La Concepción Kleiniana de la Transferencia

Hoy pretendemos repasar el concepto de transferencia tal como apareció en la obra de Melanie Klein. En rigor de verdad, tratar este tema en Melanie Klein es un poco diferente que tratarlo en Freud.
El concepto de transferencia en Melanie Klein no tiene, en ninguna parte de la obra, un tratamiento teórico exclusivo o deliberado. Por el contrario, la técnica en Melanie Klein ha ofrecido muchas contribuciones al abordaje operacional e instrumental de la transferencia. Entonces, tendremos que recordar un poco más las contribuciones generales de la teoría de Melanie Klein, situando una u otra consecuencia teórica que tales contribuciones tienen sobre el concepto de transferencia. Trataremos de poner el énfasis en las “medidas prácticas” de manejo de la transferencia que ella inventó y que realmente provocaron una especie de pequeña revolución en el procedimiento psicoanalítico.
El primer caso de análisis de niños que se conoce en la historia del psicoanálisis fue el singular análisis realizado por Freud sobre el celebérrimo Hans, “Juanito”. El niño presentó una cantidad de fobias, y su padre que había sido analizado por Freud y estaba interesado por el psicoanálisis, resolvió emprender una suerte de análisis familiar –él mismo (el padre de Hans) actuando como psicoanalista de su hijo bajo la supervisión de Freud.
Este primer análisis concreto de un niño tuvo un carácter un tanto excéntrico. El terapeuta era el padre del paciente y Freud –terapeuta del padre- era el supervisor. Afortunadamente, en esa época todavía no estaba de moda la ortodoxia, lo cual permitió abrir un capítulo interesante del psicoanálisis. No hubo un análisis directo de un paciente infantil.
Años después, algunos terapeutas, especialmente analistas mujeres, tenían conocimiento de la existencia de la “enfermedad mental” en los niños, no sólo por la observación sino también porque las obras teóricas de Freud ya habían planteado el hecho de que la neurosis y otras enfermedades comienzan en la infancia y no sólo sucedían en la madurez. Estas psicoanalistas intentaron aplicar el psicoanálisis en niños. Una de ellas fue Sofía Morgenthal y otra F. Helmut, que hicieron simultáneamente ensayos con Anna Freud. Los intentos de las dos primeras no dieron mucho resultado, lo cual las desanimó; en cuanto que Anna Freud desarrolló un método sistemático de análisis de niños. Ella afirmaba que los niños no estaban en condiciones de ser directamente analizados porque no poseían el aparato psíquico totalmente constituido. El superyó no estaba completamente implantado. La capacidad de simbolización y de comprensión de las interpretaciones y de aceptación de la regla fundamental sobre la cual se construye el contrato psicoanalítico eran limitadas. Anna Freud proponía que, para analizar niños, ellos deberían pasar en un primer momento por un proceso educativo, informativo, en que el terapeuta debería reunirse con ellos en varias oportunidades y explicarles en qué consiste el trabajo psicoanalítico, observar el grado de desarrollo intelectual, moral, etc.
Sólo después de ese período es que se podría proponer un tratamiento más o menos similar al modelo del adulto.
Aproximadamente en la misma época, apareció la famosa Melanie Klein -que era paciente de Abraham, uno de los principales colaboradores de Freud- quien afirmaba lo contrario. Decía que los niños son perfectamente pasibles de análisis y que en muchos sentidos, el análisis de niños es más fácil y directo que el de adultos: en la medida en que están más “próximos de su inconsciente”, disponen de defensas secundarias menos consolidadas, etc. Claro está que, se debe tomar conciencia de que la actividad expresiva del niño –aquella a través de la cual se manifiesta la vida psíquica-, predominantemente en su vida cotidiana, era la diversión, el juego.
El error de Anna Freud consistía en querer aplicar a los niños un procedimiento propio del adulto, exigiendo de ellos material verbal asociativo, lo cual no es el modo predominante de expresión del niño, aunque sea capaz de hacerlo. Lo que se debía hacer era posibilitarle al niño las condiciones más “naturales” posibles y simplemente sugerirle o darle elementos para que se divierta, para que juegue. El juego espontáneo del niño es, en sí, un material tan expresivo, significativo y representativo de las formaciones inconscientes como el discurso verbal, de libre asociación del adulto. Hete aquí lo que Melanie Klein comenzó a hacer. Después de unos años de experiencia fue seleccionando y reelaborando en la teoría freudiana los aspectos de la doctrina que le parecían más inteligibles y útiles para la comprensión e interpretación del juego del niño. Ahí es donde se edificó la teoría o tendencia kleiniana en psicoanálisis. Melanie Klein, como todos los continuadores de Freud, no toma completa la teoría freudiana, in totum, sino que selecciona aspectos de la misma, que extrae y articula a su manera, introduciendo otros recursos provenientes sobre todo de corrientes lingüísticas y filosóficas anglosajonas de su preferencia.
