La Responsabilidad Social del psicoterapeuta en los tiempos de la globalización

I. Introducción.
“¿Cómo podemos obtener nueva consistencia e incorporar en algún eventual manifiesto una nueva teleología materialista? ¿Cómo podemos construir un aparato que reúna al sujeto (la multitud) con el objeto (la liberación cosmopolítica) en el seno de la posmodernidad? Evidentemente, esto no puede lograrse siguiendo las indicaciones ofrecidas por Marx y Engels, ni siquiera aceptando por entero el argumento de campo de inmanencia”.
(Toni Negri y Michael Hardt, Imperio)

La responsabilidad social del psicoterapeuta es el nombre del artículo que escribí en Buenos Aires en el año 1969, para la revista “Cuadernos de Psicología Concreta”. Para aquella época en el sur del continente americano, yo abogaba por una psicoterapia accesible a todas las capas sociales y recursos económicos, con cualidades regionales y la creación de una teoría de la técnica que permitiera la abreviación y masificación de técnicas individuales y grupales de psicoterapia.
Creo que toda mi vida personal y mi vida profesional en el campo “psi” ha estado signada por mi entusiasmo con el compromiso ideológico y político para cambiar, junto con otros, las cosas que no me gustaban de la sociedad en la que vivía. Por no ser alguien más de la mayoría silenciosa, por no ser un espectador pasivo de la tragedia humana, de la injusticia social. Estudié Medicina y Humanidades. Un día, me desperté dudando de que los ricos eran ricos porque trabajaban y los pobres eran pobres porque no trabajaban o porque así lo dispuso el Señor. Aprendí que lo que les sobraba a algunos era lo que les faltaba a otros y esto me sirvió no sólo para un compromiso político y social, sino también para comprender el juego de vasos comunicantes en la psicopatología vincular de un grupo familiar donde, como enseñaron José Bleger y Enrique Pichón Rivière, cuando a unos les sobra enfermedad es porque otros se apropian de la salud, que debería ser un bien común.
Para ser consecuente con estas ideas me entregué a mi vocación reparadora dedicándome a trabajar en el Hospital y tuve la fortuna de ser apadrinado en mi formación por Mauricio Goldenberg (Servicio de Psicopatología del Policlínico de Lanús), a quien estas mismas ideas lo llevaron a desarrollar una militancia de auténtico pionero full time en la defensa de un hospital para todos, público y gratuito, como debía ser, ya que los pobres para quienes estaba dedicado no tenían por qué pagar el acceso a la salud, que es parte del patrimonio nacional y que ellos, desde su escalón social correspondiente, contribuían a crear.
Previo a los años sesenta, mi formación de médico de postgrado, abrían la psiquiatría hacia el hospital general e interrogaban la posibilidad de adjuntar el psicoanálisis a múltiples recursos técnicos que confluyeran en el desarrollo de psicoterapias al alcance de todo el mundo. A finales de los ‘50 y principios de los ‘60 ya desarrollábamos en los hospitales generales, especialmente en el Hospital de Lanús, terapias individuales, grupales, familiares, institucionales, vinculares, comunitarias, etc. combinándolas con el trabajo de terapistas ocupacionales, asistentes sociales, personal de enfermería y otros trabajadores de la salud. En el cono sur se desarrollaban corrientes de psiquiatría social, de estudios epidemiológicos con diferentes enfoques. En mi caso, me fui dedicando a la formación de residentes y postgrado de psiquiatría. Ejercíamos, con nuestro equipo de docencia, un programa interdisciplinario y estudios de campo destinados a establecer los sujetos de estudio que las situaciones reclamaran, especialmente las que provenían de los barrios marginales más necesitados. Esto nos encolumnó en una polémica con sectores científicos que promovían la idea de privilegiar los sujetos u objetos de estudio dictados por las metrópolis de los países desarrollados. Para dar un ejemplo: cuando en Estados Unidos se promovía el tema “posmoderno” de los grados de incomunicación en la pareja, nosotros debíamos resolver los temas ecológicos ambientales de cohabitación y colecho que se nos presentaban en las parejas y familias entrevistadas entre aquellos que no disponían más que un lugar estrecho para convivir todos juntos. Eran épocas también (Ver “Sangre de Cóndor”, película boliviana) en las que se promovía a través de los equipos enviados desde las metrópolis planes de esterilización para la reducción de la natalidad, en el campesinado y zonas urbanas más empobrecidas y de potencial más contestatario, y por tanto, más peligrosas políticamente. Eran las épocas en las que se canjeaba una ligadura de trompas por una radio portátil. También se promovían las teorías de que las psicoterapias verbales, como el psicoanálisis por ejemplo, debían ser utilizadas exclusivamente en las clases más acomodadas, ya que se las suponía, por su mayor riqueza educativa, con más capacidad de abstracción como para poder aprovechar estas técnicas. Se proponían a cambio el desarrollo de técnicas de acción para las clases más humildes y en algunos autores, como Gladwin, la posibilidad de considerar a la pobreza como una enfermedad que requería ejercitación de estilos de vidas para su curación. Todo esto componía en rasgos generales el panorama de lo que se denominaba control social ejercido por el Neocolonialismo en América del Sur, datos que desarrollé en el artículo antes mencionado.
Ésa es la razón por la cual diversos planes de subsidios de fundaciones norteamericanas eran rechazados por numerosos investigadores nativos que buscaban tener independencia en la elección de su objeto de estudio y en sus metodologías, en sus modos de accionar. Plan Camelot es como se denominaba al conjunto de técnicas de control social, a tal punto que el “New York Times” llegó a comentar en uno de sus editoriales que para los efectos de la sujeción social en América Latina era más práctico y económico contar con un grupo de psicólogos, sociólogos, antropólogos, que en nombre de la salud pudieran realizar un trabajo mejor que un regimiento de marines bien equipados. En la década de los sesenta las actividades antiimperialistas y las críticas mundiales contra el imperialismo desembocaron, entre otras, en el mayo del ‘68 y se extendieron por el resto del planeta con la consigna de la imaginación al poder y la creación de la Antipsiquiatría, los desarrollos del Anti-Edipo en el campo del psicoanálisis, y la Contracultura en general abarcando la crisis de la modernidad, que para algunos constituía una nueva fase de la modernidad más que un pasaje al posmodernismo. Ese movimiento se denominó Contracultura por integrar los cambios de paradigmas tanto en el arte como en la ciencia y en la filosofía. El ascenso de las luchas por los derechos de los marginales y minorías, incluyó el crecimiento del Poder Negro, el incremento de los derechos del niño, de los homosexuales, de los discapacitados y el gran avance del feminismo. Sin embargo, este esplendor marcó contradicciones que no llegaron a integrarse con los hallazgos de la psicofarmacología y los avances de las teorías dinámicas del campo de la psicopatología, de las neurociencias, de la psiquiatría biológica, que volvió a tomar impulso a partir de los setenta muchas veces recuperando y acrecentando sus tendencias cientificistas.
En 1969 creamos en Roma el Movimiento contestatario Plataforma disidente de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA) de la que se apartó sin dejar de seguir ejerciendo el psicoanálisis. La Asociación Internacional de Grupos se desarrolló cobijando en su seno diferentes escuelas en un arco que iba del Psicodrama creado por Moreno al Grupoanálisis creado por S.H. Foulkes. En España se desarrollan, desde finales de los 60, aperturas hacia el psicoanálisis, la psicología, la psicopatología vincular, el trabajo psicodramático y con grupos, muy estimulado por la llegada de los exiliados sudamericanos. Dicha apertura fue favorecida por el crecimiento, entre otras, de la teoría de los grupos, de los vínculos y de la Psicología Social desarrollada por Enrique Pichón Rivière, cuyo legado teórico-práctico me posibilitó durante mi exilio fundar la Primera Escuela de Psicología Social en España, y profundizar todos estos temas junto al grupo Quipú que vi nacer desde sus comienzos en Madrid de la mano de Nicolás Caparrós, quien con permanente constancia y consecuencia con esta temática la incluyó en la formación para la asistencia, la docencia y la investigación. Al igual que con Juan Campos Avillar, con quien pudimos estudiar las convergencias entre el pensamiento pichoniano y el de S.H. Foulkes, fundando el Grupo Análisis Operativo (G.A.O.)

II. Dispositivos conceptuales y técnicos en la producción de responsabilidad social del psicoterapeuta de la globalización.
“En particular, el desarrollo y el triunfo del capitalismo no habrían sido posibles, en esta perspectiva, sin el control disciplinario llevado a cabo por el nuevo bio-poder que ha creado por así decirlo, a través de una serie de tecnologías adecuadas, los ‘cuerpos dóciles’ que le eran necesarios”.
(Giorgio Agamben, Homo Sacer)

1.Modernismo .
El modernismo acuñó una mentalidad que se expandió rápidamente por Europa y por América y su espíritu, el de un movimiento cultural surgido en Occidente en los siglos XVII y XVIII persiste hasta nuestros días. Defendió la noción de sujeto y la idea progresista de la historia, concibiendo la cultura conformada por la ciencia, la moralidad y el arte, convalidados respectivamente por el trípode de la verdad, la rectitud moral y la belleza. Ideas que constituían un ideal de unidad de la ideología del progreso, ya que la razón, según sostiene, gobierna y gobernará las acciones humanas y la humanidad se dirigirá hacia esa perfección. Todos sus ámbitos confluirían en una unidad suprema en la que se fundirán todos los deseos y opiniones particulares y la subjetividad concretaría su posibilidad máxima accediendo a la universalidad de la razón.
El sentido de moderno como nuevo, actual, renovador, sigue vigente, aunque paradójicamente si existe un movimiento posmoderno, también podría ser abarcado para muchos autores en el concepto de moderno.
El discurso de la modernidad se refiere a leyes universales que constituyen y explican la realidad y algunos de sus términos son: determinismo, racionalidad, universalidad, verdad, progreso, emancipación, unidad, continuidad, eternidad.
El discurso de la posmodernidad en cambio sostiene que sólo puede haber consensos parciales o locales de juegos de lenguaje y algunos de sus términos son: deconstrucción, alternativas, perspectivas, indeterminación, descentralización, disolución, diferencia, efímero, incertidumbre, multiplicidad.

