Los Juegos Rabiosos

Apuntes sobre la subjetividad juvenil en Argentina a comienzos del segundo milenio, una muestra porteña en clase media-alta , la relación con lo Deportivo.

En principio quisiese refrescar algunas referencias etimológicas, por ejemplo:

AGRESION (Wikipedia, 2006)
Agresión es un ataque no provocado o un acto belicoso y también práctica o hábito de ser agresivo o belicoso. Para la psicología es una tendencia o conducta hostil o destructiva.
Dollard dice que es cualquier secuencia de conducta cuya respuesta de meta es el daño a la persona a la que se dirige. Se ha polemizado sobre conductas agresivas etc. Al final Archer y Browne (1989) establecen tres características del caso prototípico de agresión:
* Intención de causar daño
* Provocar daño real (no un mero aviso)
* La existencia de alteración del estado emocional (cólera, etc.)
Geen hace una tajante distinción entre agresión colérica y agresión instrumental. La primera tiene un estado emocional negativo de cólera como reacción a alguna provocación previa y persigue causar daño. La segunda está privada de emoción y en ella predomina el cálculo, su objetivo no es causar daño, la agresión es un medio para otro objetivo (ej. [[autodefensa]]).
Como en el caso de los maltratadores que, mediante la agresión, pretenden anular a la persona. [http://buenostratos.org Hacia los buenos tratos]

VIOLENCIA (Wikipedia)
La ”’violencia”’ es un [[comportamiento]] deliberado que resulta, o puede resultar, en daños físicos o psicológicos a otros seres humanos, o más comúnmente a otros animales o cosas ([[vandalismo]]) y se lo asocia, aunque no necesariamente, con la [[agresión]], ya que también puede ser psicológica o emocional, a través de amenazas u ofensas. Algunas formas de violencia son sancionadas por la ley o la sociedad, otras son [[crímen|crímenes]]. Distintas sociedades aplican distintos estándares en cuanto a las formas de violencia que son o no aceptadas.

Según la Real Academia Española

Violar 1. (De viola2).1. m. Sitio plantado de violetas.

Violar 2
.(Del lat. violāre)1. tr. Infringir o quebrantar una ley, un tratado, un precepto, una promesa, etc.

2. tr. Tener acceso carnal con alguien en contra de su voluntad o cuando se halla privado de sentido o discernimiento.

3. tr. Profanar un lugar sagrado, ejecutando en él ciertos actos determinados por el derecho canónico.

4. tr. Ajar o deslucir algo.

vehemente. (Del lat. vehĕmens, -entis). 1. adj. Que tiene una fuerza impetuosa. Un discurso vehemente. 2. adj. Ardiente y lleno de pasión. 3. adj. Dicho de una persona: Que obra de forma irreflexiva, dejándose llevar por los impulsos.

hostilidad.
 (Del lat. hostilĭtas, -ātis). 1. f. Cualidad de hostil. 2. f. Acción hostil. 3. f. Agresión armada de un pueblo, ejército o tropa. romper las ~es. 1. fr. Mil. Dar principio a la guerra atacando al enemigo.

hostil.
(Del lat. hostīlis). RAE
1. adj. Contrario o enemigo.

agresividad. RAE
(De agresivo). 1. f. Tendencia a actuar o a responder violentamente. 2. f. acometividad. Real Academia Española ©

arrostrar.
(De rostro).

1. tr. Hacer cara, resistir, sin dar muestras de cobardía, a las calamidades o peligros.

2. tr. Sufrir o tolerar a alguien o algo desagradable. U. t. c. intr.

3. prnl. Atreverse, arrojarse a batallar rostro a rostro con el contrario.
acometividad. 1. f. Propensión a acometer, atacar, embestir. La acometividad es una característica de los toros bravos. 2. f. Brío, pujanza, decisión para emprender algo y arrostrar sus dificultades. “Su acometividad en el mundo de los negocios le proporciona grandes éxitos”.

agresivo, va. (Del lat. aggressus, part. pas. de aggrĕdi, agredir, e -ivo). 1. adj. Dicho de una persona o de un animal: Que tiende a la violencia. 2. adj. Propenso a faltar al respeto, a ofender o a provocar a los demás. 3. adj. Que implica provocación o ataque. Discurso agresivo. Palabras agresivas.
odio. (Del lat. odĭum). RAE 1. m. Antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea.

Expondré a continuación algunas reflexiones a propósito de un articulo de investigación periodística titulado:
ADOLESCENTES EN RIESGO Violencia por nada: Que hay detrás de las nuevas peleas juveniles” publicada en el diario Clarín, durante este més.

El encabezado de la nota destaca: “Son chicos de entre 14 y 20 años, buen nivel educativo y sin apuros económicos. Pero cuando salen a bailar pueden terminar matándose a golpes. La falta de límites, la sensación de impunidad y el exceso de alcohol, parecen indicar factores clave”.

