estarán haciendo cada uno para que los otros reacciones de esa manera. Es el nivel más difícil de alcanzar y se logra de vez en cuando.
5) Aprendizaje: la familia es un campo de aprendizaje fundamental para todo ser humano. Bleger señalaba en “Psicohigiene y Psicología” y “Psicología Institucional” donde también se pueden encontrar las tipologías familiares, como ya dije) que la familia es el reservorio donde se generan y también se elaboran las primeras ansiedades psicóticas que más tarde van a continuar su elaboración en las instituciones educativas, recreativas y laborales. La familia genera hábitos y transporta ideológicamente todos los hábitos del sistema y las reacciones o anticuerpos contra dicho sistema y además tiene como función, no sólo generar los hábitos, controlar los hábitos, sino facilitar el deshábito. La familia debería ser el reservorio que prepare para nacer y que prepare para irse, debería serlo al menos en teoría. Difícil empresa, la familia. Los hábitos interesan mucho. Interesa estudiar algunos hábitos que las historias clínicas psiquiátricas clásicas toman muy a la ligera a veces, como por ejemplo, la dentición y la deambulación. Muchas veces no interesan tanto las fechas como el vínculo, en esos momentos del crecimiento. Por ejemplo: ¿cuánto incide en nosotros, en nuestro estilo personal, en nuestra “forma de ser”, el cómo pasamos de la posición de cuatro patas a la bipedestación? ¿Quién nos enseñó a andar?, Si aprendimos con andador (taca-taca) y ¿cómo fueron las manos que nos sostuvieron?, ¿manos serenas?, ¿tranquilas?, ¿que nos dejaron caer sin angustiarse?, ¿o manos que nos seguían y cuando nos estábamos por caer no sostenían?, ¿cuánto jugó sobre nuestra conducta la forma en que nos enseñaron a caminar?. ¿Cuántos psicólogos suelen indagar cómo nos enseñaron a caminar? Pocos. Y sin embargo, el cómo nos enseñaron a caminar, cómo nos enseñaron a comer, a escuchar, a hablar, aunque no se lo suele investigar debe estar presente en la vida cotidiana, en lo obvio. Y quizás se camine por la vida tal como uno aprendió a caminar, por ejemplo (bases para una psicología cognitiva).
Importancia de los hábitos, de los duelos y de la evolución del grupo familiar desde la pareja: El primer duelo que se da, por el claustro materno, se llama duelo no elaborado porque la pérdida del claustro materno no se elabora nunca. Así, hay dos pérdidas que no se pueden elaborar jamás enteramente: la pérdida del claustro materno por un lado y la preparación para la muerte por otro. El sentimiento de muerte es inmemorable. Por eso Freud dice que no existe en el inconsciente una representación del instinto de muerte y más tarde lo plantea y lo reafirma. Y es cierto, porque elaborable es aquella vivencia que llega a un punto de fijación que hemos alcanzado alguna vez, pero la muerte no es una vivencia, es algo vivenciable pero no vivido. Por tanto la muerte no se puede elaborar ya que frente a ella se está solo y sin memoria. Esto es muy importante cuando trabajamos con familias de pacientes moribundos. La terapia en estos casos es para los que van a seguir viviendo, que son los que van a tener la vivencia de la muerte y que tendrían que elaborarla. Igual que en el caso de la terapia del subnormal: aparte del trabajo con ellos, a quien se debe tratar es a la familia.
Para la teoría psicoanalítica la vida es un conjunto de duelos para elaborar, el duelo es un desafío a la pérdida. Es un desafío en el sentido de ver cómo se puede aceptar y cómo se pueden superar las angustias que producen las pérdidas y justamente en la evolución de los integrantes del grupo familiar todas son ganancias y pérdidas: por ejemplo cuando nos dan la teta al poco tiempo nos tienen que destetar, nos dan el chupete y después nos lo quitan, etcétera. La ansiedad oral proviene de un conjunto de prendimientos y desprendimientos permanentes, tema que interesa estudiar, sobre todo en las adicciones (ya sea para quienes trabajan con alcoholistas o con drogadictos en general).