Para Melanie Klein, el sujeto psíquico se compone de una unidad que ella denomina Self, que comprende aproximadamente todas las instancias psíquicas anunciadas por Freud en su Segunda Tópica.
El self se constituye desde el comienzo por relaciones con objetos significativos en el desarrollo de un niño. La etapa anterior a la constitución del self es un período de total dispersión y fragmentación del psiquismo, que recuerda mucho lo que Freud llamaba auto-erotismo, situación en que el aparato psíquico no está constituido y se compone de unidades eróticas que funcionan al azar y generan impulsos parciales que pueden satisfacerse en cualquier otra zona erógena o en la misma en que se origina.
Se crea un universo anárquico, disperso, fragmentado, que los alemanes llamaban schpaltung o zer-schpaltung (fragmentación). El self se constituye cuando el universo anárquico se organiza, se unifica en una entidad coherente. Esto sucede teniendo como condición una relación compleja e indispensable con los objetos que son los otros sujetos responsables por el niño, por su crianza. Existen fuerzas que mueven ese organismo psíquico; estas fuerzas son lo que Melanie Klein llama instinto de vida e instinto de muerte. Ustedes pueden preguntarse si en Melanie Klein existe la diferencia tan conocida entre “instinto” y “pulsión”. Aclaremos que tal diferencia, para ella es irrelevante. Ella algunas veces habla de instinto y otras de pulsión. No es una diferencia que le interese demasiado.
En este caso, el instinto de muerte es exactamente el mismo que en Freud –responsable de la quietud, improductividad, destrucción, fragmentación-, en cuanto el instinto de vida es responsable del movimiento, actividad, reunión, unión, organización, orientación de las fuerzas, etc. Según Melanie Klein, ese organismo disperso, en estado de splitting, tiende a organizarse, el instinto de vida y de muerte deben combinarse entre sí, de forma tal que el instinto de vida predomine y ponga al instinto de muerte a su servicio, aprovechando las características del instinto de muerte para dirigirlo, direccionarlo hacia el crecimiento y evolución del organismo psíquico. Claro que tal combinación es precaria en los orígenes de la vida psíquica, de modo tal que el instinto de muerte sigue siendo considerablemente indomable, no controlado, no dominado. Por lo menos, en las primeras etapas se logra organizar el splitting en este universo fragmentario. Pero sólo alcanza a hacerlo separándolo en dos partes mediante el primer mecanismo de defensa de este self, que es el proceso de disociación, de cierta manera, organiza el self porque evita la dispersión total, pero no logra unirlo más allá de la escisión en dos partes. Esos dos sectores no tienen conexión entre sí y a su vez, se vinculan por separado con sus respectivos objetos. Es decir, los objetos también sufren la misma disociación que el self. Esta extraña estructura partida que relaciona una parte del self con otra del objeto, y otra parte del self con otra del objeto, de esta manera logra que el self incipiente (que experimenta la acción de la pulsión de muerte con una vivencia muy sufrida que se denomina ansiedad) pueda combatir y volverla no tan destructiva. Por el contrario, consigue que sea promotora, impulsora para el desarrollo. Además de la disociación, que divide el self y los objetos en buenos y malos; existen otras defensas, como por ejemplo: los objetos buenos y la parte buena del self serán idealizados, es decir, todas las excelencias les serán atribuidas, todas las omnipotencias y maravillas en cuanto la otra parte del self, que se relaciona con otro objeto parcial, será llamada mala, teniendo el poder de persecución, daño, destrucción. Otras defensas serán también utilizadas. Por ejemplo: la negación o declaración de la inexistencia predominantemente del aspecto malo.
La teoría de Melanie Klein ha sido muy criticada porque los teóricos se preguntan ¿cómo es posible, en esta etapa primaria del psiquismo, que se resuelva llamar “bueno” o “malo” los dos sectores del self y de los objetos, cuando esta etapa es pre-verbal, pre-juzgativa, pre-ética, y el sujeto primordial no tiene la menor capacidad de hacer tales juzgamientos.
Se trata de una crítica injusta, porque Melanie Klein aclaró muy bien que lo “bueno” y lo “malo” no tienen ninguna connotación moral, obedeciendo a la necesidad de denominar de algún modo esas etapas con una terminología que, evidentemente, es más apropiada para el investigador que para el sujeto.
Si pudiese hablar, cómo llamaría el sujeto a esos momentos y a esas etapas, nadie lo sabe… Sucede que este momento es denominado por Melanie Klein “posición”, de la misma manera que pedimos nuestra posición cuando queremos verificar el estado de nuestra cuenta bancaria. La posición de la cual hablamos se llama esquizoparanoide. “Esquizo” por la disociación, porque existe separación. “Paranoide” porque un lado de la posición es profundamente persecutorio. Esta posición se caracteriza porque el self y el objeto están disociados. Las ansiedades muy intensas y predominantes son persecutorias o paranoicas. El sufrimiento, el miedo y la sensación de destrucción son intensos. Las defensas que operan en el sentido de moderar tales ansiedades son mecanismos de disociación, idealización, proyección de lo malo en el objeto, negación, etc.
