La pelea, en nosotros, entre la militante y la hippie

Cuando el cartógrafo comenta con las noviecitas sus investigaciones respecto a la convivencia entre la militante y la hippie, ellas le cuentan que, dependiendo del país y de los momentos, esos dos tipos de figuras no se entienden: incluso se puede hasta decir que traban entre sí una verdadera guerra. Y él teme que eso las haga volverse más vulnerables aún a las fuerzas de muerte de la América en nosotros, el enemigo que comparten y que combaten, cada una a su modo. Ellas le informan que eso no es algo de hoy: ya en el siglo XIX se enfrentaban las vanguardias políticas amarradas a la pesadilla del Estado y las vanguardias estéticas en su experimentación radical de disolución de la unidad subjetiva, de cuestionamiento del propio yo y de sus relaciones con el sentido.
Pero el cartógrafo quiere conocer en vivo esa disputa. Y le pide a las noviecitas que le indiquen un país en que eso esté ocurriendo actualmente. Ellas le dicen que, en ese caso, es para ir luego descartando a Francia, pues por lo que estuvieron leyendo, allá está habiendo una verdadera revolución civil, en la cual esos dos tipos de lucha macro y micro se habrían fundido en una sola. Eso estaría creando incluso, un movimiento bastante singular al que llaman “Mayo del ‘68”, donde justamente esos dos tipos de sensibilidad se están componiendo. También es bueno descartar a los Estados Unidos, porque allá el Movimiento Hippie se junta con las grandes reivindicaciones macropolíticas del tipo “protesta contra la Guerra de Vietnam”. Las noviecitas sugieren el Brasil, pues así su amigo no sólo conocerá un poco de esa pelea sino principalmente, descubriría una tercera vía, que tampoco es la fusión o síntesis de las dos anteriores, y que parece estar sucediendo sólo en aquel país. Algo que llaman “Tropicalismo”.
Encontrando muy seductora la idea, el cartógrafo resuelve desviar el rumbo de su expedición hacia ese Brasil tan fascinante. Para acompañarlo en ese desvío, nadie mejor que una noviecita brasileña. Por suerte, en el grupo hay una. Él la invita. Ella acepta. Parten ese mismo día.