2. Posmodernidad.
La posmodernidad involucra la emergencia de una reacción crítica a las verdades universales y fundantes de la modernidad y se delinean dos corrientes posmodernas. Una más conservadora que resalta los valores de la tecnología y de la cosmovisión del mundo como globalidad y una noción de progreso basado en el apriorismo de las posibilidades infinitas del sujeto. Otra más progresista, más inclinada al escepticismo respecto del mundo, de las cosas materiales y del sujeto.
Lo que se confronta entre ambas corrientes es el sentido unitario de la historia versus la pluralidad de sentidos (pensamiento de la contaminación); la totalidad del mundo versus la fragmentación y el descentramiento; el sujeto auto-centrado versus la división del sujeto.
A Nietzsche se lo ubica como el primer posmoderno en su concepción de la muerte de Dios, de la potencia del sujeto para actuar (“voluntad de poder”) y su filosofía dionisíaca, “más allá del bien y del mal”.
En el seno del posmodernismo la realidad está tan desestabilizada que no brinda materia para la experiencia, sino para el sondeo y la experimentación. La solución transvanguardista o posmoderna, en el sentido que le da Jenks, plantea que el eclecticismo es el grado cero de la cultura contemporánea. Oímos reggae, miramos un western, comemos en un McDonald al mediodía, cenamos un plato francés, nos vestimos al estilo retro y el conocimiento circula por los juegos televisados. Un realismo entre los productores y el público complace un relajamiento que es en realidad el realismo del dinero: a falta de criterios estéticos sigue siendo útil medir el valor de las obras por las ganancias que se pueden sacar de ellas. François Lyotard dice que una obra no puede convertirse en moderna si en principio no es posmoderna. El posmodernismo así entendido no es el final del modernismo, sino su estado naciente, y este estado es constante.
“Lo posmoderno sería aquello que alega lo impresentable en lo moderno y que se niega a la consolación de las formas bellas, al consenso de un gusto que permitiría experimentar en común la nostalgia de lo imposible; aquello que indaga por presentaciones nuevas, no para gozar de ellas sino para hacer sentir mejor que hay algo que es impresentable. Un artista, un escritor posmoderno, están en la situación de un filósofo: el texto que escriben, la obra que llevan a cabo, en principio, no están gobernados por reglas ya establecidas y no puede ser juzgado por medio de un juicio determinante, por la aplicación a este texto, a esta obra de categorías conocidas. Estas reglas y estas categorías son lo que la obra o el texto investigan. El artista y el escritor, trabajan sin reglas y para establecer las reglas de aquello que habrá sido hecho. De ahí que la obra y el texto, tengan las propiedades del acontecimiento; de ahí también que lleguen demasiado tarde para su autor o lo que viene a ser lo mismo, que su puesta en obra llegue demasiado pronto. Posmoderno será comprender según la paradoja del futuro anterior. La respuesta es: guerra al todo, demos testimonio de lo impresentable, activemos los diferendos, salvemos el honor del nombre”. (Lyotard: “La posmodernidad explicada a los niños”)

3. Subjetividad y globalización.
Estamos viviendo en la era de la globalización y de la transnacionalidad. Los siglos que nos preceden se conocen por las figuras que desataron las guerras mundiales entre grandes potencias ideológicamente opuestas y que se enunciaron como marca registrada por el vehículo que utilizaron en su disputa por el poder.
Los inventos provenientes de los avances tecnológicos y científicos, a la vez que beneficiaron la calidad y esperanza de vida de la humanidad, establecieron las condiciones para un combate a muerte en la competencia para su posesión. Algunos estados se aliaron para invadir a otros, quienes se aliaron a su vez produciendo una polarización subjetiva denominada el “aliado” o el “enemigo”, que englobó a todo el planeta y que partió al mundo, ordenándolo numéricamente en primero, segundo, tercero, cuarto, mundos y así. Los ciclos fueron denominados según la potencia del arma que utilizaba el vencedor, a saber: ciclo de la primera guerra mundial o de la dinamita; ciclo de la segunda guerra mundial o de la bomba atómica; ciclo de la tercera guerra mundial o de las guerras frías entre el Este y el Oeste, entre el Norte y el Sur para las nuevas formas del neocolonialismo, que parece haber finalizado con la caída del muro de Berlín y la aceptación de las condiciones de vida y producciones de subjetividad que dictan las reglas del Capitalismo Mundial Integrado.
Hoy, tras la brutal tragedia de las Torres Gemelas y las concepciones de lucha global contra el terrorismo, se inaugura una nueva fase política que suprime las fronteras, como barreras de exterioridad e interioridad, comprometiendo a cada país del planeta en una guerra total.
Junto con la lucha global contra el terrorismo, la globalización de la economía y de los mass media electrónicos, nos instala en una nueva incertidumbre del Mercado, que sectores del Capitalismo Mundial Integrado por alianzas transnacionales, lanza contra el resto de la humanidad. En el transcurso de esta incertidumbre de exclusión contra minorías selectas, que detentan el poder mortífero y vitalista a la vez de la supertecnología contemporánea, se producen fenómenos culturales, sociales, políticos, que afectan a las subjetividades singulares y colectivas, las que a su vez reaccionan alimentando o resquebrajando la omnipotencia de quienes conducen estos vehículos.
Estamos instalados en dilemas sin salida cuando la lucha se embandera con pancartas de imposible resolución, por ejemplo: ¿Cómo oponerse con mentalidad o con acciones progresistas al avance científico y tecnológico del que todos queremos beneficiarnos, sin ser acusados de retrógrados, conservadores, fundamentalistas o subversivos que pretenden reinstalar los modelos anteriores, más recordados por las catástrofes que desencadenaron que por los principios que sustentaron? ¿Cómo defender el amor a la patria sin caer en nacionalismos y en racismos étnicos y culturales que retrotraen el efecto propulsor y enriquecedor que la globalización informática movilizó al crear la interpenetración constante de líneas de fuerza económicas del Mercado sin fronteras constituyendo un planeta democráticamente autogestionado por la caósmosis de culturas diferentes, capaces de enriquecer las raíces modernas que habitan en cada país? ¿Cómo luchar por los derechos humanos, enarbolando principios éticos, estéticos y políticos, en cualquier situación y momento, reclamándoselos a las personas u organizaciones que tienden a minimizar o naturalizar la tragedia del vivir, si al mismo tiempo que dependemos de ellas para sobrevivir o para mantener un mínimo de calidad de vida, debemos negociar, si queremos conquistar la democracia, puntos de partida como la libertad de mercado y la imposibilidad de combatir la pobreza y la corrupción, declinando las posibilidades de una clínica de las utopías para aceptar el riesgo de una cirugía mayor con o sin anestesia? ¿Cómo desmitificar la figura moderna de la subjetividad que sustenta la creencia de que debemos apurarnos para no llegar tarde a la referencia identitaria (llegar a ser alguien entre los diez primeros países del primer mundo) y su promesa ilusoria de estabilidad no efímera, sin caer en discursos simplistas o reduccionistas, que niegan que la llamada posmodernidad progresista nos trajo el privilegio de lo complejo y contribuyó a liberarnos de la esclavitud y de las deformaciones que produjo en nuestra subjetividad personal y profesional ser súbditos de la monarquía causal? ¿Cómo luchar contra los efectos nocivos de las creencias que instalaron el modelo de la supervelocidad del zapping, del fast food y del lifting en nuestras prácticas profesionales, si seguimos respondiendo con las mismas teorías del sujeto (más de lo mismo: los ismos) o arrojándolas como desperdicios para poner en su lugar la teoría de los nuevos paradigmas, sin poder inventar modos vigorosos de atravesar el malestar heterogénico que estas figuras de subjetivación globalizada producen al exagerar la tensión entre el “minus” y el “plus” de los seres y de los estares de la vida actual? ¿Cómo convencernos del beneficio de escuchar y reconocer al extranjero en los demás y en nosotros mismos desde una creencia globalizada de que cada país o continente debe rechazar por principio influencias ajenas a nuestro modo de ser, a nuestras raíces, para que no se disuelva el ser nacional, no se corrompa nuestra ética familiarista y no se pulverice esa careta que nos identifica y nos diferencia de los demás?

