Escenarios de la Ira

1. Escenarios corporales.
Las denominaciones con las que los terapeutas corporales nos reconocemos como formando parte de un mismo clan o de clanes diferentes, están en gran parte relacionadas con el hecho de que para muchos profesionales de lo corporal no existe un criterio unívoco a seguir con respecto a qué hacer con las emociones dentro del marco de las diferentes terapias corporales. De ahí la gran cantidad de nombres a nuestros quehaceres (terapia psicocorporal, somatoterapia, bioenergética, biosíntesis, dinámica corporal, psicoterapia somática y otros).
Mi interés por llamar Lo corporal a un estar, a un nivel de abordaje del comportamiento global de la persona que se expresa en “el entre” de sus perceptos, afectos y preceptos, es el de producir un discurrir sobre la complejidad de esto que llamamos cuerpo y una focalización de convergencias y divergencias alrededor de temáticas afines, que den consistencia al campo de las terapias corporales.
He asistido a diversas experiencias con variadas metodologías de las denominadas, de modo genérico, corporales. En un extremo encontré técnicas que se desentendían de las emociones de los asistidos, porque no entraban en el régimen de afectación de sus metodologías, porque las emociones no encajaban, desordenaban los esquemas de los terapeutas, porque las consideraban más materia de análisis de una psicoterapia que de los trabajos con el cuerpo. También he asistido a experiencias donde los terapeutas corporales toreaban las emociones de los asistidos como los toreros azuzan a un toro. Que vengan no más, aquí encontrarán a una persona con coraje, como ocurre con algunas psicoterapias bioenergéticas.
Más allá de las metodologías y de los marcos conceptuales que guían las conductas terapéuticas de los profesionales de lo corporal, existen actitudes singulares, propias de cada profesional, que inhiben o favorecen la expresión de las emociones.

Por lo general, en el transcurso de una terapia corporal se estimula el contacto de las personas con sus emociones y en particular la ira, que es una emoción que suele viajar oculta entre otras. El principio que rige estas terapias es que el contacto con las emociones y su expresión permite darle cuerpo a un aspecto esencial del ser, que, por experiencias de vida, pautas familiares, educación, condicionamientos sociales, se reprime, ignora, apacigua, se transforma en su contrario.
Psicoterapias bioenergéticas y terapias corporales en sus más variadas formas, terapias del grito, danzaterapias, musicoterapias, entre otras, tratan, a través de diversos recursos, que los pacientes que están atravesando el proceso terapéutico se conecten con sus emociones y puedan encauzarlas, exteriorizarlas, transformarlas en conductas creativas, exorcizarlas, catartizarlas. En el camino de un trabajo corporal es probable que los asistidos descubran otras emociones ocultas en aquellas que están más en la superficie: un ejemplo típico es el miedo o la tristeza que emergen a través de la rabia después de una sesión de ejercicios bioenergéticos.
En estas terapias se tratará, a través del contacto con las emociones, de remover los obstáculos que capturan la vitalidad y la espontaneidad. Los recursos técnicos para liberar esta vitalidad capturada serán ejercicios, ensueños dirigidos, escenas, señalamientos, interpretaciones, provocaciones, gritos, golpes sobre distintas superficies, algunas frases que ahuyenten o instiguen los afectos.

Cada escuela tendrá sus puntos de vista acerca de qué es contactar con la emoción y qué es expresarla. A algunas les bastará el reconocimiento del paciente de la existencia de la emoción y considerarán que exteriorizarla es ponerla en palabras. Otras facilitarán los medios para que el paciente exteriorice la rabia, el enojo, a través de acciones y enfrente sus desbordes sin asustarse del potencial agresivo.
Si bien hay diferentes escuelas y puntos de vista sobre el tema, también, y es mi interés remarcar este punto, hay diferencias entre los terapeutas de una misma corriente. Cada terapeuta tendrá un grado de tolerancia en cuánto a la expresión de las emociones por parte del paciente.
Aún así y aunque el terapeuta tenga un alto grado de tolerancia, hay pacientes cuyos desbordes alcanzan una magnitud impensada, dada la patología subyacente. Este sería el caso de los llamados pacientes difíciles, los borderline, cuyo rasgo patognomónico es la ira, defensa psicológica que puede ser barrida en el intento de darle expresión.

Si no existe una experimentación del terapeuta con sus propios límites, es posible que éste tenga dificultad de tolerar ciertos desbordes emotivos de los pacientes, desbordes a los que el paciente ha sido invitado y en cierto sentido, inducido por algunas ejercitaciones. Los terapeutas corporales que convocan las emociones de sus asistidos necesitarán, además de considerar los aspectos teóricos que hacen al conocimiento de la psicología y de la psicopatología, valorar el cuidado de sí mismos en relación con sus límites singulares de tolerancia. Sería útil para ellos investigar sus propios potenciales emotivos para no cerrar a destiempo ni estimular inadecuadamente la expresión emotiva de sus pacientes.