El cartógrafo va al Brasil y descubre la “tropicalista en nosotros”
La expedición llega al Brasil. Está haciendo un calor tremendo y la primera cosa que el cartógrafo sabe es que el país está lleno de antropófagos. Se queda horrorizado, pero luego se calma pues su amiga lo lleva directamente a una comunidad donde se hospedarán; y él no tarda en descubrir en la antropofagia de los brasileños, algo bastante interesante que, hasta entonces desconocía. Desde el instante en que llega, entra en una verdadera maratón de la cual sólo saldrá por circunstancias ajenas a su voluntad y ajenas además, a la voluntad de todos los amigos que él termina haciendo en el Brasil.
Con esos amigos, el cartógrafo pasa noches y noches conversando. Va conociendo historias y más historias, escucha música sin parar, ve un montón de films, obras de teatro, shows y festivales está habiendo un verdadero torrente de ellos visita exposiciones, participa de debates, lee periódicos, revistas, libros, lee, lee, lee… Escucha. Ve. Y sobre todo, deja su cuerpo vibrátil permeable a todas esas intensidades. Es ahí que comienza a entender en qué consiste dicha antropofagia de los brasileños. Va percibiendo que, por ejemplo, la hippie en nosotros, doblada en la versión brasileña, es efecto de una mezcla de materias de expresión de los más variados orígenes, incluso en diferentes épocas. Es decir, aquí la hippie se convirtió en otra. Como su amiga americana del Norte, ella acoge la desterritorialización y hasta la intensifica, llenándose de marihuana y ácido lisérgico para ir soñando hasta estallar en colorido, en el sol de los cinco sentidos: quiere saber todo respecto a la geografía de los cuerpos vibrátiles. Acoge también, la abundancia de materias de expresión para, mezclándolas, componer sus nuevos territorios. Pero a diferencia de su amiga, la noviecita hippie del Brasil sabe que el problema no es resistir al desarrollo urbano, industrial y tecnológico. Ella sabe que en esa resistencia hay algo reactivo, que ella llama “careta”, que le desagrada profundamente. El cartógrafo tiene la impresión que para ella, por el contrario, se trata de abrir los brazos hacia todas esas conquistas y sin tardar, devorarlas.
Y nuestro amigo confirma aún más esa impresión, cuando alguien coloca en la juke box un disco de un compositor que está surgiendo y ya está teniendo mucho éxito, incluso en dichos festivales. Le dicen que se trata de uno de los creadores del Movimiento Tropicalista del que le hablaron antes de partir sus amigas noviecitas: Caetano Viana Teles Veloso, al que todos llaman apenas “Caetano”. El cartógrafo queda encantado con aquel sonido: hay en él una suavidad que nunca antes escuchó. Alguien le dice que, en ese timbre, Caetano es heredero de un tal Joao Gilberto, un poco mayor que él, que introdujo esa especie de magia sonora en la voz del Brasil, en su voz industrializada. También el brillo de la poesía de Caetano lo deja al cartógrafo encantado. Una de las frases trata directamente el asunto que le interesa: él habla de su embate con el desarrollo urbano y de cómo siente que es reactiva la resistencia que, en un primer momento, opone a esa situación desconocida. Caetano canta que cuando llegó a la gran ciudad*, lleno de un sueño feliz, vivió un difícil comienzo […].porque Narciso encuentra feo lo que no es espejo. Pero que, pasado el susto, aprendió de inmediato a llamar realidad lo que estaba viendo. Y luego vino la fascinación con la gran ciudad y el reconocimiento de que alguna cosa sucedía en su corazón cuando se topaba con la dura poesía concreta de sus esquinas.
Esas canciones confirman aquello de lo que desconfiaba nuestro amigo: aquí están sabiendo que resistir a la urbanización, a la industrialización, al avance científico y tecnológico, es resistir al cambio. Por eso no temen el estremecimiento sísmico de los cambios que están dejando a la tierra en trance: acogen la posibilidad de expansión que dichos cambios traen, procurando mientras tanto, no caer en la emboscada de la captura, sea de la especie que fuere. Insisten en afirmar que no adoptan programa alguno, que no llevan ninguna verdad en el bolso o en las manos. Quieren tener las manos libres para acoger el devenir, para poder efectuarlo, devorando para eso todo lo que tengan derecho. Quieren cultivar una jalea general brasileña, cultura de creación de elementos de lo más variopintos, de donde puedan extraer el alimento para la formación de sus territorios. Nuestro investigador se da cuenta que “Tropicalismo” es el nombre actual de la antropofagia de los brasileños.
El cartógrafo percibe que esa hippie doblada al portugués es, por una serie de circunstancias que él desconoce, menos ingenua que su amiga americana del Norte; ella está demasiado “desplazada”, como dice la gente de allí. No quiere dormir en el punto, en ningún punto de su existencia. Por primera vez desde que comenzó la expedición, el cartógrafo siente que está conociendo gente que, de hecho, aguanta la explicitación del finito ilimitado a la que fue sometido el planeta: esos hippies antropofágicos tropicalistas” acogen los tres movimientos del deseo. A diferencia de sus amigos del Norte, ellos no tienen nada contra la historia, visible y formal, de los territorios constituidos por el tercer movimiento; saben sin miedo, que no hay ninguna especie de “pureza” energética que no pase por la constitución de territorio. Saben del carácter de artificio del deseo y también de cómo esa fabricación está intensificada en las condiciones actuales: ellos tienen una visión trágica de la vida. Por eso es que saben que el problema, desde el punto de vista micropolítico, no es resistir a la América en nosotros, que éste es sólo el nombre de las nuevas condiciones de existencia de ese mundo condiciones que en sí, no son ni buenas ni malas. Saben que el problema es encontrar, exactamente, en esas condiciones, un modo de semiotización que preserve y hasta intensifique la posibilidad de expansión, de creación, de poesía que esa “América” proporciona. Es decir, un modo de semiotización que lleve aún más lejos las nuevas condiciones que se abrieron para la humanidad. Que lleve aún más lejos la posibilidad de ejercicio del cuerpo vibrátil. Que … lleve aún mas lejos el artificio …

Fragmento de un capítulo del libro de Suely Rolnik, Cartografía Sentimental: transformações contemporâneas do desejo. Ed. Estação Liberdade. São Paulo, Brasil, 1989.
Traducción: Andrea Álvarez Contreras. T.A.A.
(Traducción autorizada por la autora) Buenos Aires, 1993.

La pelea, en nosotros, entre la militante y la hippie
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