Podría definirse la globalización como la intensificación, a partir de los años 70, de una serie de flujos de población, procesos productivos, capital, tecnología e información que han contribuido a conectar más íntimamente las distintas regiones del planeta. Las mejores tecnologías en el sector de transportes y comunicaciones junto con la reorganización productiva asociada al llamado capitalismo flexible, están en la raíz de las transformaciones. La reestructuración del estado también es un proceso ligado con la globalización, ya que comprende, entre otros procesos, la transición de un modelo político económico nacionalista y proteccionista a otro de fronteras abiertas enfocado en la exportación y abierto a los productos y compañías extranjeras. Conlleva una tendencia hacia la disminución de las trabas que los estados nacionales suponían para la libre circulación de los flujos antes mencionados (desregulación y privatizaciones)
Hay efectos culturales para explorar:
1.El desencadenamiento simultáneo de procesos que tienden a la homogeneización y otros que tienden a la diferenciación cultural;
2.Creación de “Terceras culturas transnacionales”, como la cultura de los hombres de negocios.
3.Formación de individuos versátiles capaces de moverse entre culturas; 4.Producción de conflictos y reacciones que tienden a reforzar la identidad étnica, a través del contacto entre culturas previamente aisladas; 5.Consecuencias psicosociales en los individuos por falta de arraigo territorial (desterritorialización) produciendo sentimientos profundos de alienación que estimula a que las personas se aferren a una revalorización de sus raíces étnicas, regionales o religiosas, “fetichismo local” que frente a la angustia que genera la acción de desarraigo hace que las personas se refugien en identidades tradicionales que les proporciona un sentimiento de territorialidad y pertenencia. Fetichismo que es intensificado y facilitado por las mejoras en la comunicación que permiten la transferencia y difusión rápida de imágenes e ideas combinadas con la crisis de los estados nacionales que resultan incapaces de controlar lo que sucede dentro de sus fronteras (ausencia o fragilidad de los Entes Reguladores del Estado), incluida la producción de identidades subnacionales o alternativas; 6.Una variable de la precedente en las minorías étnicas, cuando el horror a la diferencia es estimulado promueve comportamientos de sobreadaptación de los migrantes a la cultura dominante.

Algunas de estas referencias las que describe el subcomandante Marcos, líder del ejército zapatista quien en un artículo en “Le Monde Diplomatique” y en un periódico argentino (“Clarín”, 6 de septiembre de 1997) cuyo título es: “Somos víctimas de la bomba financiera”, opina que el neoliberalismo diseñó un campo de batalla donde la economía destruye lo social y que la derrota del “imperio del mal” abre nuevos mercados cuya conquista provoca una cuarta guerra mundial.
“La bella vidriera heredada de la guerra fría -el nuevo orden mundial- fue rota en mil pedazos por la explosión neoliberal. Pocos minutos bastan para que las empresas y los estados se derrumben ; no a causa de la bomba expansiva de las revoluciones proletarias ni de las bombas atómicas sino por la violencia de los huracanes financieros. Durante esta cuarta guerra mundial aparece esta bomba financiera que a diferencia de la de Hiroshima y Nagasaki no solamente destruye la “Polis” (en este caso la nación) e impone la muerte, el terror y la miseria a los que allí viven, sino que transforman a su blanco en simple pieza de la mundialización económica. Los estados-naciones se reorganizan según la nueva lógica. La economía prevalece sobre lo social (En esta nueva guerra todos los partidos políticos con aspiraciones de gobernar deben defender “el modelo”). Los hombres políticos no son más que administradores de empresa y los estados son sólo empresas con gerentes en lugar de gobiernos y las nuevas alianzas regionales se parecen más a una fusión comercial que a una federación política.” La unificación que produce el neoliberalismo es económica; en el gigantesco hipermercado planetario sólo circulan libremente las mercancías, no las personas. Esta mundialización difunde también como consecuencia psicosocial un modelo general del pensamiento. El “American way of life” que siguió a las tropas estadounidenses a Europa, durante la segunda guerra mundial, luego a Vietnam, más recientemente al Golfo, se extiende ahora al mundo a través de la vía de las computadoras, es una guerra planetaria, la peor y la más cruel, la que el neoliberalismo libra contra la humanidad. Estamos ante un rompecabezas. Para reconstruirlo, para comprender al mundo de hoy faltan muchas piezas. Sin embargo podemos recuperar siete de ellas para poder tener la esperanza de que este conflicto no acabe con la destrucción de la humanidad.
1. la primera de las piezas es la acumulación de riqueza y pobreza en los dos polos de la sociedad planetaria. 2. La segunda es la explotación del mundo todo. 3. La tercera es la pesadilla de una parte crecientemente desocupada de la humanidad. 4. La cuarta es la relación nauseabunda entre el poder y el delito. 5. La quinta es la violencia del estado. 6. La sexta es el misterio de la megapolítica (“1984” o “Big Brother is watching”). 7. La séptima son las múltiples formas de resistencia que despliega la humanidad contra el neoliberalismo (en los niveles de la macro y de la micro política en el sentido que le dan a este término Foucault, Deleuze y Guattari, entre otros.

En resumen, globalización con sus dos vertientes reduccionista y simplificadora, por una parte, y facilitadora de la interpenetración de las diferencias y de la exaltación de lo complejo por la otra y la transnacionalidad con su potencialidad de diluir la autonomía política de los estados y sus gobiernos, que por más democráticos que sean, son en nuestros países sudamericanos, democracias “atadas” (como los créditos) a deudas paradojales en las que cuanto más se paga, más se debe (deuda interna y deuda externa). Que por otra parte gesta los beneficios migratorios del mestizaje y controla los intentos fascistas del megaestado regulador. Peter Pál Pelbart recuerda que en un pequeño apéndice a su libro Conversaciones , Gilles Deleuze afirma que hemos pasado de una sociedad disciplinaria –según el diagnóstico de Foucault , a una sociedad de control (Burroughs). La sociedad disciplinaria estaba constituida por instituciones de confinamiento como la familia, la escuela, la fábrica y el cuartel. Sin embargo después de la Segunda Guerra Mundial, las instituciones de confinamiento comenzaron a entrar en crisis. Sus muros se desmoronaron (la familia se pulverizo, la escuela entró en colapso, el manicomio se convirtió en hospital de día y la fábrica se atomizó). Su lógica se generalizó al punto de considerar a los hombres como prisioneros a cielo abierto. Dice Deleuze: “No es más el hombre confinado sino el hombre endeudado”. Tal como lo plantean Negri y Hardt en “Imperio” acerca del término foucaultiano de biopolítica, Giorgio Agamben en “Lo que queda de Auschwitz” se pregunta: ¿Qué queda de Auschwitz? Y se responde: El presente.

4. La era del Imperio del Mercado y sus consecuencias epistemológicas en las diferentes disciplinas, en especial la Psicología.
Como hemos visto, la concentración oligopólica del Poder que incluye a su vez la creación de una máquina de riqueza hiperconcentrada en detrimento del desempleo y la exclusión del resto de la población, integra la globalización económica con la mediática. Ella tiende a homogeneizar redes de poder transnacional que se despliegan para ejercitar el poder de sus elites sobre el resto de la humanidad en escala planetaria, conjugándose con la vertiginosa aceleración de los avances tecnológicos -en especial de los mass-media electrónicos- que proveen el zapping informático hacia el englobe de una simultaneidad planetaria por donde se vehiculiza dicha transnacionalidad. En estas velocidades se produce un torbellino de imágenes, sonidos, acciones, creencias, fenómenos impredecibles y oportunidades de destiempo que proveen dos tendencias contradictorias: Por una parte, cortes de pesimismo que pulverizan la Gran Ilusión, nuestra ilusión infantil de que hacia el final del siglo XX todos íbamos a conseguir -con el progresivo desarrollo de la ciencia y de la técnica- un “mundo feliz” donde la desigualdad social, la injusticia, la pobreza, las enfermedades, la privación de los derechos a la educación, a la salud y al trabajo equitativo, no iban a ser lo natural. En fin, que en la aurora del nuevo milenio, “se iba a acabar” la preponderancia de la violencia sobre la razón, que la ley arbitraria y el despotismo, iban a ser un amargo recuerdo del pasado. Que la ética de la nobleza, de la consideración por el otro, iba a gestar una humanidad solidaria, trabajando en un planeta casi pleno y con la mirada puesta en la esperanza de conocer otras galaxias.
Este globo futurista de la modernidad se ha desinflado. Por otra parte provee acontecimientos y posibilidades imprevistas por las que se gestan condiciones impensadas que generan ráfagas de un optimismo vital de utopía superior, utopía del final de la utopía, esperanzada con nuevas figuras de subjetividad, surgidas de las conexiones impredecibles, de los devenires (de los acontecimientos), de la difusión caosmótica de las significaciones subjetivas del nivel micropolítico que tensan la macropolítica haciéndola tartamudear. Es que la vida pide paso incesantemente para seguir circulando a través de la creatividad en los nuevos territorios, en los así llamados “nuevos” Paradigmas de la Subjetividad.
En la actualidad (y desde hace ya varias décadas) coexistiendo con las certezas o “verdades” universales, se generan en la denominada Posmodernidad, condiciones de existencia heterogénicas que hacen imposible mantener esas certezas que dominaban -y que aún dominan en el pensamiento mayoritario- el campo de las Ciencias, de las Artes, de la Filosofía. Condiciones de existencia heterogénicas que proveen producciones de subjetividad, que están derrocando el reinado de las monarquías causales y de los territorios sobresimplificados de las ideologías, de los quehaceres y de los saberes profesionales.
Las realidades de la tragedia humana que en su actualidad nos transmiten los televisores, la lectura de los periódicos, nuestro andar temeroso por las calles, las desilusiones y dolores del maltrato cotidiano -desde la cultura de la mortificación entre los próximos, hasta el maltrato naturalizado entre usuarios y prestadores- proporciona, cada día, irritación, impotencia, y sensación de sin salida. El que vive en la planicie tiene que desarrollar habilidades similares a las que desarrollaron quienes viven al borde del cráter de un volcán o en regiones espantadas por los sismos y maremotos. Se instala así una nueva figura de producción de subjetividad, un dispositivo que denomino: Psicosísmica . A partir de este dispositivo se divisan sensaciones diversas: desde “Paren el mundo que me quiero bajar” a “¿Y por qué no carpe diem (¡toma el instante!)?” ¿Y por qué no, estar disponibles para ser agenciados por los acontecimientos contagiosos que, de pronto, nos permiten inventar la planificación de nuestras mejores esperanzas? La vida es también una sucesión infinita de estados de ánimo: una mezcla interminable de euforias y tristezas. Por lo pronto, la creencia de que el sujeto posee en su interior una esencia que se representa en su mente bajo la forma de imágenes que se inundan desde o que pueden dirigirse hacia un exterior del que el sujeto queda separado desde la frontera de su piel, esa creencia se va desvaneciendo.