Tendremos formas de “representaciones mentales” (así denominadas por Melanie Klein) del estado en el cual se encuentra el psiquismo. Este estado está compuesto por un determinado equilibrio de fuerzas y una topografía donde se distribuyen el self y los objetos, defensas, etc. Se trata de reconstruir cómo la denominada “mente del sujeto” logra representar esa situación y -además de representarla- logra, de algún modo, “acomodarla” para volverla soportable. Las representaciones que el sujeto hace en esta etapa se llaman fantasmas o fantasías. Los ingleses han hecho una diferenciación entre “fantasy” y “phantasy”. FANTASY se refiere a los devaneos, sueños diurnos que todos tenemos. PHANTASY es relativa a los productos inconscientes a los cuales no tenemos acceso directo, debiendo ser reconstruidos, descifrados. Claro que en los bebés, aunque existiesen fantasmas, no existiría la menor posibilidad de acceso a esos materiales. Existe en el adulto, en el cual los fantasmas pueden ser construidos a partir del discurso asociativo, y en los niños, que los manifiestan al jugar. Tales fantasmas sólo serán reconstruidos a partir de su supervivencia, subsistencia y permanencia en el sujeto simbolizante, lo cual nos permite suponer qué sucede en el bebé. A medida que se desarrolla y realiza el proceso de desenvolvimiento psicosexual del niño, y que éste tiene buenas experiencias, especialmente con el lado bueno, idealizado, en su relación entre el self y los objetos, se producen las transformaciones de manera que disminuye la disociación y tiende a producir una integración entre el self destruido, damnificado, agresivo, persecutorio… y el self placentero, gratificante. Lo mismo sucede con los objetos. Estos y el self se van integrando, tendiendo a transformar el self en self total y a los objetos en objetos totales, integrados. Ese proceso hace que las defensas sean más fluidas, de manera que tienden a disminuir su rigidez y transformarlas en técnicas de manejo de las ansiedades. En términos dinámicos, predomina la pulsión de vida, logrando cada vez más poner a su servicio la pulsión de muerte. Los fantasmas son cada vez más próximos de lo que sería el proceso secundario en el adulto. Entonces, se pasa a una nueva etapa, que Melanie Klein denomina “posición depresiva”, en que se utilizan, probablemente, las mismas defensas que antes, quizás más atenuadas, sumándose otras nuevas. En términos generales, disminuyen la proyección-introyección, idealización, negación y persecución, tendiendo a transformarse en la discriminación y capacidad selectiva de lo “normal”. La proyección-introyección es utilizada con fines de empatía o capacidad de ponerse “en el lugar del otro” o incorporar aspectos positivos del otro que enriquecen la personalidad. La idealización se transforma en admiración y respeto por los objetos reales y así sucesivamente. Por otro lado, disminuye la omnipotencia tanto de la maldad, cuanto de la bondad, del sujeto y de los objetos, de acuerdo con el principio de realidad. Se modifican los sentimientos –cuestión que acompañó todo el tiempo nuestra descripción y que, voluntariamente, dejé de lado para no complicar las cosas.
Melanie Klein atribuye muchísima importancia a los sentimientos inconscientes que, en Freud, según ciertas lecturas, carecen de tal importancia.
Para Freud los afectos y sentimientos son efectos y fenómenos que pertenecen al orden de lo conciente, no teniendo así demasiada importancia para la investigación metapsicológica psicoanalítica.
Para Melanie Klein, todo el tiempo existen sentimientos inconscientes, desde los orígenes del desarrollo hasta la vida adulta. Algunos de esos sentimientos acompañan las características de las posiciones. Son propios de la esquizoparanoide y de la llamada posición depresiva y de una nueva etapa que Melanie Klein no enunció y, tal vez, podría imaginársela, la etapa post-depresiva. Los sentimientos característicos durante la posición esquizoparanoide son: la AVIDEZ –voluntad de vaciar, incorporar completamente el objeto y así, anularlo, eliminarlo; la VORACIDAD –que también es un sentimiento de incorporación en que la destrucción no está dada porque la incorporación es exhaustiva, sino que es “desgarrante”, desarticuladora del objeto como si fuese a devorarlo; el sentimiento de ENVIDIA –voluntad de poner todo el mal del sujeto en el objeto, pero no con el fin de poseer lo bueno que el objeto detenta, sino con el fin de destruirlo,
Éstas son las características de la posición esquizoparanoide, en cuanto sentimientos que la acompañan.
