La Concepción Freudiana de la Transferencia

No será fácil la exposición, porque resumir en una sola clase la cuestión de la transferencia en Freud es un desafío, el cual ignoro que alguien sea capaz de resolver. Personalmente, no me siento en absoluto seguro de poder lograrlo.
Entonces, toda la disertación se centrará en torno de los Cuadros: 1 y 2, Me valdré de este recurso para poder exponer mejor.
Transferencia no es un término exclusivo del psicoanálisis, algo que, seguramente, es obvio para ustedes. El término, fuera de las prácticas psicológicas, se refiere al desplazamiento, al traslado de cualquier tipo de material: transferencia de capital, transferencia de funcionarios, transferencia de elementos, de recursos, etc.
En psicología, ha sido muy utilizado en la Teoría del Aprendizaje, para designar el transporte que se puede hacer de las capacidades adquiridas de aprender en relación a un objeto de conocimiento, hacia el conocimiento de un nuevo objeto.
En psiquiatría y psicoterapia, antes de Freud, se utilizaba el término “transfert” para referirse a un experimento hipnótico que consiste en trasladar en estado hipnótico, la parálisis de una paciente de un lado de su cuerpo hacia el otro, lo cual es posible -como es sabido- por medio de la sugestión hipnótica. Freud comenzó a trabajar, aproximadamente en 1895, utilizando el famoso método hipnocatártico, que ya se empleaba bastante en París. Charcot practicaba la hipnosis sintomática en el Escuela de la Salpêtrière, en cuanto que en la Escuela de Nancy era practicado el método hipnocatártico. Todos esos investigadores ya utilizaban el término “transferencia”. Freud era un neurólogo que resolvió dedicarse a la psicoterapia de las enfermedades mentales. Inicialmente, él practicó hipnosis de manera supresiva. Como otros investigadores, hipnotizaba pacientes histéricos y obsesivos y, en ese estado de hipnosis, utilizaba la sugestión, les sugería que sus síntomas iban a desaparecer. Este método tuvo éxito durante mucho tiempo y todavía, en algunas ocasiones, lo sigue teniendo. Pero sus resultados no son duraderos.
A partir del uso de ese procedimiento comenzó a usar otro que consistía, en estado de hipnosis, sugerir a sus pacientes que reviviesen las situaciones en que aparecieron sus síntomas.
Más tarde, pidió que revivieran y relataran otras situaciones más arcaicas que, supuestamente, tendrían que ver con aquella en la cual los síntomas aparecieron por vez primera. Esto generaba en los pacientes un revivir y una fuerte descarga de afectos, una intensa descarga de emociones, y también de movimientos corporales que, producían una “mejora” del síntoma, cuya permanencia y estabilidad eran mayores que con el método hipnótico supresivo.
Durante el uso del método, especialmente con pacientes histéricas, Freud fue comprobando que muchas de estas pacientes no estaban dispuestas a ser hipnotizadas. Paulatinamente, esto lo llevó a abandonar el método hipnocatártico y limitarse a sugerirle a los pacientes que fuesen hablando de todo aquello que les parecía importante, de todo aquello que les viniese en mente. Durante este procedimiento, inspirado en parte por algunas de sus pacientes, Freud encaminaba las asociaciones de esas enfermas en dirección a la explicación de los síntomas, y en el sentido de recordar situaciones pasadas que tuviesen que ver con los síntomas. Posteriormente, fue célebre la reacción de una de las pacientes de Freud, que dijo que no sólo no quería hipnotizarse, sino que no quería hablar de aquello que él creía importante que fuese hablado. Ella quería hablar solamente de lo que ELLA quería hablar, especialmente relatar sus sueños, sus fantasías… Y Freud tuvo la sensatez de aceptar esas exigencias.