2. Escenarios corpodramáticos/ TEM.
El Corpodrama es un mestizaje entre la Eutonía y la Multiplicación dramática, forma del Psicodrama. Lo sintetizamos con la sigla TEM (tonicidad–escena–multiplicidad). Método creado por Hernán Kesselman y la que escribe esta nota y experimentado conjuntamente con Martín y Mariana Kesselman en numerosos talleres, en el marco de congresos de Psicología Social, de Trabajadores Corporales, de Grupos, de Psicodrama, etc.
La Eutonía y la Multiplicación Dramática trabajan con las emociones desde diferentes marcos conceptuales.
Por lo general las emociones que las personas experimentan y manifiestan durante el transcurso de la terapia eutónica, la tristeza, la rabia, el miedo, surgen de modo espontáneo y como consecuencia de algún trabajo o del estado previo con el que el paciente ha llegado al encuentro, no son provocadas por el terapeuta. ¿Qué hace el eutonista? En el caso de la ira, el eutonista intentará observar, y llevar al asistido a la propia observación: cómo se manifiesta este sentimiento, en qué zonas del cuerpo, si se presentan dificultades para el toque, para la quietud, qué zonas están hipertónicas, si el exceso de tensión se da en los músculos fásicos o en los músculos tónicos, más cerca del hueso o de la piel, qué grado de tolerancia hay para las distonías, las asimetrías. En síntesis, el terapeuta, con una compleja caja de herramientas, tratará de contribuir a la regulación del tono del paciente. Y quien dice tono dice emoción,.
La Multiplicación Dramática trabaja con las escenas temidas de terapeutas, de coordinadores de grupo, en general de profesionales que trabajan con personas. Se trataría de escenas que no permiten que los profesionales desplieguen del potencial creativo que facilitaría la elección de los recursos adecuados para salir de la situación conflictiva. Se escenifica la escena que el profesional “presta” al grupo y de la que el grupo se apropia para resonar y multiplicar en escenas. De este modo la emoción que captura al profesional va deviniendo en una gama amplia de emociones, a través de cuya vivencia la persona que “prestó” la escena puede transponer el umbral de la ira, por ejemplo, y encontrarse con otros afectos involucrados en la situación o tal vez con una ira de otra calidad. La mayoría de escenas temidas profesionales se refieren a desbordes de la agresividad, al descontrol, a la violencia.
El Corpodrama puede tomar diversas coreografías: operística, tragedia griega, olimpíada, danza, escultura, para dar ejemplos de talleres corpodramáticos que hemos realizado. Se combinan minuciosos inventarios corporales al estilo de la Eutonía, que buscan que las personas estén más sensibles y flexibles para conectarse con mayor variedad de sensaciones, tonicidades y movimientos espontáneos, con inventarios de escenas y de personajes. Los inventarios desembocan en una producción escénica por la que circulan personas con diferentes ritmos, velocidades y formas expresivas, con el objetivo de incrementar otras estéticas para entrar y salir de estados diferentes.

3. Escenarios psicoterapéuticos: la ira que destruye, la ira que cura.
La filósofa y psicoterapeuta grupal Ángela Molnos, húngara residente en Londres, publicó un artículo en la revista Clínica y Análisis Grupal (números 38 y 42, 1985 y 1986 respectivamente) donde se leen los lineamientos de la terapia de Davanloo, considerada como una técnica de enfrentamiento específico de la ira.
Este psicoterapeuta ha ideado un método a través del cual estimula las reacciones emocionales de los pacientes, en particular la ira, como si la ira y la incapacidad de expresarla aquí y ahora, fuera la barrera que impide la iniciación del trabajo psicoterapéutico. Davanloo considera que interpretar las conductas del paciente, mientras está en resistencia es inútil y él provoca esta resistencia haciendo preguntas específicas, desafiando las respuestas evasivas, imprecisas o generalizadas, las racionalizaciones, y sobre todo la pasividad del paciente. No se ocupa de las explicaciones del paciente sobre su enfermedad, las considera distorsionadas y su interés radica en movilizar las emociones del paciente lo más rápidamente posible y en el mayor grado que le sea factible tolerar, ayudándolo a experimentar una gama amplia de reacciones de ira: desde las que limpian la atmósfera hasta las que la envenenan aún más. Poco a poco el paciente llega a vivir con mayor aceptación sentimientos ambivalentes, que antes del tratamiento le costaba aceptar como propios.
La “ira destructiva” es la que se contacta o expresa demasiado tarde, hacia algo o alguien distinto de la persona que la provocó y se vincula a algo secundario y no al motivo verdadero que la desató.
La “ira curativa” es la que se experimenta y se expresa en el momento que surge, hacia la persona que la provocó y en conexión con el motivo que la desató. Suele manifestarse de manera templada y sin dramatismo.
Para que se cumplan estas tres condiciones no tiene que existir sobrecarga de hostilidad enraizada en el pasado hacia la persona que provoca la ira, ni ser transferida inconscientemente de otras personas u otras situaciones. Lo que se puede considerar la expresión adecuada de la ira en el aquí y ahora dependerá en gran parte de las circunstancias, del ambiente y sobre todo de las normas de la cultura en que la interacción ocurre. El terapeuta detiene la ira que se expresa contra su persona y ayuda al paciente a ponerse en contacto con sus verdaderos sentimientos.