Otros sentimientos aparecen con la entrada de la posición depresiva. Por ejemplo: los CELOS –voluntad de poseer un objeto valioso que el otro posee y no necesariamente voluntad de destruirlo; la CULPA –dolor o remordimiento por los daños que eventualmente se puedan haber causado (real o imaginariamente) al objeto; el MIEDO –no tanto el miedo de la venganza, de la represalia, de la ofensa del objeto persecutorio, sino el miedo a causarle daño por la agresividad y hostilidad del sujeto. Surge la ANGUSTIA, que no debe ser confundida con la ansiedad (característica de todas las posiciones), que es propia de la posición depresiva o post-depresiva.
Los ingleses diferencian “angust” de “anxiety”. Aparecen también sentimientos de REPARACIÓN –voluntad de curar, de concertar y construir, tanto en lo que se refiere al self y al objeto, y también el sentimiento de NOSTALGIA –capacidad de recordar lo perdido o destruido con sentimiento de SAUDADE [1] , al mismo tiempo resignada y relativamente agradable. El idioma portugués es privilegiado por ser el único que posee la palabra saudade, que es una nostalgia agradable. Finalmente, aparece con mayor claridad el sentimiento de AMOR –ansia de bienestar absoluto para el objeto y para sí mismo.
Para completar el cuadro, las posiciones, con sus respectivas formas de self, objetos, ansiedades, defensas, instintos, sentimientos y fantasmas, coinciden relativamente con las etapas que Freud enunció en su teoría del desarrollo psicosexual de las fases erógenas (fase oral primaria y secundaria, fase anal retentiva y expulsiva, fase fálica y fase genital). Algunos kleinianos afirman que la frontera entre la psicosis y la neurosis, el límite entre la posición esquizoparanoide y depresiva, es la fase anal secundaria, en que se comienza a diferenciar el sujeto del objeto, el mundo interno del externo, el self de sus objetos, además de todas las otras integraciones que se realizarán. En este plano, una diferencia importante es que Melanie Klein se basa en sus observaciones y agrega una nueva etapa intermediaria entre la fase anal y la fase fálica –la ETAPA URETRAL-, muy importante para ella, por cuanto las fantasías relacionadas con la orina, como orinar dentro del objeto, tiene mucho que ver con la envidia y vehiculiza los impulsos envidiosos.
Otra cuestión importante es la diferencia que existe en Melanie Klein respecto a la concepción freudiana del Edipo. Esa diferencia debe entenderse en dos sentidos: el primer sentido es que Freud afirma que el Edipo se instala plenamente y se resuelve entre los dos y cuatro años de edad, y todo lo que sucede antes –auto-erotismo, narcisismo primario, narcisismo secundario, etc.- aún no puede ser considerado Complejo de Edipo porque las posiciones del Complejo de Edipo no pueden estar definidas. Melanie Klein ha hablado de EDIPO PRECOZ. Ella afirma que el Edipo está instalado desde el principio de la vida. Dadas las características que adquieren el self y los objetos, el Edipo es una especie de drama surrealista en el cual es difícil reconocer los personajes y las elecciones del progenitor del sexo opuesto, como amado o la elección del progenitor del mismo sexo como odiado o temido. En fin, la distribución de los personajes e impulsos que tenemos en el Edipo precoz, porque estamos hablando de objetos parciales, no sólo en el sentido de objetos buenos y objetos malos. Estamos hablando de objetos parciales en cuanto partes de la anatomía fantasmática de los cuerpos de los progenitores. Se habla de senos, de pene, de heces, de flujos, de manera tal que en una lectura más “realista” del Edipo esos objetos serían irreconocibles. De cualquier modo, Melanie Klein afirma que las fantasías correspondientes a los períodos primarios son organizables edípicamente. Por ejemplo, la fantasía clásica de los ataques envidiosos o celos que se podrían hacer en el Edipo adulto al padre está dirigida al pene del padre o a los bebés, en cuanto interiores al cuerpo de la madre, y así sucesivamente. Esto ha proporcionado un verdadero catálogo, una larga lista de fantasmas reconstruidos por los kleinianos, cada uno de los cuales es más creíble que otros. También ha dado lugar a ironías, entretenimiento y burlas de las interpretaciones kleinianas.
Sin embargo, es bueno recordar que todos los fantasmas que Melanie Klein descubrió y catalogó son estrictamente pasibles de ser descubiertos en la clínica, especialmente en la clínica de niños y en la clínica de psicóticos, en la medida en que los niños aún estarían en estas etapas y que los psicóticos permanecen fijos en ellas o regresivos en el momento de catástrofe o cataclismo del brote. Podemos discutir el descubrimiento, el desciframiento de la clínica de los fantasmas, pero están todos presentes. Para concluir, podemos decir que en el momento de salida parcial de la posición depresiva se va consolidando un proceso muy importante que Klein llama simbolización, es decir, la capacidad de elaborar, capturar, ordenar los fantasmas, impulsos, instintos, defensas, ansiedades y sentimientos en sistemas de representación simbólica conciente. A su vez, este proceso es causa y efecto de la madurez, y es aquello que (aunque de manera precaria) produce una cierta “normalidad”. Esto fundamenta lo que para Melanie Klein es el principio de la cura, no demasiado diferente de aquel que Freud propuso cuando dijo que la cura es la instauración y el predominio del proceso secundario. Es decir, la capacidad adquirida por el sujeto a través de la expresión lúdica y su posibilidad de simbolizar las vicisitudes de su mundo interno, de dominarlo, ordenarlo, en un sistema de representaciones concientes.