Pero, durante el ejercicio de ese procedimiento, Freud percibía que, en determinados momentos, la paciente no podía seguir relatando lo que le venía en mente. Se producía una interrupción del flujo asociativo. En esos momentos, Freud, conservando todavía algunas maniobras del método hipnocatártico, que ya había abandonado, acostumbraba a sugerirle a las pacientes que, cuando él les tocase con su mano la cabeza, ellas lograrían seguir hablando sobre aquello que se interrumpió. Así, tendrían la posibilidad de recordar situaciones que no estaban alcanzando. Después, estudiando el fenómeno de la interrupción del flujo asociativo, en ese momento de impasse, luego de haberlo vencido muchas veces por medio de la sugestión y de la imposición de las manos en la cabeza, Freud fue comprendiendo que lo que sucedía en ese instante es que había aparecido en la conciencia del paciente alguna asociación, idea, afecto o impulso que tenía que ver con la persona del médico, del analista, del operador, y que esa idea o impulso era considerado por el paciente –de manera conciente o no- inconveniente, inadecuado a una situación de relación profesional como la que se daba. Entonces, el paciente ya lo tenía en claro y no podía comunicarla porque la consideraba impropia, o terminaba por no tener ninguna idea, es decir, la idea desaparecía de su mente. Ahondando más en el fenómeno, Freud llegó a la conclusión de que en ese momento de impasse, la incapacidad de seguir asociando se debe siempre a revivir alguna situación anterior en que la persona vivió un tipo de afecto, de impulso, de emoción similar, pero con otra persona y en una situación especialmente intensa y generalmente relacionada con la sexualidad. Al retorno de la situación anterior, pasible de reconstitución, que se reitera, que se renueva en la situación terapéutica, Freud la denominó Transferencia.
En este momento la transferencia era una repetición y vamos a encontrarla en el ítem que llamamos “punto de vista clínico”. Repetición de vivencias, de experiencias, de situaciones, de actitudes, de comportamientos, de imágenes de personas, de interlocutores. Esto dicho de manera bastante vaga y descriptiva. En la interrupción del flujo asociativo, Freud descubrió la repetición compleja, múltiple de todos los elementos que podían estar interviniendo en estas situaciones traumáticas anteriores que el paciente repetía en el ambiente terapéutico de manera involuntaria y supuestamente sin enterarse de que era esto lo que estaba sucediendo.
Ésta es la primera, la más simple, la más ingenua definición de transferencia que podemos encontrar en Freud. En esta definición un tanto elemental es posible comprender que la forma en que la transferencia aparece en la situación analítica es como obstáculo, como inconveniente. Freud propone a sus pacientes decir todo lo que les venga a la mente, comentar todo lo que están pensando o sintiendo. Las pacientes se empeñan en cumplir esa indicación. Llega un momento en que esto se les torna imposible y no saben por qué. Existe, entonces, un obstáculo, una dificultad para llevar adelante el tratamiento, para cumplir uno de los requisitos exigidos para posibilitarlo. A eso Freud (en esa misma época) lo denominó “Resistencia”.
Como ustedes saben, “Resistencia” tiene significado político y eléctrico. Políticamente se refiere a la lucha que un pueblo o una clase ejerce contra la dominación de otro; eléctricamente es la dificultad que ofrece un conductor para transportar la corriente eléctrica. En nuestro caso, resistencia designa la dificultad para cumplir la regla fundamental del contrato entre paciente y analista.
Queda claro que resistencia (dificultad, obstáculo) y transferencia son aproximadamente dos caras del mismo fenómeno, del mismo proceso. ¿Y cuál es el proceso? Es el de una “repetición”. Repetición, reedición, reiteración, reproducción de todo lo que el sujeto experimentó en la situación traumática. En este período, entonces, lo que Freud trataba de refluidificar -continuar el proceso asociativo interrumpido- era algo así como violentar, vencer la resistencia por medio de una exigencia, de una imposición, basada en “restos” que sacaba de la hipnosis: “con mi toque en su frente, sentirá que la dificultad será superada y logrará recordar y seguir asociando”.
Más adelante, cuando Freud comprende lo que es realmente la transferencia, descubre que el “vencer” la resistencia que alcanza, para que la transferencia se manifieste, no es otra cosa que una UTILIZACIÓN de la transferencia. Si la paciente transfiere hacia Freud una serie de características de la persona, del objeto con el cual estuvo en situación traumática, también transfiere hacia él cualidades positivas, omnipotentes, idealizadas, que corresponden a las figuras de la infancia, figuras parentales. Para vencer la resistencia, Freud adopta el papel sugestivo que se VALE de las transferencias positivas idealizadas para eliminarla y permitir que la transferencia se manifieste claramente y pueda ser verbalizada y descargada emocionalmente y, de esta forma propiciar la cura, la desaparición duradera del síntoma.
A medida que pasa el tiempo, cuando Freud va comprendiendo más profundamente cuál es el significado de la transferencia y por qué ella aparece como resistencia, él renuncia a la maniobra de vencer sugestivamente a la resistencia y confía en lo que él llama “adivinación” (término también ingenuo) de los motivos de la resistencia para propiciar que la transferencia sea claramente manifiesta, verbalizada y descargada afectivamente.
Se podría decir que, en el momento en que Freud renuncia a ese vencer sugestivo de la resistencia y confía en lo que sería el comienzo de la “interpretación” de la “transferencia-resistencia, comienza el procedimiento psicoanalítico propiamente dicho”.