4. Escenarios mitológicos. Entre hombres y dioses.
La ira de los dioses es heroica. La ira de los hombres es subversiva.
Los dioses se vuelven iracundos cuando sienten amenazada su inmortalidad. Es fácil ser iracundo para un dios, está dentro de sus conductas no sólo posibles, también esperadas.
En estos tiempos no se espera que los hombres que sienten amenazada su mortalidad, su manera de vivir la vida, se vuelvan iracundos, sino esperanzados. Estos hombres no tienen en la modernidad una manera lógica para expresar su ira, ¿para qué sentirla entonces?
Los dioses no se mueren de hambre, no pagan sus impuestos, tienen asegurada su vivienda contra viento y marea y también el trabajo como dioses. Nunca se ponen iracundos por estas cuestiones. Los humanos tienen problemas humanos y pueden volverse iracundos por cuestiones nimias de supervivencia.
La ira de los dioses se premia, la ira de los humanos se castiga.
Los dioses engullen a los que les disputan el poder, les envían vientos y tormentas maléficas. Los humanos se devoran a sí mismos.
Sólo los dioses tienen el derecho de la ira y pueden en nombre de ella maldecir y vengarse en todas las formas. Para los humanos la ira es una pasión que es necesario controlar, domar, licuar.

Para sostener la ira y transformarla en una acción purificadora es necesario devenir dioses.

5. Escenarios del género. Las Furias.
Recordemos la ira de las Furias.
Las Furias, Erinias, Euménides. Varios nombres para estos seres de aspecto horrible y de acción tan temida por los dioses como por los hombres. Nacieron de gotas de sangre de la mutilación de Urano. Fueron fuerzas primitivas que no reconocieron la autoridad de los dioses más jóvenes, los yuppies del Olimpo, que deseaban implantar la nueva moral: la legalización de la violencia con los niños y con los ancianos, la muerte a los padres, la persecución a los pobres, la indiferencia con los que sufren.
Estos seres, a las que el propio Zeus obedece, se representan como genios alados, de caras negras como el carbón, con serpientes en lugar de pelo y látigos con nueve colas y antorchas en las manos. Tan horribles como temidas por sus represalias y sólo por vengar a pobres y excluidos, por castigar la Hybris, los desbordes del orden social y a homicidas voluntarios y no voluntarios, aquellos que mataban con la desidia y la indiferencia, como algunos gobernantes que debiendo cuidar a los ciudadanos los dejaban morir.
Y sus castigos eran dantescos, antes de Dante. No mataban, multiplicaban los castigos. A las Danaides que mataron a sus maridos con un alfiler, las condenan a recoger agua en un balde agujereado. A Tántalo que dio un banquete a los dioses con la carne de su sobrino asesinado, lo cuelgan de un árbol frutal y cada vez que él intenta alcanzar la rama con los frutos, soplan un viento que aleja la rama. A Sísifo por delatar el secreto de Zeus, lo condenan a empujar hacia la cima de una colina una roca que antes de llegar vuelve a caer y que Sísifo debe volver a empujar cada vez a pesar del cansancio.

Para sostener la ira y transformarla en una acción multiplicadora es necesario devenir Furias.