Me veo obligado a realizar todo este tránsito por la teoría kleiniana, lo cual puede resultar para algunos un tanto superfluo, redundante o innecesario, pero que nunca será demasiado para otros. Sólo así me podré referir a las contribuciones de Melanie Klein sobre la transferencia; es obvio que todo este devenir, este proceso evolutivo, tiene momentos de estancamiento, fijación, progresión y regresión. Para Melanie Klein, lo que fundamentalmente incide en la progresión son los vínculos que se establecen con los objetos, predominantemente con los objetos buenos, permitiendo que los sujetos acumulen experiencias favorables, introyecten el objeto bueno y lo conviertan en el núcleo de su self, logrando así integrar los instintos, ansiedades, etc.
El proceso que genera la regresión, para Melanie Klein, el retroceso, la fijación, son fundamentalmente las experiencias de frustración, cuando el sujeto se siente atacado, privado de amor, impotente o abandonado por el objeto. Con esto, podemos enumerar nueve características de las contribuciones kleinianas, no sin antes definir qué es la transferencia para Melanie Klein. Se trata nada más ni nada menos que de la repetición que se producirá, en la vida en general, o en la situación analítica en particular de los momentos de fijación en los cuales se permanece por falta de desarrollo o se retorna debido a la regresión originada por la frustración. Estos momentos, que implican formas del self, formas de ser de los objetos, formas de articulación de los instintos, ansiedades típicas, sentimientos típicos, tienden a repetirse predominantemente por efecto de la pulsión de muerte, cuya naturaleza, además de inmovilizar, desarmar, consiste en repetir.
Las contribuciones se podrían resumir así:
1) La técnica del juego: el niño debe ser puesto en condiciones adecuadas para desarrollar la actividad que le es completamente “natural” y predominante en su vida, que es jugar. No es necesario pedagogía alguna. Lo que se puede hacer es favorecerla a través de los juguetes y de un ambiente propicio para el juego.
2) La segunda contribución kleiniana es la propuesta de que la interpretación no necesita esperar que se establezca la transferencia porque ésta se establece inmediatamente, cuando se produce el primer contacto con el niño, así comienza el juego y, a veces, antes, en la relación con los padres que consultan.
3) Si el niño está regresivo en un punto de fijación y si ese punto de fijación significa el predominio de las posiciones primarias, quiere decir que habrá un predominio de la pulsión de muerte, teniendo como efecto el predominio de la transferencia negativa en la situación analítica. Las interpretaciones deben ser precoces, rápidas y, por otro lado, deben estar centradas en la transferencia negativa, en el vínculo persecutorio, destructivo, agresivo. Sólo cuando fuese comprendido, simbolizado, capturado, es que el proceso logrará continuar.
4) La transferencia debe ser interpretada como un fenómeno que está sucediendo estrictamente aquí y ahora en la relación entre el paciente y el terapeuta. Lo que sucede afuera, en la relación con los padres y con el mundo, sólo tiene importancia en la medida en que es manifestado para expresar situaciones que están sucediendo entre el paciente y el terapeuta. Por otro lado, la historia personal que se puede reconstruir a partir del desciframiento del aquí y ahora no tiene tanta importancia. Lo que Freud denominaba construcciones no tiene tanto peso, porque el pasado sólo es importante en la medida en que está presente. Si se logra simbolizar exhaustivamente el presente como transferencia entre el paciente y el analista, puede volver innecesario reconstruir el pasado.
5) La quinta contribución es discutible, en cuanto ser considerada una contribución o un error. Queda abierto. Cada sesión, juego, broma, cada instante de la relación contiene un fantasma. El fantasma puede y debe ser interpretado aunque el sujeto parezca no estar en condiciones de aceptarlo y aunque no lo acepte. El proceso consiste en confrontar el fantasma con la realidad. Sólo que la realidad, en lo que refiere a la formulación anterior, se reduce fundamentalmente a la realidad de la persona y de la tarea del analista. En otras palabras, se reconstruye el fantasma en que aparece la voluntad de devorar el objeto, consumirlo con avidez, el miedo a ser perseguido por él, destruido, etc. La simbolización resulta de la confrontación entre los fantasmas descifrados y la realidad de la persona y de la tarea del analista, que naturalmente no es así y no pretender hacer ninguna de estas cosas.