La transferencia sigue siendo el concepto central en la obra posterior de Freud, tanto en la teoría como en el método y en la técnica psicoanalítica. Aparecen, claro está, muchos refinamientos del término transferencia. Sabemos que la teoría freudiana no es sencilla. Se trata de una serie de re-versiones, de nuevas versiones de los “modelos” con los cuales Freud trata de explicar cómo funciona el psiquismo. Existen muchos modelos. Existe aquel utilizado en el período de la “Psicoterapia de la histeria” (del cual estamos hablando). Existe el modelo del psiquismo enunciado en el capítulo VII de La Interpretación de los Sueños. Existe el denominado modelo de la “Primera Tópica” (Inconsciente, pre-conciente, conciente). También el modelo del “Complejo de Edipo”, el modelo de la “Teoría Pulsional”, y el modelo de la “Segunda Tópica” (Ello, Yo y Superyó). En cada uno de estos modelos está incluido el concepto de transferencia como uno de los principales mecanismos del psiquismo.
Podemos resumir varios modelos en una proposición que Freud formuló en los artículos que escribió entre 1913 a 1915, que es la propuesta de una “metapsicología”, o sea, una teoría que está “más allá de la psicología”. La psicología sería el método predominantemente descriptivo de los fenómenos de la conducta y de la conciencia manifiesta. La metapsicología sería la teoría del psiquismo en cuanto aquel que no es visible, no descriptible, aquello que está más allá de la psicología. Dicha metapsicología tiene cuatro puntos de vista: económico, dinámico, tópico y estructural. Una forma de tratar y entender cómo la transferencia adquiere nuevos sentidos teóricos y, por lo tanto, nuevos usos técnicos o clínicos en cada uno de los puntos de vista (económico, dinámico, tópico, estructural y clínico)
En el Cuadro 1 hay un cuadrado, y sus cuatro ángulos son puntos referentes a la transferencia, a la contratransferencia, a la resistencia y a la contra-resistencia. Definimos, provisoriamente, la transferencia como Freud lo hizo en el período inicial. La contratransferencia es un término que aparecerá en Freud algún tiempo después en una serie de artículos que van más o menos de 1910 a 1920. Freud dice que si toda persona es capaz del fenómeno de la transferencia, ésta se da en el procedimiento psicoanalítico, no sólo en el paciente sino también en el analista. La primera definición de contratransferencia es muy simétrica porque Freud habla de transferencias recíprocas. Después, en otros artículos, Freud trata de diferenciar qué es la transferencia del analista despierta por la incidencia, por el impacto de la transferencia del paciente, y la transferencia del analista que tal vez sucedería con cualquier paciente, y que depende más de la estructura psíquica del analista que de aquella peculiar del paciente. En principio, la contratransferencia propiamente dicha es el mismo fenómeno de la transferencia sucediendo en el analista, pero tal vez podamos diferenciar una transferencia del analista y una contratransferencia propiamente dicha, que sería la respuesta del analista a la peculiaridad de la transferencia del paciente.
Por otro lado, tenemos el término resistencia, que también definimos provisoriamente según Freud lo hacía en el período inicial como obstáculo, dificultad de cumplir la regla fundamental de la libre asociación. Por parte del analista, existe contractualmente una exigencia simétrica. Su función es la de la atención fluctuante, la de la posibilidad de escuchar la libre asociación sin seleccionar ningún punto en especial y también mantenerse abstinente. O sea, no dejar, que sus convicciones, sus deseos, sus ideas incidan en el tratamiento y lo distancien de su objetivo fundamental, que es hacer conciente lo que es inconsciente en el paciente. La contra-resistencia aparece en el analista como la dificultad para cumplir su objetivo y propósito, y también -en última instancia- con su deseo, que es el de respetar la libre asociación del paciente sin violentar la regla de abstinencia y conservar la capacidad de atención fluctuante para poder analizar.
La línea que va de la transferencia a la resistencia es obvia, porque dijimos que el fenómeno de la resistencia y el fenómeno de la transferencia son dos caras del mismo proceso –una no se da sin la otra. Es lógico que la contratransferencia y la contra-resistencia son también dos caras del mismo proceso en el analista.
La línea que va de la transferencia a la transferencia recíproca, poniendo en relación la transferencia del analista con la transferencia del paciente, y la línea que va de la transferencia a la contratransferencia propia del analista con ese tipo de paciente, se correlacionan entre sí y son simétricas. Es decir, transferencia del paciente/transferencia del analista, contratransferencia de este analista con este paciente.