También la idea de un sujeto que corporiza una subjetividad, que se representa y emerge desde el interior de su mente (consciente o inconsciente) y la idea de un sujeto que se relaciona con un objeto que suscita su deseo o su repulsa, concepciones de sujeto que producen la sinonimia entre subjetividad e interioridad, entre lo mental y la psíquico, son las que han sujetado el cierre de sus certezas. Pero, desde la actual interrogación crítica epistémica (el post-estructuralismo), lo interior y lo exterior se han vuelto tan relativos, limitados y perennes como cualquier otro invento que pretende perpetuarse. La inmovilidad pétrea limitada cronopolíticamente al tiempo reloj, se resquebraja en estos días en que la humanidad late sin cesar en una temporalidad solamente estable en su ser aiónico inasible e irreversible. Al desconstruir estas certezas nuestro ojo psicoanalítico vibrátil puede ver ya, no sólo un inconsciente sepultado, sino también un inconsciente desplegado y desplegable. Y si reinterrogamos al principito de Saint-Exupery, pueda leerse: “Lo esencial es visible a los ojos… vibrátiles”.
De allí también que al generarse las contradicciones, los mestizajes inauditos, se generan también las predisposiciones para concebir una alternativa a los conceptos de dicha subjetividad interior, esencial, homogénica y antropomórfica. Una subjetividad disyuntiva que ya no debe elegir entre lo Uno y lo Múltiple, que ha comenzado a ceder ante el avance de la concepción de una multiplicidad conjuntiva (disyunción inclusa), legalizadora de Lo Complejo.

Nuestra proposición epistémica que permite definir la subjetividad como una producción que -al decir de Deleuze & Guattari – se genera maquínicamente en el entre las tensiones y los pliegues de las explicaciones causales y de las acciones azarosas, que son inexplicables, intempestivas, pero que afectan, que agencian y que producen flujos de energía transhumana llamada: Deseo. Que se traslada en sucesos interminables de flujos y cortes, que irrumpe en las inter y en las intrasubjetividades y que conectan cuerpo con abstracciones, ciencia con arte, filosofía con cotidianeidad.
Como decían Edgar Morin e Ilya Prigogine: Ahora… Lo Complejo. Producción de Subjetividad que se corporiza en creencias singulares y colectivas, en un atravesamiento donde lo social atraviesa transversalmente las prácticas profesionales del psicoterapeuta, ya sean estas bicorporales, multicorporales o definidas como individuales, grupales, institucionales y comunitarias. Ya no más lo social como lo objetivo que sucede en el afuera del sujeto y de lo subjetivo, en el afuera del consultorio de los psicoterapeutas. Ya no hablar de lo social como aquello que sucede más allá de las paredes que hacen íntima la sesión, sino lo social como flujo deseante que atraviesa transversalmente a cada individuo, a cada grupo. No hay que traerlo desde afuera ni habrá de suceder cuando el paciente salga, porque ya está siendo. Y está siendo como producción inconsciente que se despliega horizontalmente en cada saber y en cada quehacer personal y profesional. Entonces, esta concepción de producción de subjetividad la tomo como alternativa a las concepciones de certezas establecidas y la utilizo como tema de estudio de las diferentes prácticas del ser humano. Acudo a esta concepción como herramienta capaz de interrogar todas las corrientes actuales, no sólo de la Psicología, sino de cualquier disciplina o especialidad.

5. Daños y beneficios que el modelo económico neoliberal globalizado produce en las subjetividades contemporáneas. Agenciamientos y capturas.
Devorando heterogénesis para desovar en Psicología.

Bajo la amenaza de una imparable recesión planetaria nos despertamos cada mañana con un simulacro de fusilamiento económico. Y así hasta el anochecer.
Como señala Jacques Attali, nuestra sociedad se rige por las leyes del pánico y no solamente en los momentos de crisis. El pánico económico social (derivado de Pan, terrible dios de los rebaños) es ese movimiento corderil en el que cada uno imita al otro en el enloquecimiento, por miedo a ser marginado, rechazado y así desaparecer física, psíquica y socialmente (perder la cabeza, el cuerpo y la identidad social) está en el centro del desencadenamiento de la crisis actual. (Pánico de las Bolsas asiáticas, Rusia y Brasil, efectos Dominó, Tequila, Tango, etc.)
El pánico se autosustenta, imitándose a sí mismo y éste es uno de sus rasgos más aterradores (supresión de las diferencias, todos caen en la misma bolsa). Viene acompañado por el engaño de previsiones erróneas y modas excesivas que una vez que se saben equivocadas exigen seguir haciendo como los demás, pero esta vez en el sentido contrario. El pánico es el miedo de quedar afuera y hace que los consumidores se precipiten sobre el objeto de moda, que el trabajador se aferre a un empleo mal pago por miedo a quedar abandonado a su suerte. El efecto de la imitación y la dictadura del consenso, otros nombres del pánico, son los verdaderos motores de la Economía de Mercado, que cuando supera holgadamente en su valor a la economía real, provee al mismo tiempo el carburante de la euforia y del desastre.
En Economía como en Psicología, el desafío es aprender a surfear sobre la avalancha, es decir a vivir con el pánico. El Dios Pan acoge a los pastores cuando estos son hospitalarios con su propio desasosiego.
Y es el Síndrome de Pánico el que va adquiriendo cada vez más difusión en la clínica y en el ranking de las nuevas psicopatologías, como un cuadro ejemplar de lo que denomino: Síndrome de Inmunodeficiencia Psicológica Adquirida (S.I.D.P.A.), consonando con el nombre de la enfermedad infecto-contagiosa más globalizada de estos tiempos. El Síndrome de Pánico, el S.I.D.P.A., las patologías adictivas y depresivas, constituyen la marca registrada del estrés que se paga por el privilegio de no quedar afuera de la picadora de carne, exigencia de la cruel competencia para sobrevivir en el Mercado. Personalidades provisorias, simuladas (como si) son las caretas para participar de un baile organizado en la celebración de las “Cenizas y Diamantes” (nombre con el que se conoce a una de las películas del realizador polaco Andreij Wajda) del final del siglo. A veces, sólo nos quedan fuerzas para aferrarnos cada día a alguna tabla salvavidas y “hacer la plancha”. Pero una tabla resto del naufragio, tabla de salvación para aferrarse, puede devenir también tabla de surf, cuando una ola se levanta por imprevistos acontecimientos y cuando estamos dispuestos a ser agenciados activamente. Como dice Rodrigué, l”o peor puede estar cerca de lo mejor” y los inconvenientes que nos hacen tartamudear en Psicología pueden abrir las puertas en nuevas direcciones que de no haber trastabillado en el camino no se abrirían. El teatro del campo escénico de la cura, el campo grupal en especial, al permitir desarrollar diversas identidades (a terapeutas y pacientes), legitima la enajenación productiva, lo cual desbloquea los inconvenientes de quedar pegados a una sola identidad. El zapping identitario que provee la instantaneidad mediática también provee estímulos para inventar “n” personalidades, en lugar de quedar reducidos a una sola. Oportunidad de ejercer una gimnasia de pegue y despegue.
Por eso “Multiplicar” que no es sólo proponer libres asociaciones dramáticas alegremente, ni pergeñar con anticipación un argumento ingenioso o divertido. No se trata de un amable juego de salón. Multiplicar es aprender a jugar con el riesgo de no poder hacer pie y caer desde el propio ego. Cuando alguien avanza sobre la escena psicodramática para disponerse a una multiplicación lo hace como el equilibrista en el alambre, como la trapecista de Wenders, (un estar “Hasta cierto punto”, nombre de la escultura del artista argentino Distéfano) aprendiendo a jugar con euforia y temor al mismo tiempo.

6. Psicopatología vincular, maquínica. Nuevos paradigmas. Daño psicológico (Sidpa). Heternonimia.
Psicología y Psicopatología vincular.