Para comprender las bases del comportamiento humano, sea o no sea agresivo, se necesita realizar un estudio de los duelos y un estudio de los hábitos. De los duelos nos ocuparemos más adelante y en cuanto a los hábitos nos interesan sobre todo los del aprendizaje. En este sentido, lo que más subrayamos dentro del grupo familiar y la historia del sujeto es lo siguiente: cómo le enseñaron a controlar esfínteres (y no sólo a qué edad). Las preguntas típicas de los padres: Si el uso del chupete es aconsejable, que cuándo se saca el chupete, que cómo se debe sacar el chupete, que qué se hace cuando el niño se come las uñas, etcétera, preguntas que nos las encontramos como pedido de asesoramiento psicológico y que están respondiendo a ansiedades que las pulsiones eróticas y agresivas despiertan en el grupo familiar.

Veremos ahora el camino evolutivo y los duelos.

Evolución del grupo familiar desde la pareja (13,14)

En cuanto a la evolución del grupo familiar podemos indagarlo desde el momento en que comienza a formarse como tal. El primer punto es observar cómo se conforma la pareja, base sobre la cual se desarrollará la estructura del futuro grupo. En esa confirmación juegan múltiples causas o motivaciones; algunas de éstas son a veces explícitas y concientes, otras son motivaciones inconscientes muy profundas. Yo distingo tres modalidades por las cuales un hombre y una mujer deciden constituirse en pareja y formar un grupo familiar. Estas son: 1) Para poder salir del grupo familiar de origen; 2) Para poder quedarse en el grupo familiar de origen; 3) Para sacar al otro del grupo familiar de origen. Serían tres modalidades de las cuales la primera entraría dentro de los términos de la evolución más o menos normal que sigue toda pareja que se forma. Si bien puede decirse que si todos estuviéramos tan bien dentro de nuestro propio grupo familiar nadie buscaría formar otro, existe la ley de la exogamia por la cual los individuos no pueden quedarse para siempre dentro del grupo y deben constituir otro grupo afuera.

Muchas veces hay deformaciones de esta línea; salir del grupo familiar puede ser patológico en la medida en que se haga para adosarse al grupo familiar del otro; es decir, que se deja el grupo propio para adoptar el del otro y en lugar de casarse con un individuo se casa con una familia entera (como si no alcanzara con casarse con uno). Es para salir de su propia familia que elige la familia del otro y se casa con la otra familia.
En el segundo caso, los individuos se casan para poder quedarse dentro del grupo familiar de origen; el cónyuge quiere permanecer con sus padres y, por consiguiente, incorpora al otro a su propio grupo y lo adosa. Incluye al otro como si fuera de su propia familia; esto se ve muchas veces en caso de una hija mujer única (o de varias hijas mujeres), o de hijo varón único (o de varios hijos varones) que incorporan al marido o a la esposa al grupo familiar propio. Es una manera de seguir quedándose dentro de su grupo familiar y, a la vez, darle a los padres el hijo varón o la hija mujer que no tuvieron.

Todas estas divisiones nos sirven para entender los procesos, pero no son compartimentos estancos sino que funcionan dinámicamente y se complementan mutuamente. Ambas modalidades -1 y 2- son complementarias. Un sujeto que pertenece al grupo uno buscará como pareja a alguien que esté en el dos y viceversa.

La tercera modalidad la constituye el grupo que se conforma para poder separar al otro de su familia, para poder aislarlo de la pareja formada con uno de los padres. La posición explícita suele ser que lo que uno busca es lograr que el otro “se independice de su familia, para hacerlo crecer y desarrollarse”. Pero, por lo general, detrás de todo esto aparecen personalidades muy dependientes de su propio grupo familiar, si bien se trata de una dependencia secreta, oculta hasta para ellos mismos. Es como si no pudieran elaborar el conflicto dentro de su propia historia y tuvieran que elegir a otro para resolver el conflicto. Son por lo general personalidades solitarias pero muy dependientes, aunque aparecen como muy independientes. Provienen de familias muy poco afectivas, dispersas, frías. Suelen buscar en el otro la complementariedad y encuentran a alguien que tiene una familia muy unida; lo que se está dando veladamente es el intento de separar al otro del grupo familiar, por envidia de lo que no se tiene o no se tuvo nunca y que el otro tiene.
De este modo y en una primera aproximación, diríamos que es así como se conforma el primer eslabón del grupo familiar, que es la pareja.