Se podría decir lo mismo respecto a la resistencia y a la contra-resistencia. La impresión que da es que Freud tiende a decir, que en el nivel de las relaciones entre resistencia y contra-resistencia, se puede hablar directamente de resistencias recíprocas porque la resistencia propia del analista, que se daría con todos los pacientes y no con éste en particular, se supone que está levantada, solucionada por su formación teórica y por su análisis personal al cual él estuvo sometido.
En el interior del Cuadro, delimitado por cuatro puntos, tenemos otra correlación, otra díada: repetición, por un lado; y elaboración, cura, repetición, recuerdo, evocación, por el otro. Sabemos que los fenómenos de transferencia, resistencia, contratransferencia y contra-resistencia tienen como característica esencial ser repetitivos, reiterativos, reediciones, reproducciones, no sólo de situaciones traumáticas sino también de todas las situaciones importantes y significativas de la vida psíquica de cada sujeto. Freud discrimina dos tipos de repeticiones: la repetición fiel, es decir, de una similitud idéntica, de traslación de lo antiguo sobre lo actual bajo el signo de la igualdad; y otra, repetición de lo que sería una diferencia. En principio, la repetición es el intento de la repetición de lo igual, de lo idéntico, aquella situación exactamente igual a ésta. En ese sentido, es que los fenómenos, las formas evidentes, manifiestas, de la repetición, se expresan en el seno del tratamiento psicoanalítico por medio de síntomas o de actuaciones. Síntomas: parálisis histéricas, problemas sensoriales histéricos, crisis de angustia, ideas obsesivas, rituales, en fin, todo aquello que sea síntoma y sea registrado por el paciente como tal. También incluye actuaciones, que consisten en comportamientos, actitudes, conductas concretas, corporales y sociales en que se repetirá la reacción que fue requerida o que no logró ponerse en práctica en la situación traumática.
La repetición se manifiesta como síntomas y como actuaciones, como fenómenos sufridos, indeseables, incómodos, de los sentidos o del pensamiento, o como pasaje a la acción repetitiva descontextualizada.
En el polo contrario, cuando la repetición realizada en el contexto del tratamiento es interpretada como resistencia, como intento de desplazar el pasado sobre el presente, cuando se logra discriminar presente y pasado, ella misma provee la fuerza necesaria para realizar una operación que se llama elaboración, recuerdo o cura, cuya definición es un poco compleja. Vamos a apelar a una vaga idea del proceso. Grosso modo, se puede reconocer que la repetición como tal es imposible comprender y aceptar que la reedición ya tiene una diferencia, disolver los síntomas y actuaciones y transformarlos en verbalización-comprensión, en que se juntan las ideas con las descargas de afecto correspondientes. En una palabra: construir el pasado. Los recursos de los cuales dispone el analista para conseguir ese objetivo son predominantemente recursos verbales, relacionados con el uso de la palabra o del silencio. Los recursos del uso de la palabra son el indicio (una descripción de lo que está sucediendo), la interpretación (un intento de correlacionar datos del presente con datos del pasado) o una construcción (que es una edificación compleja que logra correlacionar, en sentido amplio, todo el período de la vida del paciente, una serie de situaciones que se retienen, con la situación actual)
En realidad, estas características del proceso de transferencia-resistencia-contratransferencia y contra-resistencia, cuyo núcleo es la repetición y su contrario, que es la elaboración, cura, recuerdo, han sido revisadas y recorridas por nosotros principalmente con base en lo que Freud decía durante el período inicial del psicoanálisis, que va más o menos desde 1895 a 1905. He hecho esto por razones pedagógicas, porque me parece que es accesible, muy claro, y sin embargo se va tornando cada vez más complejo en la medida en que los “modelos” de cómo funciona el psiquismo se van tornando cada vez más refinados y sofisticados y el comportamiento técnico, la manipulación de estos fenómenos también varía. Acompañar detalladamente esto es un objetivo que tal vez trascienda en mucho nuestro propósito aquí.
Pero, paso un poco por arriba el acompañamiento histórico, pretendiendo suplantarlo o solucionar el problema pedagógico con el Cuadro 2, que es un intento de síntesis de una cuestión bastante difícil de sintetizar. Me baso en interrogantes adecuados para cualquier problemática: ¿Por qué? ¿Cuál? ¿Cómo? ¿Qué y quién? ¿Cuándo y cuánto? ¿Dónde?.