En un artículo publicado en 1977 en el número 4 de la revista española “Clínica y Análisis Grupal” desarrollo la teoría de los tres núcleos básicos de la personalidad (esquizoide, melancólico y confuso) y su relevancia para las operaciones diagnósticas y terapéuticas (descritas en mi libro Psicoterapia Breve ) que fui trabajando con José Bleger desde mediados de los 60.
El artículo es contemporáneo con otro: “El Misterio de la Dinámica Grupal”, publicado en el número 5 de dicha revista, donde describía el caleidoscopio de dinámicas vinculares que explicaban en el encuentro grupal, multipersonal, las geometrías relacionales que había ya descrito en el encuentro individual, bipersonal en “Psicopatología Vincular”.
Ubico este texto entre mis trabajos pre-exiliares, porque representa el ejercicio práctico que de él he realizado en los diez años previos a su publicación en España. Psicopatología Vincular, fue trabajado por Nicolás Caparrós y su grupo Quipú de Psicoterapia, reformulado y enriquecido con sus propios aportes en numerosos artículos y libros, llevándolo más allá de mis escritos originales.
En la actualidad los “núcleos de base” configuran la nosología del diagnóstico estructural que el terapeuta dibuja en su estar molar para tensarlo fértilmente con los ritornelos de los diagnósticos maquínicos que él bosqueja en su estar molecular.

La Psicopatología como la Psicología es vincular cuando explica los cuadros clínicos en función de relaciones estructurales y representativas. Y es maquínica, cuando diseña metáforas que nombra conexiones de ritmos e intensidades a-representativas (ritornelos) que enuncian sentidos de máquinas de producción de subjetividad singular y colectiva.

En la actualidad desde las teorías de la multiplicidad y el pensamiento complejo aparecen los Nuevos Paradigmas que interrogan la caja de herramientas del psicoterapeuta operativo.
Los nuevos paradigmas muestran los temas y corrientes citadas en la obra, que emergen de los acontecimientos histórico sociales y que se asientan, hasta que se los interroga en sus certezas inmóviles, consagradas por el uso y el abuso permitiendo la emergencia de esos nuevos paradigmas, que quizás no son tan nuevos, pero que se hacen vigentes desde la crisis que se desata con la interrogación y la elucidación crítica de aquello que se había naturalizado mistificándose en estructuras dominantes que nadie se detiene a discutir. Por ello, los nuevos paradigmas en nuestro campo los cito como herramientas y dispositivos destinados a desmitificar los espacios, los tiempos, los vínculos, los actores, los directores y el público de la dramaturgia de la Salud Mental, en el gran escenario de la vida. Porque sirven para operar los llamo operativos y porque son efímeros subrayo su calidad de producto finito en las creencias que los sustentan.
La Psicología Vincular desmitifica la neutralidad de observador en relación del observado y coloca al psicoanalista, al coordinador, compartiendo psicopatologías que combinan con las de sus coordinados y pacientes.
Principio básico: No hay enfermedades sino enfermos. No hay terapias sino terapeutas. Es decir, cada enfermo responde con mayor o menor fragilidad a los ataques patogénicos y reacciona de manera singular para defenderse de esos ataques.
Todas las generalidades de un padecimiento figuran en un manual, pero las singularidades de cada enfermo hay que explorarlas en él, como ser humano, como persona. Del mismo modo, los recursos técnicos de cada corriente terapéutica también figuran en un manual. Pero las singularidades con que se llevan a cabo esos recursos dependen del terapeuta como ser humano, como persona. El camino de la cura se inicia con el encuentro vincular de esas singularidades y nos lleva a describir una psicopatología vincular que es generalizable como observación y descripción fenomenológica, y singularizable en cada momento del encuentro. Si el paciente se conecta desde su psicopatología singular, el terapeuta también se conecta con él desde su propia psicopatología singular, configurando geometrías, figuras pasibles de ser diagnosticadas para elegir las herramientas y el momento táctico de emplearlas, según convenga al desarrollo productivo del encuentro de ambas patologías. Por eso, uno aprende a curarse y el otro aprende a enseñarle. Estos preceptos rigen para el suministro, la elección de fármaco/droga y el momento y la forma de darla y recibirla, configurando así un campo de estudio en donde, además de la composición química del medicamento, debe investigarse la psicopatología de base, no sólo de quien recibe el fármaco sino también de quien lo suministra. Queda abierto así un amplio sector de investigación en el campo de la Salud Mental: la Psicopatología Vincular y la Psicofarmacología Vincular. Donde para poder ser curador, hay que conocer y reconocer primero al herido que llevamos dentro.

El terapeuta va y viene entre una Psicopatología Vincular, fruto del análisis de relaciones que explican el comportamiento humano y una Psicopatología Maquínica, fruto de intensidades, afecciones, ritmos que producen flujos de metáforas diagnósticas que no necesitan ni brindan explicación alguna, que no sirven para nada especial, sólo son afectaciones.

La Psicología Maquínica.
Consonando con autores como Gilles Deleuze y Félix Guattari que conciben la Subjetividad como el efecto de cortes y flujos de máquinas abstractas, que toman su sentido de acuerdo a la producción y que, conectan con máquinas que producen sentidos, haciendo masa, conexiones, independientemente de sus causas, relaciones y eficacia de sus productos. Hablamos así, de una Psicología Maquínica junto a la Psicología Vincular.

Daño psicológico (Sidpa)
Pienso que hay una antigua psicología que se va reformulando con palabras distintas. Y hay una psicología que obedece al cambio social y de nuestros tiempos, que tenemos que ir detectando, conceptualizando, situando. Si hay una nueva psicología, hay una nueva psicopatología en la entrada al siglo XXI. Van surgiendo nuevos cuadros psicopatológicos, como por ejemplo, la anorexia, la bulimia, el síndrome de pánico, el crash-syndrome de las crisis sociales, el burned out y el “síndrome de Thomas” de los profesionales de la salud y de la educación. El daño psicológico y las nuevas patologías que van apareciendo, como cuadros similares, pero con diferencias específicas de lo que antes eran la histeria, la fobia, la neurosis obsesiva, la esquizofrenia, etc.
Entonces habría que agregar a los cuadros anteriores, síntomas y signos observados en esas nuevas psicologías y psicopatologías.
La perversión ética individualista y eficientista, cultura dominante del mercado, es una infección social que obliga a interrogar nuevamente la ética de la cura y de la transmisión de los conocimientos en el campo de la psicología.

Denomino “Síndrome de Inmunodeficiencia psicológica adquirida” (Sidpa) a un conjunto de síntomas y signos, que es además un nivel, un dispositivo de análisis para interrogar la clínica de las llamadas nuevas patologías en su conjunto.
El cuadro se fundamenta en naturalizar aquello que debería escandalizarnos. En los últimos años he analizado los fenómenos correspondientes al encuadre de la relación terapeuta/paciente, sus desviaciones y perversiones en cuestiones cotidianas (horarios, honorarios, maltratos mutuos entre usuarios y prestadores, etc.). Maltratos que no sólo son visibles en las relaciones más lejanas sino en las próximas y, que cuando nos damos un momento para examinarlas, las descubrimos en nosotros mismos. Una mancha infecto contagiosa de desconfianza se extiende por los vínculos cotidianos, que hace que lo familiar se nos vuelva de pronto extraño, y que lo extraño, antes excepción, se torne familiar. He aquí los vapores que caracterizan lo siniestro. Así he tratado de describir los síntomas y signos propios de lo que denomino síndrome de Inmuno deficiencia psicológica no congénita sino adquirida, como el SIDA y lo denomino: Sidpa.
Síndrome tiene distintos grados e intensidades. Hay escenas siniestras de carácter terrorífico como la instalación del saqueo psicológico en paralelo con una cultura de saqueo como botín de guerra. Y otras menos intensas como el “sálvese quién pueda insolidario” del libre mercado. Incluso hay estados nacientes con levísima sintomatología, tanto que su observación parece intrascendente o que no merece ser considerada como interrogar la obviedad de lo saludable que es ser mayoritario y el precio que se paga por ello. La cotidianeidad tóxica que produce la actual máquina social, define esta máquina como “Picadora de carne”. Y la carne somos nosotros todos. Más cerca o menos cerca de su centro y de sus bordes, de sus dientes que desgarran y trituran nuestra calidad de vida y la de quienes entrenamos discípulos y pretendemos curar.
Hablo del Sidpa, describiendo el daño que provoca y los anticuerpos posibles para luchar contra este daño, contra esta infección. En especial, quiero subrayar los anticuerpos creativos.
Ejemplos colectivos en nuestros días se visualizan en las invenciones contestarias a nuestra crisis social en la Argentina y otros países en situaciones similares: creación de asambleas barriales autogestionadas, cortes de rutas por masas de desempleados, protestas masivas contra la corrupción, cacerolazos, creación de clubes de trueque, fábricas abandonadas por los dueños y autogestionadas por los obreros en cooperativas y otras formas de resistencia y movilización.