El duelo central no elaborado

Al formarse, entonces, una nueva familia aparecen los diversos duelos; éste es uno de los temas básicos dentro del estudio del grupo familiar, tema que fue abordado por PichonRivière, denominándolo duelo central no elaborado; sería la matriz patogenética de la cual surge justamente toda la patología del grupo familiar, a partir de la no elaboración o de la mala elaboración de esta situación de duelo. Yo he incorporado posteriormente las nociones de duelo parental y duelo conyugal familiar.
Por lo tanto, analizaremos los que atraviesan en un grupo familiar: 1) El duelo parental; 2) El duelo conyugal familiar; 3) El duelo de y por los hijos (estos tres conforman el duelo central no elaborado; 4) El duelo actual o desencadenante.
Duelo es el dolor que se siente frente a cualquier situación de privación, de pérdida. de frustración; específicamente solemos tomarlo para designar la pérdida de seres queridos, pero el duelo puede ser referido a cualquier tipo de situación de pérdida. Puede ser la pérdida del empleo del padre o cuando el hijo menor comienza la escuela o cuando se casa, etcétera.

A) Duelo parental familiar:

El duelo parental familiar es el que tienen que elaborar un hombre y una mujer cuando deciden juntarse y formar un nuevo grupo, ante la pérdida de sus respectivos grupos de origen. Deben elaborar la pérdida de su condición de hijos y asumirse como seres adultos, independientes y afrontar todas las responsabilidades que implica formar un nuevo grupo. Significa salir de un grupo primario para entrar en otro grupo primario. No se trata de que estos dos seres que se han unido dejen de ser hijos (nunca se deja de ser hijo) sino que, de alguna manera, tienen que empezar a ser padres, tienen que dejar el rol de “hijo” cuidado, atendido, criado, educado, socializado, mantenido y todo lo que corresponde al proceso de evolución de un grupo familiar y pasar a asumir el rol de esposos y luego de padres.
Suele observarse, frente al comienzo de estructuración de una pareja, el surgimiento de situaciones triangulares ansiógenas que tienden, defensivamente, a hacerse binarias, es decir, a hacer de a dos, como posibilidad de elaboración de la situación de duelo. En estas situaciones triangulares se encontraría en una punta el grupo familiar de origen de uno de los cónyuges, en la otra punta el grupo familiar de origen del otro y en la tercera el grupo que acaba de constituirse. Se observan situaciones de exclusión, donde el grupo familiar que se formó se adosa a uno de los grupos familiares; por ejemplo, a los padres de la esposa o viceversa, excluyendo al otro grupo.
Otra posibilidad se da cuando la pareja recién formada se conforma como unidad de a dos y excluyen o aíslan a los respectivos núcleos familiares. Se observa cómo frente a esta situación de pérdida cada uno de los integrantes del nuevo grupo viene ya con un duelo que tiene que elaborar y trae una fantasía, con una expectativa, con una esperanza de recuperar lo perdido a través del otro. Estamos frente a lo que previamente denominé “a la búsqueda del rol perdido”. De esta manera es como se configuran esas situaciones tan claras y tan comunes de la vida cotidiana, donde el varón busca en la mujer una mamá que lo cuide y que le atienda, “tal como mamá hacía con él”; o la mujer busca “un papá que la proteja y la sostenga o contenga, tal como el padre hacía con ella”. No es que estos hijos esperen siempre encontrar en sus parejas los padres que tuvieron; a veces se busca lo que jamás se tuvo. De todas formas, ya sea que se busque lo que se tuvo, o lo que no se tuvo, es siempre la búsqueda del rol perdido; es lo que se tuvo y fue perdido o lo que nunca fue tenido. Aparece así en cada uno la ilusión de recuperar el rol perdido a través del otro. Esta ilusión suele llevar muchas veces a la desilusión. Misterios de la dialéctica de la pareja conyugal.
Todo encuentro es en realidad un re-encuentro y veremos cómo la conformación de una pareja también es un reencuentro, se busca realmente el rol perdido y, a veces, el personaje perdido, haciéndose una identificación proyectiva; uno se identifica con otro, pero a partir de haberle proyectado una serie de cosas que se buscan en el otro, que se quieren encontrar en el otro. Entonces podríamos afirmar que 1o reviste con esa proyección y que después, en la medida en que comienza a verse al otro tal como es y no como se quería que el otro fuera; es entonces que sobreviene la desilusión. Se está escamoteando lo que el otro realmente es; se lo reviste, se lo disfraza. Uno se enamora de un “personaje”, pero debe convivir con una “persona”.
Parecería que el retiro de 1o proyectado suele comenzar alrededor del séptimo año (existe, a propósito, una obra de Arthur Miller, “La comezón del séptimo año”, donde las parejas a esa altura empiezan con los problemas. La obra pertenece a la década del ’50).
Lo cierto es que la pareja conyugal actual -ya sea en Argentina como en España- al igual que la familia, vive una evolución de crecimiento habitual, de períodos de estabilidad entre cada crisis: la “crisis interminable de la familia” (16).
Otra ejemplificación muy clara sobre lo proyectado en el cónyuge surge de los motes y de cómo se nombra al otro en los diálogos de la vida cotidiana. Es muy común escuchar que una pareja se diga: “Mami, alcanzame tal cosa” o “papi, ¿por qué no me ayudas?”. También la búsqueda del rol perdido se da a nivel fraterno y lo consideramos muy importante, porque en cierta tipología de parejas funcionan realmente como hermanos. Son esas parejas que se pelean todo el día, pero lo hacen como lo hacían con sus respectivos hermanos, en un nivel de rivalidad y de competencia fraternal.
Son parejas en las que existe un cariño básico, que aún no ha podido discriminarse como cariño entre hombre y mujer adultos. Es un cariño fraterno que les impide quererse como marido y mujer, ya que esto sería caer en una relación incestuosa.
Esta forma de relación “fraterna” se ve en múltiples situaciones de la vida cotidiana y su motor es el compañerismo y/o la rivalidad “a muerte”. Los que se “pelean” o se “amigan” en la cama.