-La muerte del joven palermitano Matías Bragagnolo luego de una pelea de chicos, hace unos días, parece hacerles mirar un contexto de agresividad a los chicos que lo perciben como natural”(un accionar vehemente plenamente ausente de noción de lo que implica el límite de este juego de golpiza): “Hay chicos que se entrenan toda la semana en el gimnasio para pelearse los sábados. La mayoría son tranquilos, pero a veces hay grupos que les gusta cagarse a piñas”, dice Naty, una flaquita extravertida que ya cumplió los 18. “En el Club San Fernando, por ejemplo, los chicos del rugby siempre enfrentan a los skinheads. A veces está bueno: un día pudimos entrar a un boliche gracias al tumulto que se armó en la puerta, donde nos habían rebotado minutos antes” – Se me ocurre pensar entonces: ¿Por qué el mal, este mal que nos perturba está siendo portado y actuado por nuestros atribulados jóvenes de clase media y media alta, territorio “exclusivo” –excluía, dejando fuera” hasta ahora alos chicos de escasos recursos, cuasi indigentes algunos, “los negritos”? … ¿Y por que no? Si la violencia no ha sido ni es ajena por supuesto al pasado de nuestros pueblos de Latinoamérica y Caribe. Las formas son la corrupción del orden ético y moral, en lo económico en el poder económico, en el financiero y con una profunda ineficiencia muchas veces trajo aparejado otros males como el desempleo, el consecuente desarraigo ante el exilio, la pobreza, el hambre, la falta de hogar, en síntesis una “Cultura de Mendicidad” según la psicoanalista Estela Bichi quien agrega que se provoca un humillante sometimiento y que por supuesto podemos pensar en los crímenes de lesa humanidad. Hoy nos toca más cerca hasta rozarnos por que estos adolescentes que ilumina el haz de luz de los mass media (medios de comunicación. masiva) son mucho más cercanos a nuestros propios hijos. La contemporaneidad de estas manifestaciones, efectos de la nueva modernidad tardía, parecen acechar nuestra tranquilidad, el histórico-social sienta como instituido una práctica atribuida hasta ayer a los “barrios bajos”. Aparece el susto, la pavura, el horror por lo inesperado como formas de irrupción de lo siniestro plegado en lo cotidiano, lo inesperado.

“Más de 40 testimonios recogidos de madrugada por tres periodistas del diario Clarín, en boliches y bares de Costanera Norte, Recoleta, Los Arcos, Las Cañitas y Pilar, aceptaron que asoma un nuevo problema juvenil, la violencia sin motivos aparentes, casi incomprensible, incentivada por el consumo de alcohol, bebidas energizantes y drogas, y alentado por un esquema de diversión que parece concebido para que el descontrol no tenga responsables. Por supuesto, esto no ocurre todos los sábados ni describe a todos los chicos de mejores recursos. Pero la fortuna de que aún no sea un fenómeno masivo no disminuye la inquietud ante semejantes hechos”.

De todas formas es importante señalar que la profesora de Derecho Penal Juvenil de la UBA Mary Beloff subraya que “la criminalidad juvenil no está medida en la Argentina por métodos científicos serios, por lo que cualquier conclusión puede ser temeraria y se referirá, en todo caso, a percepciones”.
Estadísticas parciales ofrecen pistas para entender por qué se repiten los casos de violencia entre jóvenes que, en apariencia, no tienen justificaciones sociales (pobreza, falta de educación, desempleo paterno). Entre 2001 y 2003, el 3 por ciento de las causas penales instruidas en los juzgados porteños tuvieron como imputados a jóvenes menores de 18 años. De ellas, 48 por ciento pertenecía a hogares de bajos recursos y el 52 por ciento, a chicos de clase media y alta. A su vez, un relevamiento realizado el año pasado por la Facultad de Derecho de la UBA junto con UNESCO entre 1.800 profesionales de la educación, reveló que ocho de cada diez asumían no estar formados para manejar situaciones de violencia. Entre ellos, el 75 por ciento trabajaba en colegios privados que asisten a una población de clase media y alta.

En la segunda valla de control de ingreso del boliche Mint, entre el Aeroparque y el río, jóvenes musculosos empujan y gritan para tratar de entrar gratis. No lo consiguen y empiezan a “meterse púa” entre sí:

—El patovica dijo que no vas a entrar porque sos un negro de mierda. Si insistís, te va a sacar del forro del culo.

—¿Cuál? ¿cuál?, decime quién es que lo mato.

—Te va a matar él a vos, enano.