¿Por qué? Claro está, que se puede responder a partir de todos los recursos teóricos de cada modelo. Pero, en la tradición psicoanalítica freudiana, se usa con frecuencia para explicarse por qué los principios de las pulsiones, como determinantes últimos, son las fuerzas que mueven el psiquismo. Habría entonces (y siempre que hablo de transferencia, me refiero también a resistencia) transferencia-resistencia al servicio del principio del placer y de la realidad (que son dos principios que rigen el funcionamiento de la pulsión de vida), y una transferencia-resistencia al servicio de la llamada compulsión a la repetición (un tipo de repetición, que no está al servicio del placer ni de la realidad), que no proporciona placer a ninguna instancia del psiquismo (Yo, Ello y Superyó) . Ella está al servicio de repetir y repetir, está comprometida con un intento de retornar a un estado aún previo a la existencia del psiquismo, como Freud define míticamente. Es lo que se llama pulsión de muerte. Así como los principios de placer y de realidad son principios que organizan la dinámica de la pulsión de vida, dirigiendo su funcionamiento, el principio de inercia, de quietud absoluta, es el principio que organiza la dinámica de la pulsión de muerte.
Existe, entonces, una repetición-transferencia provocada por la pulsión de vida, por la búsqueda del placer y la evitación del displacer, adecuación a la realidad para mejor satisfacción y logro del principio de placer, y otra relativa al repetir por repetir, despido, “demoníaco”, relacionado a la idea de eliminar toda tensión en el aparato psíquico y volver a la situación de muerte.
Cuando se pregunta “¿cuál? y ¿cómo? nos referimos a una división que Freud hizo en un artículo sobre técnica en 1915, donde la transferencia es dividida en positiva y negativa. Tal división se dio por el tipo de afecto y de investimientos que están en juego.
Es importante aclarar que es así porque habitualmente se confunde cuando se afirma que la transferencia positiva es la que propicia la realización de cura y de la elaboración, y la negativa es sinónimo de resistencia. No es así, porque la positiva –dijo Freud- se divide en amistosa, en cuanto que la erótica es la transferencia de pulsiones, deseos, fantasmas del tipo amoroso-erótico sobre el analista. La transferencia negativa es la repetición de todos los elementos hostiles. Es importante comprender que la transferencia amistosa es el motor de la cura, en cuanto que la transferencia erótica y la hostil funcionan como resistencia. La transferencia positiva, amistosa, puede ser correlacionada con la tendencia a la repetición como diferencia. En todo caso, es una repetición de impulsos, sentimientos, fantasmas, que son pasibles de ser usados para disolver la transferencia, estando más próxima de la diferencia que de la repetición.
El “¿qué?” y “¿quién?”. Las cosas ahí se complican un poco y tenemos que pasar rápidamente. Agrupamos el punto de vista económico y el punto de vista dinámico. El punto de vista económico se refiere a que lo que se transfiere son cantidades discretas, catexias y modalidades de descarga. Desde el punto de vista dinámico, se repiten juegos de fuerza y conflictos entre las pulsiones de vida y de muerte. El conflicto se estableció en determinado momento y se repite como juego de fuerzas. Se podría agregar aquí defensas, impulsos, deseos. Se repiten como procesos. En la primera tópica, se diferencia el proceso primario y el proceso secundario. Lo que se repetirá es una articulación peculiar que se da entre el proceso primario y el secundario que históricamente tiende a reiterarse en el presente. Se repiten deseos. Se repiten vínculos y sus elecciones de objeto (objeto libidinal). Se repiten “relaciones objetales”.
Desde el punto de vista estructural, podemos decir que lo que se reitera en la situación terapéutica son todas estas cosas ordenadas según el complejo que es fundante y constitutivo del aparato psíquico: el complejo de Edipo. Es el conjunto de impulsos, pulsiones, deseos, fantasmas, elecciones de objeto, representaciones, etc., que configuran el famosísimo conjunto constitutivo de la “personalidad” o de la “naturaleza” del sujeto, como así también las instancias que lo componen.
El punto de vista tópico ya lo anticipamos. Vamos a repetirlo: fantasmas inconscientes que son puestos en escena –textos en que los deseos inconscientes aparecen como realizados. Claro, que desde el punto de vista conciente y, según Freud, también inconsciente, se repiten afectos cuyos sinónimos son sentimientos, pasiones, emociones. Esos términos no son sinónimos precisos. Y por esto, la transferencia acostumbra a ser un fenómeno intensamente vívido.