B) Duelo conyuga1 familiar:

Una vez que una pareja se casa y conforma su propio grupo familiar, comienza a elaborar el duelo por las respectivas pérdidas, a lograr estabilizarse, a conseguir ciertos puntos de aproximación, a empezar a ponerse de acuerdo en algunas cosas, a lograr una cierta adecuación sexual; es entonces cuando habitualmente se deciden a encargar un hijo y se entra en una nueva situación de duelo, que es lo que denomino el duelo conyugal familiar. Con esta denominación apunto al duelo que los padres tienen que hacer por la pérdida de la pareja conyugal en sí misma. Ya no habrá “té para dos”. Desde el momento en que deciden tener un hijo tienen que elaborar la pérdida de su intimidad.

Comienza a elaborarse el duelo por perder la condición de a dos, porque desde ese momento van a pasar a ser tres e, irremediablemente, nunca más van a volver a ser dos, de la misma forma en que lo fueron. Por eso es importante averiguar, en un grupo familiar, a qué edades se casaron y a qué edades empezaron a tener hijos; cuánto tiempo para estructurarse como pareja antes de pasar a la nueva reestructuración que implica agregar otro más a ese nuevo grupo.

Frente a la situación de pérdida de la condición de “a dos”, vamos a encontrar las mismas opciones que se ponían en juego cuando describíamos el momento en que dos personas se unen y conforman un nuevo grupo.

Entre las motivaciones más profundas que subyacen cuando se decide una pareja a tener un hijo, además del deseo natural que existe y si no vino “de penalty”, pueden mencionarse, por ejemplo: para terminar de salir del grupo familiar en el cual estaba; para seguir quedándose en su propio grupo familiar anterior o para separar al otro del grupo familiar.

“El abuelato” Se refiere precisamente a este tipo de situaciones en las cuales, ya sea para salir o para quedarse, los abuelos entran a jugar un rol muy importante en la vida del grupo familiar que se ha constituido.