6) Importancia del proceso de simbolización que no necesariamente consiste en la exposición verbal acerca de lo que fue entendido. Consiste en el cambio de la calidad del juego, en que los juguetes adquieren la característica que realmente poseen y son manejados de manera placentera y creativa.
7) En la interpretación del Edipo precoz es primordial la cuestión de la simetría sexual, cuyo punto no fue tratado por nosotros en la parte teórica. En pocas palabras, vamos a resumirlo, Melanie Klein no admite lo que Freud postula acerca de la diferencia entre el Edipo masculino y el femenino. No acepta lo que en la modernidad se denomina primacía del phalus. No concuerda con la definición que el sujeto haría de la condición femenina como una especie de carencia del órgano masculino. El modelo de comprensión freudiana del Edipo es el Edipo masculino, en cuanto el Edipo femenino se desarrolla como negativo del masculino. Para Melanie Klein, cada sexo tiene su Edipo y un conocimiento implícito de las características anatómicas de su sexo. El hombre sabe que tiene pene y el pene entra en las vicisitudes de sus amores edípicos como: voluntad de poseer genitalmente a la madre, miedo a perderlo por la castración del padre, etc. La mujer, tiene desde muy tempranamente, la plena vivencia de la existencia de su vagina y de la capacidad de embarazarse. A su vez, sufre un complejo de castración articulado con las vicisitudes del complejo de Edipo, pero aquel vivido en torno a las fantasías de destrucción interna, y no de la pérdida del pene imaginario. Se podría decir que este concepto kleiniano del Edipo femenino y positivo, en el sentido de que es original, es un Edipo propio. No necesita calcarse o contraponerse al otro como un negativo simétrico.
8) La importancia que los kleinianos le dan a los sentimientos los ha llevado, en buena parte de los casos (existen casos de kleinianos muy malos), a la consideración de los sentimientos, y les ha dado una singular sensibilidad para entender el material, que se aproxima a la literatura. Los literatos son los artistas del sentimiento, de los cambios, de los pequeños miedos, alegrías, esperanzas, estados de ánimo… Por la importancia dada a los sentimientos, muchos kleinianos son capaces de hacer este tipo de interpretación de la transferencia en términos de delicados sentimientos.
9) La importancia dada a las ansiedades, defensas, fantasmas y, tal vez, menos a otros aspectos. Por ejemplo, los kleinianos juzgan muy negativamente las “actuaciones” y le dan poca importancia a los sueños, que no son su “fuerte”. Los kleinianos opinan que, en la medida en que las ansiedades son registro del juego instintivo y del sufrimiento psíquico, y en la medida en que desencadenan defensas, instintos, ansiedades y defensas, se expresan en los fantasmas. Analizando los fantasmas, las ansiedades y defensas, logran deshacerse las características adoptadas por el self y los objetos en cada posición, lo cual torna más manejable la importancia que pueda tener, eventualmente, la carga de los instintos de muerte.

Resumir todo esto no es una tarea sencilla. Pero al menos, espero que haya sido ilustrativo.

INTERVENCIONES Y PREGUNTAS.

-¿Usted podría explicar más acerca de la transferencia negativa?

Respuesta: A pesar de que Melanie Klein haya escrito un artículo llamado “Observando la conducta de los bebés”, en el cual se abre la ilusión de que también los bebés pueden ser analizados (interesante en ese momento de crisis de mercado que vivimos, pues acá en el Brasil, existe un índice alto de natalidad, la posibilidad de analizar a los bebés es atractiva…) Pero parece que los bebés no son analizables, hasta un determinado momento, cerca de los dos años y medio, tres. Es cuando los bebés tienen un aparato neuromuscular, sensorial y simbólico suficientemente desarrollado para permitirles cumplir la actividad que es la base de la lectura del analista –el entretenimiento, el juego. Se supone que el niño está viviendo, en este período, las posiciones esquizoparanoide y depresiva. Como ya dije, las posiciones se caracterizan por no existir una adecuada integración de los instintos. No existe integración de nada. Ni de los instintos, ni del self, ni de los objetos, lo cual hace que las ansiedades sean muy importantes, así como las defensas, y que la actividad de simbolización sea pobre. Por lo tanto, lo que predomina, en función de esto, es la transferencia negativa.
Entendemos por transferencia negativa el predominio de la hostilidad y de la persecución en la situación analítica. Melanie Klein dice que nada aporta educar en ese momento según la propuesta de Anna Freud, porque todo intento de informaciones y educación caerá en el campo donde predomina la pulsión de muerte, la hostilidad y la persecución. El niño no asimilará lo que se le enseña. No aporta nada interpretar poniendo el énfasis, por ejemplo, en la trasferencia erótica porque no es lo erótico lo que predomina. Lo que predomina no es el amor, es el odio no simbolizado, no capturado en el sistema de representaciones, no permitiendo que el impulso de vida, lo erótico, lo amoroso se desarrolle y tome bajo su control el predominio de la totalidad de la vida psíquica. Por esto ella prescribe que lo primero a ser interpretado es la transferencia negativa, es decir, se debe trabajar la envidia, la avidez, la voracidad, el odio, los celos, la culpa persecutoria, etc.