Representaciones que son las marcas que detallamos anteriormente. Tienen la característica, según dijo Freud en sus primeros trabajos, de que la idea o la significación que aparece en el momento de reproducción de la transferencia es un elemento que se presta tanto a la emergencia de lo reprimido inconsciente, cuanto a la defensa contra él. Su transformación se debe a la exigencia de volverlas más tolerables para las instancias superiores del psiquismo. Esta representación mixta –por un lado, repetición inconsciente, y por otro, un “acomodamiento”, una solución de compromiso con el presente y los sistemas pre-conciente y conciente- es lo que se llama FORMACIÓN DEL INCONSCIENTE. Sus sinónimos son: formación transaccional o también derivados del inconsciente, cuya principal expresión es el síntoma. En la transferencia, aparecen como la representación intolerable que no puede ser comunicada. Freud habla también de estereotipos, es decir, modelos, esquemas, diagramas, que se repiten exactamente así como son y se muestran deformados.
Desde el punto de vista clínico, hablamos de todo esto que ya hemos mencionado: vivencias, experiencias, situaciones, actitudes… Claro está que, todo lo que sea descripción de la repetición no es muy valorizado en psicoanálisis porque la transferencia no es un fenómeno que pueda ser descripto. Es un fenómeno que debe ser entendido, descifrado con todo el instrumental teórico del que dispone el psicoanálisis y abordado con todos los recursos técnicos que le son característicos: interpretación, construcción. No se puede caracterizar la transferencia por la repetición de actos, pensamientos o afectos concientes y descriptibles porque la repetición transferencial –claro está- tiene muchos aspectos de repetición empírica. Frente al analista, el sujeto presentará una serie de actitudes, ideas, etc., que ya tuvo antes. La transferencia, digamos, tiene una repetición visible, descriptible, conciente. Pero ella es predominantemente inconsciente y debe ser reconstruida. Lo que se repite debe ser “descubierto” como tal.
Finalmente, el último interrogante: “¿dónde?”. Para concluir, es importante explicar esto. Freud insiste que la repetición transferencial es un fenómeno universal. Donde hay sujeto psíquico, en todas las actividades humanas, existe la transferencia. El sujeto psíquico es “movido a transferencia”, tal como se dice de un auto que es movido a nafta o gasoil. La situación analítica es una de las tantas situaciones en que la transferencia también aparecerá. Sólo que la situación psicoanalítica estaría especialmente diseñada para que la transferencia aparezca con mayor rapidez e intensidad (neurosis de transferencia) y con mayor posibilidad de ser diferenciada o distinguida como tal y correctamente disuelta, superada o preelaborada. Por eso, Freud insiste mucho en los artículos sobre técnica en que una serie de fenómenos, rendimientos, productos de la transferencia no deben ser considerados como absurdos, ridículos y exclusivamente creados por el tratamiento psicoanalítico, porque las mismas fuerzas que producirían rendimientos similares fuera del análisis son las que los producen dentro. Las personas se apasionan, se excitan sexualmente, se irritan, se agreden por los mismos “motivos” transferenciales. Igual sucede en la situación psicoanalítica, aunque el analista juzgue que él no da pretextos “reales”, “naturales”, para que estas reacciones le sean dirigidas. Por eso, se debe garantizar que la transferencia no será correspondida, no será utilizada. Sólo nos serviremos de una parte de ella, de la amistosa, para preelaborar, disolver, marcar la condición de mecanismo arcaico del resto.
Por último, eso no quiere decir que no existan situaciones en la vida en que la preelaboración de la transferencia también sea posible. No debemos olvidarnos de que los hombres amaban, adolecían, se curaban antes de existir el psicoanálisis. Evidentemente, parece que este procedimiento está diseñado para lograrlo con mayor propiedad y facilidad. Desgraciadamente, es imposible profundizar más en esta cuestión. Pero, si fuese revisada cuidadosamente, por lo menos servirá para despojarnos algunos preconceptos que acostumbramos a tener en relación al tema.

INTERVENCIONES Y PREGUNTAS
-Pedido de aclaración acerca de la repetición y la diferencia en la transferencia.
Respuesta: Trataré de dar una explicación provisoria. Tal vez pueda ser aclarado en las exposiciones siguientes. Cuando Freud habla de transferencia positiva y la divide en amistosa y erótica, deja en claro que la transferencia erótica es del orden del intento de repetir lo igual. Repetir una situación de pasión causada por deseos e investimientos arcaicos. También reconoce en la fuerza, en los impulsos, en los fenómenos de la transferencia un efecto amistoso en que, se puede decir provisoriamente, lo que se repite es aquello que ya fue diferente de otras situaciones en la situación pasada. Lo que se repite es una capacidad de distinguir la diferencia. Esto tal vez se entenderá mejor en las próximas clases, cuando hablaré de las implicaciones filosóficas en la transferencia.