Veamos ahora las distintas opciones que mencionábamos:
a) Para salir del grupo familiar de origen: suele verse en aquellos casos en los cuales el futuro padre o la futura madre no ha sido reconocido/a hasta ese momento en su crecimiento y maduración por sus propios padres. Con casarse no alcanzó para lograr ese reconocimiento. Necesita tener un hijo para demostrarles que es ya lo suficientemente grande como para ser padre o madre. El tener un hijo aparece entonces como la posibilidad de obtener aquel reconocimiento y “terminar de salirse” de su grupo familiar. En estos casos, los que toman el poder sobre el hijo suelen ser los padres del otro cónyuge; b) Para poder quedarse en el grupo familiar de origen: Esta situación se da en aquellas personas que no tuvieron de sus padres lo que deseaban recibir y esperan que a través de sus propios hijos lo recibirán. En estos casos, tener hijos es una forma vicariante (a través de otro), de tener aquello que no tuvieron. Los nietos recibirán de sus abuelos, aquello que esos abuelos no dieron a sus propios hijos.” Aquí los que frecuentemente se sienten dueños, del bebé y del poder, son los padres de este sujeto que desea quedarse en su grupo de origen; c) Para sacar al otro del grupo familiar de origen: Estas situaciones se dan en aquellos casos donde uno de los integrantes de la pareja se queja de que el otro está muy pegado a sus propios padres y no se dedica lo suficiente a su propio hogar y que, al tener un hijo, tendrá que cuidarlo y dejará de ir todos los días a la casa de los padres ; d) El hijo mesiánico (“poxipol”, “pegamento” o “escayola”). Esta situación se da en aquellos casos en que existiendo serias dificultades en la relación de pareja tener un hijo aparece como una forma mágica de reunión para la pareja y de resolución de los conflictos. El hijo como cemento o escayola de las fracturas de la pareja. Es lo que se conoce como hijo mesiánico. Como ese hijo no puede cumplir con las expectativas mesiánicas está destinado a convertirse en chivo emisario; e) Otra motivación para tener un hijo pasa por la necesidad de los cónyuges de entregar a alguno de sus respectivos padres un nuevo hijo, el “hijo-ofrenda” que puede ser para salir del grupo, para quedarse, para reparar, para calmar la andromenopausia de padres y/o suegros.
Se configuran entonces situaciones triangulares donde se va a tratar siempre de que quede un tercero excluido y donde lo más común, dada la situación del nacimiento, es que el primer gran excluido sea el padre (destinos del Complejo de Edipo).
En la relación estrecha que se establece entre la madre y el hijo (que por otra parte tiene todo un fundamento en la naturaleza del vínculo), suelen unirse el padre y la madre para excluir al hijo o pueden unirse el padre con el hijo -esto es más difícil- para excluir a la madre (si bien en etapas más avanzadas del desarrollo), o ambos abandonan al hijo. Veamos, entonces, que así se perfila esa “olla común” que se va formando dentro del grupo familiar a partir de las situaciones de duelo por las cuales tienen que ir pasando todos los miembros del grupo, que van confluyendo y se van depositando, como si fueran las catáfilas de una cebolla, alrededor de un núcleo central que constituye lo que se denomina el duelo central no elaborado.

C) Duelo de y por los hijos:

Este duelo pasa entonces por un duelo parental, por un duelo conyugal y también por los duelos de los hijos. Estos, desde que nacen, tienen que empezar a elaborar duelos, porque toda la vida es un constante perder cosas; por supuesto que para ir ganando otras, pero que configura una situación de duelo permanente. Desde que nace porque tiene que desprenderse del claustro uterino y luego tiene que desprenderse de la teta y luego tendrá que desprenderse del chupete y de la mamadera; es una sucesión constante. Entonces llegamos a que terminamos todos fumando, mascando chicles, que es un pecho inagotable, que nunca se termina y que, además, por más que se lo mastique, no se lo destruye y vuelve a reaparecer entero. El ejemplo máximo son los chicles-globos. Y al llegar la pareja a la tercera edad (todo había comenzado con el jardín de infantes) deberá prepararse para la partida de sus hijos, si es que los tienen.

D) Duelo actual o desencadenante:

Cuando un grupo familiar llega a la consulta suele traer diversas situaciones de pérdida que generan depresión, conflictos, frustración, miedos, inseguridad o incertidumbre. Dichas pérdidas pueden ser: la muerte de un ser querido (abuelos, padre, hermanos, etcétera); pérdida del trabajo del padre o de la madre (con la siguiente disminución del status socioeconómico de la familia); crisis evolutivas (pasajes de la infancia a la adolescencia; o de la madurez a la vejez, con la consiguiente pérdida de roles operativos -tal como se ve en las situaciones de jubilación-) ; los hijos que crecen y se van (el hijo más pequeño que comienza a ir a la escuela, hijos que se casan); etcétera.