Lo que ha sucedido, sin entrar en muchos refinamientos teóricos, es que la propuesta kleiniana ha sido mal interpretada. Muchas veces, las interpretaciones kleinianas parecen desaforadas, porque enfatizan tanto la maldad, el odio, la voluntad de destrucción, que el niño o el adulto terminan melancolizándose, entendiendo que son puramente malos o que no tienen nada de bueno. Las interpretaciones de la transferencia negativa no son articuladas con las positivas. No se muestra al paciente cómo el predominio negativo no permite la emergencia de lo positivo, lo cual a veces produce el incremento de la culpa persecutoria, de autopunición y, fundamentalmente, del desaliento. En palabras del paciente, sería: ¡Ah, entonces es así… entonces no tengo salvación alguna…” Si esto surge necesariamente de la concepción kleiniana o no, es discutible. En general, vemos que surge de la mala comprensión de la teoría y de la propuesta kleiniana.

– ¿Usted podría hablar un poco más acerca de las interpretaciones cuando predomina la pulsión de muerte?

Respuesta: Se desprende un poco de la respuesta anterior. Melanie Klein tiene dos casos famosos: el “Caso Dick” y el “Caso Richard”, siendo uno de ellos descripto de manera admirable en un gran libro, sesión por sesión, todo lo que le fue interpretado Richard –Relato del psicoanálisis de un niño. Independientemente de coincidir o no con la teoría kleiniana o con el tipo de intervención que inspira, lo que se debe rescatar con el mayor de los respetos y admiración es la voluntad de objetivar el trabajo que ella realizó. No sé si ustedes observaron que, últimamente, nadie publica casos clínicos. Los psicoanalistas se ocupan de re-analizar teóricamente los casos de Freud. Pero no se sabe qué es lo que cada uno hace en su consultorio, lo cual es muy negativo para el desarrollo de nuestra disciplina. Todos hablan de las teorías que adoptan, pero no hablan sobre cómo las aplican y nadie sabe si aciertan o no. Melanie Klein hizo largas exposiciones sobre su forma de trabajar. Eso puede ser apreciado en el libro que les mencioné.
La interpretación rápida, de entrada, remite a los primeros juguetes que el niño toma, a los primeros movimientos que hace, los cuales Melanie Klein ya interpreta en términos de relaciones objetales. Vuelvo a insistir, hay muchas críticas para hacer, sin embargo ésta es la característica. Predominantemente, apunta a las fantasías e impulsos destructivos que coartan la libertad de juego. En términos del miedo que el niño pueda tener sobre lo que se está repitiendo con relación al analista como producto de la envidia, que podría destruir al analista, la voluntad de incorporarlo, vaciarlo, sacarle todas las cosas buenas, voluntad de cortarlo en pedacitos, de destruirlo, despojarlo de otras relaciones afectivas con otros pacientes, con sus familiares, etc. Esos fantasmas arcaicos suceden con gran predominio de la pulsión de muerte, con fortísimas y displacenteras ansiedades y con defensas rígidas contra la ansiedad. En la medida en que se interpreta y se plantea en términos simbólicos, disminuye la ansiedad porque disminuye el temor de que esto esté aconteciendo en la realidad. Localizando todo eso como fantasma, surge la ocasión de que al lado de la pulsión de vida, la transferencia amorosa, aparezca con mayor claridad y la induzca al proceso de manifestación del juego y de la expresión más libre, creativa y comprensible.

– Ya que la teoría kleiniana pone el énfasis en el juego, en el jugar como forma de expresión, me gustaría saber si en ella se hace referencia a la creatividad, a la imaginación, en el caso del niño, y ¿qué se haría al respecto?

Respuesta: Realmente sí. Para los kleinianos el proceso de simbolización, con todo lo que implica dominio de todos los aspectos que terminamos de mencionar, sería la base de la sublimación y del uso creativo de la capacidad de pensamiento y de imaginación y de toda actividad constructiva, no sólo de la artística.
Hay un artículo de Melanie Klein que se llama “Acerca de la importancia de la formación de símbolos”. Existen otros autores post-kleinianos como Winnicott, por ejemplo, que se han ocupado especialmente de esto. Ellos afirman terminantemente que la capacidad de jugar (ya sea espontánea o adquirida a través de un análisis o de otros procedimientos) es el antecedente, el prolegómeno de cualquier otra capacidad creativa-constructiva-inventiva-sublimatoria del adulto. Hay un analista kleiniano argentino –Emilio Rodrigué- que ha trabajado sobre una cuestión que, según me parece, responde a su pregunta, que es la INTERPRETACIÓN LÚDICA, en el sentido, por ejemplo, de que el analista de niños no necesariamente precisa hacer las interpretaciones de manera verbal o de manera “adulta” y “ortodoxa”. A su vez, él necesita jugar, de un modo que adopte el código que usa el niño. Si él juega de manera complementaria, y logra transmitir significaciones con este recurso, no necesita interpretar. Con este recurso no necesita enunciar interpretaciones en un sentido clásico, lo cual es un gran desafío, porque los analistas saben interpretar pero no saben jugar. Así se plantea un desafío, una prueba. ¿Cuánto conserva el analista de niño juguetón y cuánto logra jugar nuevamente con fines específicos para su procedimiento?