Heteronimia. Disposibles.
En mi última etapa en el desarrollo de la psicopatología vincular y maquínica en el campo escénico he explorado las concepciones de desrostrización y descentramiento de personajes fantasmáticos que habitan como “posibles” a terapeutas y pacientes y que denomino “disposibles”. Tomo el concepto de heterónimo, tal como Fernando Pessoa lo utiliza para el campo de la escritura.
Los disposibles son una síntesis de disposición, de posibilidad diferente, de estar en acto biográfico, y sus conexiones y relaciones. Estos disposibles son desarrollados en mi práctica asistencial, de investigación y de docencia, al igual que en mi vida cotidiana hasta hacer de ellos una forma de sentir, actuar, de pensar y comunicarse. Ellos se impusieron en mi vida sin que los llamara. Reapareció así Fernando Pessoa, el poeta que había leído en mi adolescencia pero con quien consoné ahora en toda la potencialidad de su característica fundamental como escritor: la heteronimia. La heteronimia influyó no sólo para transitar mi cotidianeidad personal sino también para proponérsela a los integrantes de mi entorno profesional, como herramienta y como ventana para la revisión de todos los esquemas referenciales, con los que operaba en el campo del estudio de las cartografías y taxonomías del comportamiento humano. Es la proposición de un procedimiento optimista para jugar a vivir varias vidas sin tener que vivir varias muertes.
Heterónimo fue el término elegido por Pessoa para designar a distintos personajes, biografías, estilos con los que fue enmascarando su ortónimo (su propio nombre). Para “otrarse”, hacerse otro, desde esa capacidad histeroneurasténica que él mismo decía que tenía. Y lo hace para diferenciarlo de la palabra “seudónimo” que sería el firmar con otro/s nombre/s para no ser reconocido como la misma persona, que usan algunos autores.
Como dije anteriormente, en la década del ’60 reinterrogué a los paradigmas que dominaban la psiquiatría manicomial, desde mi práctica hospitalaria en Lanús, con Mauricio Goldenberg; junto al impacto de las enseñanzas de Bleger, de Pichón Rivière, y mi formación psicoanalítica con Marie Langer y Emilio Rodrigué que desembocó en Plataforma: la búsqueda de un Psicoanálisis Abierto. En la psicología vincular, como ya mencioné, el estudio de la psicopatología y de la psicofarmacología vincular, que incluían lo personal del curador (cuidador) ya que para ser curador hay que conocer y reconocer al herido que todos llevamos dentro.
Las escenas temidas en nosotros, los psicoanalistas, pudieron compartirse con otros en la medida que pudieron corporizarse en escenas dramáticas y transitar la via reggia de la di-versión. El sentido del humor permitió jugar con nuestros temores más sencillamente que si los clasificábamos como unidades patológicas (fobias, hipocondrías, obsesiones, persecuciones, depresiones, confusiones, etc.)
Las lecturas de Deleuze y Guattari y la clínica antropofágica propuesta por el tropicalismo brasileño, abrieron los axiomas rígidos de la psicología dominante y estimularon la invención desde el esquizoanálisis y la Obra Abierta de Umberto Eco, lo cual nos llevó a Pavlovsky y a mí a concebir evoluciones y prácticas de la multiplicación dramática en todo terreno. Y en lugar de reducir interpretativamente, las desplegábamos por multiplicación resonante de y por los otros.
No obstante la aparición de variaciones sinfónicas en el campo de la psicopatología vincular, sentía que debía realizar un rodeo para su revisión.
Durante el camino me nutrí con alimentos provenientes del arte, la filosofía y la literatura. En este caso, 25 años después, jugando con los heterónimos.
Reflexionando irónicamente con las patologías que me capturan en soledad, empecé a bautizar con nombres propios a los personajes que me habitaban en mis peores y mejores estares (el venerable profesor, el fantasma de la Ópera, el infracomandante, Clark Kent, el Conde de Montecristo, Bartleby el escribiente, etc.) Personajes que tenían vida y nombre propio. Convivían en un solo cuerpo. Podían independizarse y corporizarse. Allí comienzo a investigar con pasión el quehacer heteronímico de Fernando Pessoa. A él, los personajes se le imponen desde una escritura automática como si él mismo fuera un médium para que se expresen, muchas veces diciendo cosas que no piensa ni siente, escribiendo con estilos diferentes y habitándolos con biografías, fisonomías y caracterologías diferentes entre sí. A uno de ellos, el más joven y cerril, Alberto Caeiro, lo designa el maestro de su propio ortónimo y de sus heterónimos, especialmente de Ricardo Reis -su amigo poeta monárquico pagano- y de Álvaro de Campos -el apasionado triunfal, que firma sus propios poemas explosivos. El único libro que firma con su ortónimo es Mensagem. Hay semiheterónimos inclusive (porque son casi iguales a él pero un poco mutilados, como Bernardo Soares).
La crisis de identidad del mundo globalizado y sus producciones de subjetividad predominantes en el final del milenio en que nos movíamos, nos replanteaba las aperturas de los paradigmas que cerraban nuestra movilidad.
Encarcelados en la certeza de que no podemos ser más que aquel que somos, no podemos llevar adelante el deseo tan humano, tan lúdico, tan típicamente infantil de poder ser muchos personajes, diferentes entre sí. Así es como, junto a las condiciones histórico-sociales que nos determinan, no podemos vivir otras vidas salvo en la ficción literaria, el teatro, el cine, el sueño. Y en mi caso, en la escena clínica del psicodrama analítico y la multiplicación dramática.
Desde la heteronimia, Pessoa se atrevió a vivir tantas vidas como “pessoas” (personas) escribían. En una disyunción inclusa, porque a los heterónimos asoció su propio ortónimo.
¿Acaso en la vida profesional no somos el conjunto de máscaras que se vinculan entre sí, con poses y gestos que van más allá del antifaz del rostro? Y esto vale tanto para terapeutas y pacientes en cualquier continente en que se utilicen herramientas psicológicas. Yo les ofrezco jugar a bautizar sus disposibles.
De los tránsitos transculturales pueden surgir composiciones que transforman la nostalgia de las pérdidas en nuevas oportunidades de creación. Partido para siempre entre Argentina y España, por el exilio y el desexilio, comparto los privilegios que consuenan con Pessoa, esta esquizofrenia cultural de sabores, colores, recuerdos, olores, ritornelos. Probablemente, debe haber influido fuertemente en mi gusto por la heteronimia y el tema del doble que tanto fascinaron a Cortázar y Borges, como le sucedió a Octavio Paz, a José Saramago y a Antonio Tabucchi.
Tabucchi -escritor italiano, autor de la novela Sostiene Pereira y de Un baúl lleno de gente, entre otros- llegó a ser tan estudioso y apasionado por Pessoa que lo hace circular por sus novelas y lo llevó a adoptar Portugal como su segundo hogar, y a colocar a Pessoa como una sombra fantasmal que puede aparecer de pronto en cualquiera de sus narraciones o en sus recorridos por Lisboa.
Deleuze y Guattari, son la presencia fértil de Pessoa en la obra filosófica (¿Qué es la Filosofía?) y les inspiran la concepción de “personajes conceptuales”: “El personaje conceptual no es el representante del filósofo, es incluso su contrario. Los personajes conceptuales son los ‘heterónimos’ del filósofo, y el nombre del filósofo, el mero seudónimo de sus personajes”. Ellos hablan también de “figuras estéticas” que, a diferencia de los personajes conceptuales (potencia de conceptos) son potencias de afectos y perceptos.
José Gil, planteó una convergencia entre el pensamiento de Deleuze y el de Pessoa, y se atrevió a “sostener” que lo que a veces aparece explicitado en Deleuze, por ejemplo en Mil Mesetas, aclara e ilumina lo que pudo haber sido una rápida y simple anotación de Pessoa en El libro del desasosiego (Bernardo Soares).
La filosofía de Deleuze y Guattari y la poesía de Pessoa tienen un centro común: la multiplicidad. Por ello puede irse y venir una y otra vez de uno a otros autores.
Gil profetizaba una cartografía de la heteronimia que me anima a intentar construirla con mis colegas y pacientes.
Hay una “asamblea de cuerpos y almas” en la psicología del encuentro con que habitamos el espacio de la escena mostrativa, explorando el ballo in maschera pirandelliano en que un director busca los personajes que habitan a un protagonista que representa al profesional que prestó su script para descentrarse, desrostrizarse, en la covisión grupal. En esa búsqueda se indaga quiénes lo habitan antes y durante la entrevista, en qué heterónimo disponible o sea, en qué disposible se encuentran los actores hasta llegar a una mutua captura que se quiere abrir en el juego multiplicador. Hasta un tartamudeo escénico que habilita la multiplicación resonante de los otros para fabricar destiempos posibles, desterritorializaciones y se inventen multirrecursos futuros.
En este camino también me cruzo con Oliverio Girondo (Espantapájaros): “Yo no tengo una personalidad; yo soy un cocktail, un conglomerado, una manifestación de personalidades…”
Pessoa como Álvaro de Campos, nos revela en Passagem das horas el secreto de su multitud:
“Me he multiplicado para sentir/para sentirme/he debido sentirlo todo/estoy desbordado, no he hecho sin rebosarme/me he desnudado, me he dado/ y en cada rincón de mi alma hay un altar a un dios diferente”.

7. Producción de subjetividad, lo grupal, el entrenamiento de Cartógrafos Operativos en Salud Mental. Transdisciplina. Menú antropofágico. Covisión.
Producción de subjetividad.
La producción de subjetividad es la forma singular o colectiva en la que los conjuntos de conexiones y relaciones entre los seres humanos producen formas de pensar, de relacionarse, de hacer, de sentir, de producir flujos deseantes que hacen pensar, hacer, sentir, relacionarse, producir. A esa forma, a ese estilo subjetivo (en tanto que constituye la matriz del sujeto singular o colectivo) se lo denomina producción de subjetividad. Y nos parece más interesante trabajar con este concepto que con el de “individual” o “grupal”, ya que individual lleva a la idea de que un “grupo” son muchos individuos y no que se trata de otro nivel. En cambio, nosotros estudiamos otro nivel, el nivel de “lo grupal”, que sirve para estudiar la conducta de una persona, o de muchas. Así que, a veces, se puede hacer una psicoterapia o un trabajo “grupal” con una sola persona, mucho más “grupal” (según su producción de subjetividad) que con cincuenta personas.
Todas estas experiencias produjeron en mí una disposición transcultural que fueron modificando mis quehaceres y saberes en torno a esos dos temas: la Psicoterapia Operativa y la Multiplicación Dramática.