Es importante trabajar con el duelo actual, pero teniendo en cuenta que siempre nos remite al duelo central no elaborado, el cual deberá ser elaborado.

Finalmente, en este vector del aprendizaje, señalamos que Pichon Rivière, siguiendo a Bachelard, habla de dos tipos de obstáculos para lograr el conocimiento:

a) El obstáculo epistemológico, proveniente de las dificultades inherentes a la naturaleza misma del objeto de conocimiento (por ejemplo, el develar lecturas crípticas), y b) el obstáculo epistemofílico, proveniente de las dificultades que aportan los conflictos del sujeto que intenta aprender (por ejemplo, el no entender porqué se está “neura” en ciertos momentos) y que le impiden crear. Como dice Eduardo Pavlovsky (amigo y maestro del psicodrama analítico) : “Aprendamos a sorprendernos… lo terrible es dejar de sorprenderse. Ahí en ese punto trágico mueren el amor y la creación.” (17).

Ambos obstáculos provocan ansiedades (persecutoria, depresiva y confusional) que deben ser interpretadas por el coordinador del grupo operativo para remover las resistencias al cambio y el estereotipo que impide aprender nuevos roles. Curarse, para Pichón, es aprender a desaprender para aprender a reaprender nuevos roles.

6) Telé: Es el grado de atracción o rechazo que tenemos por aquellas personas a quienes conocemos por primera vez, pero en quienes en realidad estamos reconociendo el vínculo con una persona anterior que explica las simpatías o antipatías que, a veces, percibimos inconscientemente, irracionalmente por algunas personas que aceptamos y por otras que rechazamos. Todos los coordinadores estudiamos permanentemente este grado de reconocimiento de objetos positivos y negativos para cada sujeto, de sentimientos de atracción, telé positiva, y de rechazo, telé negativa. Telé es un término acuñado por Jacobo Moreno y que PichonRivière utilizó por considerarlo parte de un lenguaje más cotidiano y más abarcativo que los términos psicoanalíticos de transferencia y neurosis de transferencia. Eso le permitió plantear ambivalencia y la divalencia como momentos vinculares dinámicos en contra de la predeterminación de las posiciones kleinianas tempranas (esquizo-paranoide y depresiva). La telé da una idea de afecto a distancia o como se dice vulgarmente “de piel”. El órgano de choque de la telé son los sentidos (más que los razonamientos), la piel y las mucosas. Por eso se dice que ciertas personas nos gustan o no nos gustan por la piel, por el olfato, por la vista, etcétera. Siempre se trabajan las telés, porque en los grupos familiares las telés son también vehículos de malentendidos y secretos y sobre todo de la identidad:
“eres como tu abuelo”, “eres como tu madre” que, a veces, se dice por el color de ojos del abuelo o por el carácter de la madre. Las telés provocan las subagrupaciones típicas del grupo familiar: duplas, triángulos, cuadriláteros, etcétera, que en ocasiones se estereotipan y son responsables de los trastornos de la identidad personal, sexual y agresiva de cada integrante de la familia.

Una vez que hemos estudiado los seis ítems del Cono Invertido: pertenencia, cooperación, pertinencia, comunicación, aprendizaje y telé, estamos preparados, según Pichón, como psicólogos sociales, para trabajar con el existente de tres tipos de ansiedades a interpretar: ansiedades persecutorias, que son las del temor al ataque; ansiedades depresivas, que son las del temor a la pérdida de los objetos queridos y las ansiedades catastróficas o confusionales que surgen de los temores de no poder soportar la ambigüedad de los vínculos. Es interpretando estas ansiedades y sus defensas como vamos a actuar en los tres niveles de cono, a cada lado, lo que nos permitirá examinar con qué grado de operatividad se desarrollará la tarea de los grupos operativos familiares que generan las distintas patologías personales.