– Me gustaría que usted aclarase la quinta contribución, cuando afirma que puede ser un error o una contribución la cuestión de la interpretación. Cada sesión tiene un fantasma que puede y debe ser interpretado, independientemente del entendimiento a de la aceptación del paciente. ¿En qué sentido puede ser un error y en qué sentido puede ser una contribución?

Respuesta: Ésta es una excelente pregunta. No es fácil resumir la respuesta. La propuesta kleiniana es que cada momento y segmento de lo que llamamos “material” (juego, discurso, sesión, período) tiene un fantasma que puede y debe ser descifrado, debe ser comunicado al paciente -independientemente de estar o no en condiciones concientes de asimilarlo, aceptarlo. Esto tiene un aspecto positivo: los analistas, sabiendo que puede ser así, que puede haber un fantasma específico en cada segmento del material, se esfuerzan por descifrarlo, es decir, en disminuir aquella parte del “material” a la cual no prestan atención porque les da la impresión de que es “conversación en vano”, que no viene al caso comprender lo que “no quiere decir nada”. Existen analistas que toman demasiado en consideración lo que yo podría explicarles a través de una metáfora que suelo usar para esto: ¿se podría llamar “deglutidora” al aparato para deglutir? Es un neologismo. Existen terapeutas que sólo tienen en consideración el diámetro de la “deglutidora” del paciente. Sólo le dicen aquellas cosas de las cuales están absolutamente seguros que él vaya a deglutir, porque se preocupan mucho con la respuesta inmediata. En este sentido, desconocen, olvidan, no valoran que la interpretación sólo muy parcialmente está dirigida al yo y a la conciencia. Opera en otros niveles y su apropiación y procedencia no se definen por la respuesta inmediata. Se definen, como dice Freud, por la capacidad que posee de abrir nuevos materiales en lo que aparecerá después. En este sentido, es bueno que los kleinianos insistan en interpretar en cuanto entienden; cuando entienden, interpretan. El paciente no “entiende” nada y su primera respuesta es de disgusto o rechazo. Esto no tiene importancia. La cuestión es continuar con la atención fluctuante, viendo qué vendrá. En ese sentido, es positivo. No sé si quedó claro cuáles son los sentidos positivos de esta idea. Los sentidos negativos, o por lo menos discutibles, son los que Freud dejó bien en claro: el “material”, el “discurso” del paciente, etc., no son algo uniforme, sin embargo son valiosos. Existen puntos nodales que se llaman FORMACIONES DEL INCONSCIENTE que son, como en cualquier escrito, las palabras subrayadas, pasajes privilegiados que tenemos que considerar especialmente y cuya interpretación permite entender, retroactivamente, todo el otro período y transcurso que no es muy expresivo y significativo. La traducción, por así decir, el desciframiento, debe realizarse a partir de dos puntos privilegiados que darán sentido a otros períodos “vacíos” de expresividad. La idea de tomar todo material por igual e interpretar cada parte en el momento en que “aparece” es una propuesta peligrosa porque lleva a una especie de actitud de “intérprete simultáneo de congresos” en la cual, en la medida en que el disertante va hablando, el traductor va traduciendo (nunca supe como logran hacer eso; para mí es un misterio…) Pero, en análisis esto no funciona. Se debe esperar a que se completen los períodos significativos que se califiquen como tales, a partir de la emergencia de una formación del inconsciente típica como el sueño, el acto fallido, el lapsus linguae; es partiendo de ahí que es posible entender lo que fue dicho anteriormente, pidiendo asociaciones al respecto.
Otra actitud es tomar cada pasaje y buscarle una traducción en términos de fantasmas, consultando el “diccionario de fantasmas” que Melanie Klein produjo. El contenido manifiesto puede tener un cierto parecido con el fantasma que tenemos disponible, que recordamos, pero puede no ser su sentido latente. El fantasma puede ser otro. El peligro es que lleve a una traducción sistemática, simultánea y estereotipada. Éste me parece el aspecto más negativo del asunto.

Del libro “Cinco lições sobre a Transferência”, Editora Hucitec, Sao Paulo, 1996.
Traducción: Andrea Álvarez Contreras.
Buenos Aires, 14 de abril de 2004

La Concepción Kleiniana de la Transferencia
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