En cualquier proceso temporal, si todo se repite, no existe proceso. Si nada se repite, no hay proceso. En la transferencia amistosa, lo que se repite es lo que cada vez es diferente. Lo que retorna, no es lo igual. Retorna lo diferente.

-Si la transferencia implica la repetición del sujeto y de situaciones vivenciales, ¿en qué medida el contexto económico, social, político de sociedad interfiere en la vida del sujeto? Existe el riesgo de caer en un reduccionismo porque si se vive en una situación de repetición, seguramente tiene una sobredeterminación de múltiples causas. ¿Es posible discriminarlas?

Respuesta: En rigor de verdad, éste es un problema particular de una cuestión más general que consiste en cómo inciden las determinaciones de naturaleza no-psíquica o de naturaleza psíquica conciente para modelar, transformar, modular el funcionamiento, las determinaciones y las formas inconscientes, Responder a esto no es broma… Es un problema de plena actualidad en psicoanálisis. Afecta no sólo la transferencia, sino a todos y a cada uno de los mecanismos del funcionamiento psíquico. El psicoanálisis, tanto freudiano cuanto el actual, no tiene un acuerdo concluyente respecto a esto.
Existen posiciones que van desde una afirmación de que el psicoanálisis no tiene recursos teóricos ni metodológicos o técnicos para tener en cuenta esa sobredeterminación e interferencia de los otros factores de la realidad en los procesos psíquicos. Así como no se puede hacer feijoada con un colador, no se puede dar cuenta de estos fenómenos con el psicoanálisis.
El psicoanálisis sirve estrictamente para esto –dar cuenta de las determinaciones psíquicas inconscientes- y para incidir con recursos psíquicos, predominantemente verbales e interpretativos. Existe la posición diametralmente contraria, que dice que el psicoanálisis es un procedimiento cuyos recursos para aislar a otras variables incidentes, intervinientes, que no sean propiamente las del psiquismo son insuficientes. Sirve sólo para TRADUCIR la interferencia dentro del psiquismo de las variables no-psíquicas. Es un procedimiento que sucede inmerso en esta realidad y está permanentemente sujeto a todas estas determinaciones. Tanto desde el punto de vista del paciente, cuanto desde el punto de vista del analista, como desde el punto de vista del contrato, de la situación que se crea en el dispositivo analítico, el psicoanálisis (para dar realmente cuenta de su objeto) tiene que articularse con otras lecturas y otros procedimientos. Caso contrario, se arriesga a no resolver la problemática que se pretende transformar, porque sólo dará cuenta de una de sus determinaciones. Si se comprendió más o menos cuál es la problemática tan amplia de la disciplina y su articulación con otras disciplinas, de su condición de hecho social-histórico-político-ideológico, múltiplemente determinado, quedará claro que la transferencia es uno de los procesos-fenómenos que se da en este marco. Existe quien diga que la transferencia es un fenómeno determinado por estereotipos inconscientes y que las situaciones reales, concretas, pueden dar un poco más o un poco menos oportunidad para que los estereotipos se repitan. Pero, su naturaleza inconsciente y repetitiva siempre sucederá –fatalmente- por una dinámica propia que no es quebrantada, corregida o empeorada por ninguna otra determinación (histórica, política, social, etc.)
Existen los que afirman que no es así. En la transferencia, cuando se constituye, todo aquello que va a ser repetido, y cuando se repite, lo hace en estrecha conexión con la vida biológica, social, política, etc. La magnitud, la intensidad de la repetición no se debe estrictamente a las determinaciones psíquicas sino a la confluencia de todos los factores. Es por eso, por ejemplo, que Freud dividía las famosas series complementarias en serie disposicional y serie desencadenante, ya que tal vez se pueda pensar que esas series son obviamente situaciones histórico-social-biológica complejas, aunque deba aclarar que ésta es una cuestión en plena discusión dentro del psicoanálisis. Diría que elegir una posición a ese respecto es una decisión no sólo psicoanalítica y epistemológica, sino también una elección política.