A partir de mi retorno a la Argentina en 1986, fuimos agenciados con Pavlovsky por otras corrientes: Umberto Eco, Foucault, Deleuze, Guattari, Gregorio Baremblitt (introductor de Deleuze y Guattari en Latinoamérica, que desarrolló magistralmente el Esquizoanálisis y el Esquizodrama y con quien coaprendemos y formamos equipo a la distancia), Suely Rolnik (de quien tomamos el concepto deleuziano de cartógrafo y el tropicalismo, de donde provienen los conceptos de antropofagia, devorar y desovar) que enriquecieron, por un lado, la Multiplicación Dramática y por el otro, me llevaron a perfeccionar un método de diagnóstico, tratamiento, prevención y rehabilitación que utilizo actualmente en el entrenamiento de los Cartógrafos en Salud Mental, interesados en la Psicoterapia que denomino Operativa.

Psicoterapia Operativa.
Implementando el concepto de operación, llamo Psicoterapia Operativa a aquella que instrumenta diferentes recursos para operar en un campo dado de acuerdo con las necesidades vinculares del paciente, del terapeuta y del medio que los contiene. Trabaja en el “entre” de la concepción vincular de Pichón y del concepto de conexión maquínica de Deleuze y Guattari. El eje de la formación en la Psicoterapia Operativa es el Aula Taller para el entrenamiento de Cartógrafos Operativos en Salud Mental con el método de la Multiplicación Dramática que venimos desarrollando con Pavlovsky desde hace 30 años. Así como en el método de Pichón Rivière, la columna vertebral de la formación de psicólogos sociales eran la clase teórica y el grupo operativo, este instrumento hoy, en mi conducción como docente, devino el Aula Taller para la formación de los Cartógrafos Operativos en Salud Mental.
Con el nombre de Multiplicación, me refiero a un concepto que despliega, que abre a infinitas causas, como oposición a interpretación que reduce la comprensión del padecimiento a una única causa que lo explica todo. La Multiplicación.Dramática aparece así como una oferta alternativa frente a la reducción interpretativa (por supuesto que hablo de los “ismos” y no de las interpretaciones que abren en lugar de cerrar). Frente a esos excesos interpretativos, reduccionistas, monocausales, surge la Multiplicación, como un espíritu de multiplicidad, tal como cuando utilicé el nombre de “Psicoterapia Breve”, calificativo que había surgido como oposición a una psicoterapia excesivamente larga o infinita, en aquellos trabajos sobre Responsabilidad Social del Psicoterapeuta de 1969.

Interdisciplina y Transdisciplina. Antropofagia Cultural.
En general, cuando uno va a una mesa redonda interdisciplinaria sobre algún tema acerca del comportamiento humano donde hay un biólogo, un psicólogo, un antropólogo, un sociólogo, etc., escucha que el biólogo dice “yo no sé nada de psicología, ya va a hablar el psicólogo”, “no sé nada de antropología ya va a hablar el antropólogo”. Entonces no se anima a pensar antropológicamente o sociológicamente, No importa que sepa qué es o no es la antropología y se ciñe exclusivamente a su propia disciplina. Este ceñirse hace que dependa cada uno del otro, pero la suma de las partes no da la totalidad. En cambio, en la transdisciplina se va formando una nueva disciplina del conocimiento, que se va nutriendo no solamente de los hallazgos de la disciplina, sino de los productos y de las interpenetraciones y transfusiones de otros campos. Por ejemplo, el Psicoanálisis, cuando nació, se nutría de los hallazgos de la literatura, de la antropología (Le Bon y Mc Dougall), de la música, en fin, de las artes plásticas y así nacían pensamientos o formas de entender la magia del inconsciente, para dar un ejemplo. Nació transdisciplinaria, en algún sentido. Por ello, Deleuze y Guattari decían que no sólo no odiaban al Psicoanálisis, sino que lo amaban tanto que trabajaban para desinfectarlo. A medida que se fue especializando, el Psicoanálisis se volvió más interdisciplinario (y, por lo tanto, más monocular: lo que más forma unívocamente, más deforma). Y el psicoanalista pasó a consumir sus horas de lectura, casi exclusivamente con más textos de Psicoanálisis, queriendo saber más y mejor de una realidad que tuvieron que conocer cada vez más de boca de sus pacientes, que a la manera de sus embajadores en la calle, le traían como Marco Polo a Kublai Kahn noticias de otros lenguajes y culturas. Ahora en cambio como psicoanalistas contemporáneos, estamos más empeñados en el abordaje transdisciplinario de una ciencia compleja del comportamiento humano, en donde están todos los niveles de explicación posibles, junto a aquellos que no se puedan explicar. Entonces, Transdisciplina, como su nombre lo indica, es la transfusión y contagio de las posibilidades de saberes de una y otra disciplina, más que la sumatoria de puntos de vista de cada disciplina sobre un mismo objeto.

Menú Antropofágico..
El menú antropofágico que confecciono para mis alumnos incluyen diversos alimentos: poemas, recortes de periódico, películas, páginas de la literatura, obras de teatro. Ésta es la formación transdisciplinaria de un cartógrafo, donde el menú antropofágico para el aspirante a cartógrafo, no tiene restricciones. Nada de lo humano le es ajeno. Entiendo por “antropófago” (siguiendo a Oswald de Andrade) algo contrario a “canibalismo”. “Canibalismo” sería el comerse al otro para destruirlo, saquearlo, sin que queden rastros del otro, ya que, la violencia del canibalismo es individualista. En cambio, el “antropófago” se “devora” al otro para “desovarlo” en un producto en donde el otro está de alguna manera presente también, pero enriquecido, distinto, con la presencia y diversidad que los que lo han devorado le dieron; ya que la potencia vital creativa de la antropofagia se alimenta de la solidaridad. Para el aspirante a cartógrafo el espíritu de la formación es la Multiplicidad y esta multiplicidad se encarna en escenas y son las escenas las que componen el eje de la Multiplicación resonante. Resonancia (Foulkes y Campos, G.A.O.) Utilizo el campo escénico dramático porque permite encarnar diferentes formas de expresión y diversos tipos de lectura para el que dirige, observa y protagoniza. Además de incentivar un ejercicio no sólo personal sino también profesional, de representar (en el ejercicio de cualquier disciplina) roles de directores, de yo auxiliares, de protagonistas, de público, de conductores, etc. Somos actores en el teatro de nuestra vida profesional y esta actuación es la que se ejercita y examina en el ámbito de los Aulas Talleres. La escena facilita el trabajo con integrantes de las más diversas corrientes y disciplinas y con una metodología que denomino Covisión (supervisión horizontal), para distinguirla de la Supervisión verticalista complementaria en la formación.

En síntesis, el cartógrafo en Salud Mental tendrá una tarea repartida en distintos niveles:
a) Escoger una bibliografía de contemporáneos en el placer de la interrogación de lo obvio: en mi caso, Spinoza, Niestszche, Foucault, Derrida, Castoriadis, Castel, Deleuze, Guattari y de los latinoamericanos Suely Rolnik, Peter Pál Pelbart, Alfredo Naffah Neto, Gregorio Baremblit y Juan De Brasi, entre otros. Lecturas que utilizo y recomiendo.
b) Digerir estos alimentos en una metabolesis de las disciplinas (sugerido por Gregorio Baremblitt para reemplazar al término antropofagia), de todos los conceptos teóricos y técnicos (psicodramáticos, psiquiátricos, psicoanalíticos, etc.) que se han hecho creencia moral y obvios al consagrarse por su uso y que le permitan utilizar esta digestión como herramienta para operar la deconstrucción semántica (hender las palabras como dice Foucault), política (analizando las fuerzas de poder y las figuras que se hacen visibles en ese juego), micropolítica (Microfísica del Poder en Foucault, o Micropolítica del deseo en Deleuze y Guattari) y conceptual (que le permita no confundir individuo con sujeto, agrupación con grupalidad, imágenes mentales con producciones de capacidad social de acciones instituyentes de subjetividad singular y colectiva).