6. Escenarios filosóficos: Pasiones tristes y pasiones alegres de Spinoza según Gilles Deleuze.
Todos tenemos una definición muy sólida del afecto. El afecto en Spinoza es la variación continua de la fuerza de existir, en tanto que esa variación está determinada por las ideas que se tienen.
Entonces, en un texto muy importante del final del libro tres, que lleva por título “Definición general del afecto”, Spinoza nos dice: “Sobre todo no creo que el afecto, tal como lo concibo, dependa de una comparación de ideas”. Quiere decir que la idea es primera con relación al afecto, la idea y el afecto son dos cosas que difieren en naturaleza. El afecto no se reduce a una comparación intelectual de las ideas, el afecto está constituido por la transición vivida o por el paso vivido de un grado de perfección a otro, mientras que ese paso está determinado por las ideas; pero en sí mismo no consiste en una idea.
Cuando paso de la idea de Pedro a la idea de Pablo, digo que mi potencia de actuar está aumentada; cuando paso de la idea de Pablo a la idea de Pedro, digo que mi potencia de actuar está disminuida. Lo que quiere decir que cuando veo a Pedro, soy afectado de tristeza; cuando veo a Pablo soy afectado de alegría. Y, sobre esta línea melódica de la variación continua constituida por el afecto, Spinoza va a asignar dos polos: alegría-tristeza, que serán para él las pasiones fundamentales, y será triste toda pasión, cualquier pasión que envuelva una disminución de mi potencia de actuar, y será alegre toda pasión que envuelva un aumento de mi potencia de actuar. Lo cual permite a Spinoza abrirse, por ejemplo, sobre un problema moral y político fundamental y que será su manera de plantear el problema político: ¿cómo sucede que la gente que tiene el poder, en cualquier dominio, tenga necesidad de afectarnos de tristeza? Las pasiones tristes como necesarias. Inspirar pasiones tristes es necesario al ejercicio del poder. Y Spinoza dice, en el tratado teológico-político, que es este el lazo profundo entre el déspota y el sacerdote, tienen necesidad de la tristeza de sus sujetos. Aquí, ustedes comprenden que él no toma la tristeza en un sentido vago, toma la tristeza en el riguroso sentido que él ha sabido darle: la tristeza es el afecto en tanto que envuelve la disminución de la potencia de actuar.

7. Escenarios literarios. La Plaza del Diamante de Merce Redoreda.
“Y fue aquel día cuando me dije que aquello se había acabado. Que se habían acabado las palomas. Palomas, arvejas, bebederos, ponedores, palomar y escalera de palo. ¡todo a paseo! Pero no sabía como…
Este pensamiento se me quedó adentro de la cabeza como una brasa. Y mientras el Quimet almorzaba con las piernas enroscadas en los barrotes de la silla y desenroscaba una y decía … que tenía una especie de fuego en la rodilla, que le estaba quemando los huesos, yo pensaba como acabar con el pueble de las palomas y todo lo que el Quimet me decía me entraba por un oído y me salía por el otro, como si de oído a oído se me hubiese acabado de hacer un agujero.
Sentía la brasa dentro del cerebro, encendida y roja. Arvejas, bebederos, comederos, palomar, y capazos de palomina, ¡todo a paseo! Escalera de palo, esparto, bolas de azufre, buchonas ojitos rojos, y patas rojas. ¡Todo a paseo! Cola de pavo, capucha, monja, palominos y palomones, ¡todo a paseo!
… Y empecé a molestar a las palomas mientras empollaban. Aprovechando que los niños dormían, después de comer subía entonces al terrado y atormentaba a las palomas. La buhardilla del terrado abrasaba como un horno, todo el sol de la mañana se amontonaba en el techo y lo ponía ardiendo; y con la fiebre de las palomas y el olor de la fiebre, era un infierno.
… Fue una temporada de dormir desasosegado. Dormía con sobresaltos en el corazón como cuando era pequeña y mis padres se peleaban y después mi madre se quedaba triste y sin aliento, sentada en los rincones. Y me despertaba a medianoche, como si me tirasen por dentro con un cordel, como si todavía tuviese el ombligo del nacimiento y me sacasen entera por el ombligo y con aquel estirón se me fue todo… Todo se lo chupaba la nada otra vez, por el cordoncito del ombligo que habían hecho secar atándolo. Y alrededor de aquel tirón que me llevaba había como una nube de pluma de paloma, esponjosa, para que nadie se diese cuenta de nada”.

8. Escenarios maquínicos. Máquinas de vida, máquinas de muerte.
Parafraseando a Deleuze, las pasiones no son buenas o malas, son afectos que pueden estar al servicio de una maquinaria de vida y desmalezan el camino para que la vida pueda seguir existiendo, permiten la humedad de los tejidos, generan espacio en el cuerpo personal y social, sirven para que siga pulsando el entusiasmo y el vigor por las arterias y las venas y a veces son afectos que están al servicio de una maquinaria de muerte y se tornan corazas que ciñen los músculos, que aprietan los huesos, que secan la piel, que aplacan las emociones y hacen que la voz y el grito se desvanezcan en la garganta.

Escenarios de la Ira
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