Citas bibliográficas

1. Bleger, José, “Psicología de la Conducta”, Eudeba, 1963, y CEA, 1969, Argentina.
2. Royer de García Reinoso, Gilberta, “Violencia y Agresión o bien Violencia y Represión”, Cuestionamos, Granica Ed., 1970, Bs. As., Argentina.
3. PichonRivière, E., “El proceso Grupal”, Ed. Nueva Visión, 1978, Bs. As., Argentina.
4. Bleger, José, “Psicohigiene y Psicología Institucional”, Ed. Paidós, 1962, Bs. As., Argentina.
5. Kesselman, Hernán, “Psicopatología Vincular”, Revista “Clínica y Análisis Grupal”, año 2, No. 4, mayo-junio 1977, Madrid, pág. 6-28, y “Clínica Grupal II”, Ed. Búsqueda, marzo 1980, Bs. As., Argentina. Autores: H. Kesselman, E. Pavlovsky y L. Frydlewsky.
6. Kesselman, Hernán, “El misterio de la Dinámica Grupal”, Revista “Clínica y Análisis Grupal”, año 2, Nº 5, julio-agosto 1977, Madrid, pág. 6-21, y “Clínica Grupal II” (ver 5).
7. Kesselman, Hernán, “Psicoterapia Breve”, Ed. Kargieman, 1972, Bs. As., Argentina, y Ed. Fundamentos, 1977, Madrid, España.
8. PichonRivière, E., “Clases, artículos, seminarios y conferencias”, desarrollados en el IADES (Instituto Argentino de Estudios Sociales), la Primera Escuela de Psiquiatría Dinámica de Argentina y la Primera Escuela Privada de Psicología Social en Argentina (todas bajo su dirección).
9. Cabau, Eduardo, “Psicoterapia Breve e integración de recursos terapéuticos en hospital de día”, ponencia presentada en el II Simposio sobre Psicoterapia de la locura, San Sebastián, mayo de 1985, y en Revista de Clínica y Análisis Grupal.
10. Boletín “El Portavoz”, de la Escuela de Psicología Social en España, Dr. E. PichonRivière, director: Dr. Hernán Kesselman (circulación interna), Madrid, 1980.
11. PichonRivière, E., “Del psicoanálisis a la Psicología Social” 1) “El proceso grupal” 2) “La Psiquiatría, una nueva problemática” 3) “El proceso creador”, Ed. Nueva Visión, 1978, Bs. As., Argentina.
“Teoría del vínculo”, Ed. Nueva Visión, 1979, Bs. As., Argentina.
Pampliega de Quiroga, Ana, “Psicología de la vida cotidiana”, Ed. Galerna, 1970, Bs. As.,Argentina.
12. Kesselman, Hernán, “Ha muerto PichonRivière”, Revista Clínica y Análisis Grupal, año2, Nº 5, julio-agosto 1977, Madrid, pág. 123.
13. Bernstein, Marcos, “Psicología de la vida cotidiana en el grupo familiar. Aportaciones a la Terapia”, Revista de Terapia Familiar, 1982, V. 9, pág. 29, Buenos Aires, Argentina.
14. Kesselman, Hernán, “Pareja y Grupo Familiar”, Clases, conferencias y seminarios dictados entre los años 1963 y 1986 en la Primera Escuela Privada de Psicología Social de Bs. As., Argentina, y la Escuela de Psicología Social en España Dr. Enrique PichonRivière, director: Dr. Hernán Kesselman, en AEPPIA (Asociaclon Española de Psicología y Psicoterapia de la Infancia y la Adolescencia), Madrid.
15. Kesselman, H.. y col. (Kozameh, G.; Lana, A.; Negrete, M.) “La psicopatología infanto-juvenil como emergente del grupo familiar”, clase teórica, previa al grupo operativo del taller del II Simposium sobre Psicoterapia de la Locura, San Sebastián, mayo 1985, España.
16. Caparrós, Nicolás, “Crisis de la familia”, Ed. Kargieman, 1973, Bs. As., Argentina, y Ed. Fundamentos, 1977, Madrid, España.
17. Pavlovsky, Eduardo, “La poesía en Psicoterapia”, en “Lo Grupal II”, de E. Pavlovsky y otros, Ed. Búsqueda, mayo, 1985. Bs. As., Argentina.

En el Seminario sobre: “Bases Psicosociales del comportamiento agresivo”, dictado en la Fundación Pablo Iglesias, del 10-17 de marzo de 1984 en Madrid.
Del libro de Hernán Kesselman, “La Psicoterapia Operativa” (dos volúmenes) I. “Crónicas de un psicoargonauta” y II. “El Goce Estético en el de Curar.”, Editorial Lumen-Hvmanitas, Buenos Aires 1999

El desarrollo de la agresión en el individuo en el contexto de su grupo familiar
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