Elevando el problema de manera menos amplia del que usted lo planteó, éste está conectado con otras cuestiones circunscriptas. Por ejemplo, las definiciones acerca de que se repite no tienen la misma adhesión entre los analistas. Para algunos, hablar de algunas de las cosas que se repiten y que figuran en nuestro cuadro no tienen el menor sentido, porque no son cuestiones que hayan sido enfatizadas por el desciframiento, orientación psicoanalítica que ciertos psicoanalistas suscriben. Para algunos analistas, por ejemplo, lo que importa es que lo que se repiten son representaciones, fantasmas o, por ejemplo, relaciones objetales. Que se repitan distribuciones económicas de la líbido no interesa demasiado. Menos aún que se repitan actitudes, conductas, comportamientos, porque algunos analistas son drásticos en ese sentido. Comportamientos, conductas, actitudes no nos interesan… Esto es objeto de la psicología. No es objeto del psicoanálisis. Dicho de forma un poco grosera, lo que interesa es que se repitan palabras, es decir, sentidos, significados, significantes, o como se quiera llamarlos.
Por otro lado, esto está conectado con la famosa cuestión de que la transferencia es un fenómeno exclusivamente psíquico, inconsciente y objeto del psicoanálisis, es más factible afirmar que es en el seno del tratamiento psicoanalítico donde podrá ser entendida, interpretada y preelaborada. Si la transferencia es un fenómeno complejo, resultante de múltiples determinaciones, pueden existir numerosas situaciones vitales que sean capaces de desencadenar la transferencia y resolverla.

– Lo que usted planteó nos hace pensar en las diferentes orientaciones teóricas del psicoanálisis. ¿Hasta dónde llegó Freud en ese sentido? ¿Qué es reelaboración o relectura de Freud?

Respuesta: Esta exposición, con todas sus limitaciones, es un intento (por lo menos) no de analizar sino de recordar las características polimorfas, las numerosas versiones que la transferencia tiene en Freud. Decir hasta dónde llegó Freud, o qué es de Freud y qué es reelaboración posterior de otros autores es prácticamente el tema de nuestras próximas exposiciones, aunque de un modo muy sencillo. Para responder a su pregunta en términos muy generales, diría que todos los autores y analistas que hayan planteado posiciones nuevas -digamos, invenciones-, con relación a la definición de transferencia, reconocen que ninguna de ellas surge de la nada. Todas han comprobado, seleccionado algunas definiciones freudianas de la transferencia. Todas ellas han aumentado, hecho exclusivo, y trabajado productivamente posiciones freudianas para desarrollar aspectos nuevos. Podemos decir que ninguna de las reelaboraciones parte de una base inexistente. Todas eligieron diferentes momentos de la obra de Freud, diferentes tratamientos que él le dio a la transferencia en el transcurso de su obra tan compleja y diversificada. La pregunta que cabría hacer aquí, tal vez sea la siguiente: ¿Dio Freud una versión final, un cierre de todo ese polimorfismo del fenómeno transferencial? No que yo sepa. Habrá tal vez un autor que dirá (y eso es frecuente): “Aquí está el cierre: ésta es la última versión freudiana. Por ello yo la tomé para construir mi teoría”. Eso es característico de los analistas. Cada uno dice eso. Yo, por una cuestión de ignorancia o de originalidad, diré que no sé cuál es la versión definitiva. Por eso me limito a transmitir la mayor cantidad de versiones freudianas de la transferencia que conozco.

– Usted dijo que en cada modelo de aparato psíquico estaría imbuido un concepto de transferencia. ¿Podría exponer acerca del modelo del aparato psíquico de la histeria y del complejo de Edipo con relación a la transferencia?

Respuesta: Dios nos dé larga vida… Realmente en este momento, ya estaba a punto de cerrar esta exposición. Sin embargo, la forma más sencilla, más económica y menos sufrida de abordar por lo menos la cuestión será leer la acepción de TRANSFERENCIA en el Diccionario de Psicoanálisis, de Laplanche y Pontalis, donde hay una breve explicación, muy clara por cierto, de la transferencia en el período de la histeria, de la transferencia en La interpretación de los sueños, de la transferencia en los casos clínicos, de la transferencia en los artículos técnicos (1910-1920), de la transferencia en Inhibición, síntoma y angustia. Y, digamos, los pseuso-cierres con la transferencia en el Esbozo de Psicoanálisis. En esa obra póstuma, en dos o tres páginas, es posible encontrar la diferenciación. De cualquier manera, esta exposición sirve para que sepamos que las diferentes exposiciones de transferencia no hacen sino enfatizar algunos de estos elementos. Si aceptamos la idea de que no hay ninguna versión definitiva, será un gran estímulo para que continuemos estudiando la transferencia.

Del libro “Cinco lições sobre a Transferência”, Editora Hucitec, Sao Paulo, 1996.
Traducción: Andrea Álvarez Contreras.
Buenos Aires, 30 de marzo de 2004

La Concepción Freudiana de la Transferencia
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