En este trabajo de tensionar el saber instituido y de las nuevas invenciones instituyentes (que naturalmente incluyen al inventor), el trabajador en Salud Mental se constituye, para usar términos de la historia, de la geografía y de la etología, en un cronista de su tiempo que simultáneamente observa su reloj, palpa su pulso y escucha sus silencios. Es decir: un cartógrafo.
El cartógrafo es desconstructor no para reconstruir con sus intervenciones sobre alumnos y pacientes lo que faltaba o lo que fallaba en las estructuras del conocimiento del esquema conceptual anterior de sus alumnos o en la salud de los tiempos previos a la ruptura del equilibrio que desencadenó los malestares del síntoma, sino para construir junto con ellos un clima de ritornelo contagioso, transdisciplinario, al que llamamos con Guattari: una ecosofía de eclecticismo superior heterogénica y caosmótica. Contagioso de entusiasmo para alimentar una actitud crítica cotidiana entre alumnos y maestros, entre terapeutas y pacientes, que incomode los efectos de los aburguesamientos de nuestras certezas adquiridas por lo molar y que se solidarice para transitar juntos el malestar de ponernos en relación con el extraño en los demás y el extraño en nosotros mismos. Así como pilotos, copilotos y tripulantes de la misma nave se puede recorrer la misma ruta de la educación, de la investigación y de la cura. Este destiempo de la urgencia naturalizada por la carrera al éxito y a la supervivencia, no supone una detención del vehículo que conducimos, copiloteamos o tripulamos y que recibe el torrente de lluvia con los peligros de intentar avanzar con los vidrios empañados por nuestro aliento, cuando la defensa en la propia disciplina ha cerrado los vidrios. Es más bien el limpiaparabrisas que nos permite seguir avanzando sin detenernos, siempre nómades y dispuestos a escuchar las advertencias de quienes tienen otro campo de visión (copilotos, acompañantes).
El cartógrafo puede operar en el espacio cuando no es esclavo del tiempo y no confunde velocidad con apuro.
En esta función voy experimentando mi propio devenir conduciendo la formación transdisciplinaria de Cartógrafos Operativos en Salud Mental, dirigiendo la Covisión, a través de la Multiplicación Dramática de las escenas temidas profesionales de los participantes.
Cartógrafos (Deleuze, Guattari, Rolnik) porque los T.S.M. (trabajadores de la Salud Mental): psiquiatras, psicólogos, psicodramatistas, psicoanalistas, educadores, corporalistas, etc., que allí se forman, se entrenan para operar en la conducción de sus tareas profesionales con una mirada vibrátil. El T.S.M. se transforma en una especie de guía turístico que consulta el sentido de la ruta escrito en el mapa de las teorías y técnicas que lo han ido formando (escucha y mirada de su Estar estriado, el Estar Molar), y que sostiene en una de sus manos, mientras va diseñando con la otra, los bocetos de sensaciones, de extemporaneidad, de músicas, de ritornelos (cantinelas) inconclusos, y temperaturas por fuera del termómetro que aparecen en la mirada y en la escucha abierta, de su Estar liso, el Estar Molecular. (Kesselman y Pavlovsky: “Los estares del coordinador”)
Esta mirada estroboscópica mientras recorre con los otros la ruta del trabajo (la Psicoterapia Operativa, por ejemplo) bosqueja, sobre el fondo de los saberes acuñados, pinceladas nuevas para inventar nuevos saberes sobre el terreno a recorrer, saberes que no están inscriptos en ninguna disciplina y que, para referirse a algo conocido, deben recurrir más a la poesía, a la música y a las artes en general, que a las ciencias actuales. Por eso iniciamos cada reunión con el aperitivo de un Menú Antropofágico, que incluye episodios culturales y sociales que han sido esa semana de mi interés, para compartirlas con los aspirantes a cartógrafos.
En las tensiones entre estas dos hojas de ruta, ya mencionadas, el psicoanalista o el psicodramatista, por ejemplo, se nombra a sí mismo cartógrafo, más por su disposición a una escucha interrogante sin cesar, que por el instrumento o la teoría y la técnica con la que trabaja. Y es cartógrafo, más por este dispositivo que, como su nombre lo indica, lo dispone a la escucha polifónica, que por la perfección del mapa de las teorías y técnicas por él conocidas. Teorías y técnicas que cuanto más lo han formado, insensiblemente, a la vez, lo han deformado al alimentarlo cada vez con más de lo mismo, es decir, ensanchándose en el espectro evolutivo de sus variaciones sinfónicas, pero, tal vez, ojalá, presintiendo que estas variaciones son partes de la misma sinfonía.
“Es cartógrafo porque su principio es un antiprincipio que lo obliga a estar siempre cambiando de principios, y porque sólo tiene una especie de Regla de Oro: él sabe que es siempre en nombre de la vida que se inventan estrategias en la clínica, valorando cuánto de las defensas que se están usando sirve o no para proteger la vida, valorando el umbral de desengaño posible en sí mismo y en aquellos a quienes asiste. En su nueva suavidad el cartógrafo en nombre de la vida puede y deber ser absolutamente despiadado.” (Suely Rolnik, Cartografía Sentimental)
Sabe que lo gobierna (al decir de Guattari) un paradigma Ético, Estético y Político.
Etico: porque dirige una clínica regida por un compromiso con la vida, en cuanto potencia de perseverancia del ser y que lo obliga con sus pacientes o coordinados a interrogarse permanentemente sobre qué es calidad de vida y qué es enfermedad para ambos en esta nueva carta de situación que suministra la clínica interrogante. Desde este paso inicial podrían disponerse juntos a trazar la meta terapéutica. El terapeuta comprometiéndose a funcionar como atento copiloto que señala y que interroga puntos de referencia acordados como Norte de esa meta. El paciente ejercitándose, a su vez, en aprender a ser el piloto para la nave cuyas velas empujan sus propios deseos. Los deseos que lo sostienen para ir transitando la aventura de esta vez intentar gestarse y parirse a sí mismo, a que le invita el privilegio de analizarse, de dramatizar, en compañía.
Es Estético, porque dirige una clínica de creación de la existencia al nutrirse sin racismo de un acontecimiento social, deportivo, tanto como de la música y de las artes en general y es estético por la capacidad que todos tenemos de hacer de nuestra vida una obra de arte y de nuestro arduo trabajo en la clínica un Goce Estético en el Arte de Curar.
Y es Político (micropolítico) porque la clínica que propone es portadora de herramientas preciosas en la búsqueda de intercesores que nos enseñan a los terapeutas a acoger al extraño en los otros y en nosotros mismos, transitando, entre sus dos Estares, el malestar que genera el terror a la diferencia y la sorpresa de los devenires, tanto en él como en sus pacientes, recuperando la tutela de la propia producción de subjetividad, y de estar disponibles para inventar, en cualquier momento, la producción de utopías posibles, de entusiasmos que lo transforman en psicoargonauta.
Todo esto como premio para los que se atreven a soñar de día, a moverse aún sin trasladarse entre las amenazas tóxicas de la vida cotidiana.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

I) Imperio, Toni Negri y Michael Hardt, Paidós, Bs. As. 2002.
II) L’Anti-Oedipe, Capitalisme et schizophrénie, Minuit, París 1972; primera versión castellana El Anti-Edipo: Capitalismo y esquizofrenia, Gilles Deleuze y Félix Guattari, Barral Editores, Barcelona 1972, segunda versión Pre-textos, Valencia 1998.
III) Del Psicoanálisis a la Psicología Social: el Grupo Análisis Operativo, Hernán Kesselman y Juan Campos Avillar, Temas grupales por autores argentinos, Ediciones Cinco, Buenos Aires 1987.
IV) Homo Sacer: el poder soberano y la nuda vida, Giorgio Agamben, Pre-Textos, Valencia 1998.
V) ¿Posmodernidad? Diversos autores, prólogo Enrique Marí, Editorial Biblos, Buenos Aires, 1988. Otras fuentes bibliográficas sobre el tema: Frederic Jameson, Gianni Vattimo, Perry Anderson, Jürgen Habermas, Jacques Derrida, Alain Touraine, Noam Chomsky, Nicolás Casteñeda Lomas, Foster, Gadamer; etc…
VI) La Posmodernidad explicada a los niños, Jean-François Lyotard, Gedisa Editorial, Barcelona 1994.
VII) 1984, George Orwell.
VIII) Conversaciones, Gilles Deleuze, Pre-Textos, Valencia 1995.
IX) Vigilar y Castigar, Michel Foucault, Siglo XXI Editores, México 1976.
X) Lo que queda de Auschwitz: el archivo y el testigo, Homo Sacer III, Giorgio Agamben, Pre-Textos, Valencia, 1999.
XI) La Monarquía Causal, Juan De Brasi, artículo publicado en el libro Escenas Multiplicidad: estética y micropolítica, libro escrito en co-autoría con Hernán Kesselman y Eduardo Pavlovsky, Ediciones Búsqueda de Ayllú, Buenos Aires 1996
XII) La Psicoterapia Operativa (tomo I: Crónicas de un psicoargonauta y tomo II: El Goce Estético en el Arte de Curar), Hernán Kesselman, Editorial Lumen-Hvmanitas, Buenos Aires, 1999.
XIII) Gilles Deleuze y Félix Guattari, Mille Plateaux: capitalisme et schizophrénie, Minuit, París 1980, Mil Mesetas: Capitalismo y Esquizofrenia, Pre-Textos, Valencia, 1998; Critique et Clinique, Minuit, París 1993; Crítica y Clínica”, Anagrama Barcelona 1996.
XIV) Psicoterapia Breve, Hernán Kesselman, Ediciones Kargieman, Buenos Aires 1970; Editorial Fundamentos, Madrid 1977.
XV) Psicopatología Analítico Vincular, Nicolás Caparrós, Quipú Ediciones, Madrid 1992.
XVI) Escritos Antropófagos, Oswald de Andrade, Ediciones El Cielo por Asalto, Buenos Aires, 1994.
XVII) Las Escenas Temidas del Coordinador de Grupos, Luis Fridlewsky, Hernán Kesselman y Eduardo Pavlovsky, Editorial Fundamentos, Madrid, 1977; La Multiplicación Dramática, Hernán Kesselman y Eduardo Pavlovsky, Ediciones Búsqueda, Buenos Aires 1989 y La Multiplicación Dramática, versión corregida y aumentada, Galerna, Buenos Aires 2000.
XVIII) Dos Estares del Coordinador de Grupos, Hernán Kesselman y Eduardo Pavlovsky, Revista “Lo Grupal” N° 9 Buenos Aires, 1991 y en revista “Clínica y Análisis Grupal” N° 57, Madrid, 1991.
XIX) Cartografía Sentimental: transformações contemporâneas do desejo, Estação Liberdade, São Paulo, Brasil, 1989.

La Responsabilidad Social del psicoterapeuta en los tiempos de la globalización
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