Repetirán escenas parecidas hasta las cuatro de la mañana. Los patovicas miran sin prestarles atención y siguen bebiendo de una latita negra y roja. En sus espalda se lee “Prevención”.
”aquellos que se me oponen son merecedores de mi odio, la descarga violenta debe caer encarnizadamente sobre los espíritus –cuando no también sobre los cuerpos- de los enemigos reales o fantaseados sean ellos eternos o provisorios (en los juegos y deportes por ejemplo). Podemos observar con cierta claridad cuando analizamos la relatividad con la que se ha significado la idea de enemigo, es decir un sujeto pasible de sufrir el mal, según sea la idea imperante que haya acompañado a los acontecimientos históricos de cada época (Galeano, entrevista del 2001).
Para el psicoanalista Osorio, “en el 70 por ciento de los jóvenes de clase alta que trato en mi consultorio o cuando asesoro a colegios, veo una fuerte creencia de acceso ilimitado a todo lo que quieren, como si todo se pudiera comprar con plata. Esta ideología de la impunidad por lo general se encuentra en familias con padres que dialogan poco con sus hijos, quienes a su vez casi fueron criados por personas ajenas a la familia. La sobreocupación de actividades escolares y extraescolares también potencia ese desencuentro”.
Wilbur Grimson experto en prevención de las adicciones pone el acento en que “todo se ha descontrolado básicamente por el consumo de alcohol“. Ante esta opinión de este reconocido especialista la pregunta que me hago es: ¿y por que necesitan consumir más alcohol ? Estamos frente a un nuevo fenómeno de producción de subjetividad donde esta sustancia ha tomado una dimensión desmesurada ? Algún padre me comenta -entre compinche e ingenuo bajando la voz- “sabés las veces que me tuvieron que traer a casa o me tiraron en un taxi…” mientras –recuerdo- relatos cada vez más preocupantes: cada vez más chicos siguen bebiendo hasta que el vómito los pare (límite fisiológico) y al preguntarles por que les parece que lo hacen obtengo desconcierto y turbación, como si no esperasen que se les pregunte por dicho acto ya que ellos reconocen que no se han detenido a pensarlo. Me encuentro con el silencio y balbuceo atónito de mis interlocutores: simplemente lo hacen, no se preguntan por que. Cultura de la desmesura, tal vez?

¿Qué efectos puede tener esa falta de contención afectiva? “Seguramente, una alteración en la conformación psíquica de estos jóvenes, que les causa una compulsión irrefrenable de sus impulsos”, plantea Osorio. “Esta compulsión los empuja a conseguir lo que quieren a cualquier costo. Así, se exponen inevitablemente a escenarios que lindan con la delincuencia, bajo la tranquilidad que les da su estrato social: no me va a pasar nada“. Grimson coincide: “La falta de sanción de estas conductas las termina reproduciendo“.

En la búsqueda de antecendentes de estos casos de violencia, otro foco de atención está en la zona Norte del Gran Buenos Aires. Pero los titulares de los Foros de Seguridad de Vicente López, Silvia Saravia y Oscar Pechof, niegan que las peleas adolescentes sean frecuentes allí.

El gerente de uno de los boliches más tradicionales de ese municipio, que pidió mantener su nombre en reserva, tiene otra mirada: “Nosotros apuntamos a un público mayor a 20 años porque hoy los adolescentes son un problema. Cuando nos alquilan para las fiestas de fin de curso les ponemos muchas restricciones porque son muy violentos. Y cuanto más alto es el estrato social más violentos son“. Algo parecido opina el ex boxeador Jorge “Karateca” Medina, que tiene un gimnasio en Martínez: “Es difícil ponerles un límite a estos chicos, que tienen a papá que es amigo del juez o del comisario. Uno los domina porque tiene calle, pero son difíciles. A mi gimnasio no vienen grupitos violentos. Si los tuviera los echo”.

Como los presuntos agresores de Ariel Malvino, los protagonistas de otro de los casos que tenían alguna vinculación con el rugby. Mario Barandiarán, encargado de difusión de la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA) rechaza el vínculo de este deporte con la violencia: “Es una espada muy injusta que tenemos en la cabeza. Nosotros hacemos campañas preventivas y cursos sobre primeros auxilios, ingesta de alcohol y consumo de drogas. Desde hace dos años, además, hay menos expulsados y menos incidentes en los partidos. Claro, la nuestra es una comunidad cada vez más masiva, pero eso no quiere decir que toda la gente del rugby sea pendenciera“, se defiende.

En uno de los countries más antiguos de Pilar, los periodistas se entrevistan con un grupo de jóvenes que juegan al fútbol en el torneo intercountries y a la noche van a bailar por la zona o, los que ya tienen registro de conducir, a los boliches de la Costanera. “Salimos siempre en grupo y a veces nos agarramos a trompadas”, dice uno de ellos, y los demás estallan en carcajadas. Los chicos dicen que no forman una pandilla, y que “si te peleás en la cancha de fútbol, todo queda ahí. Pero si a la noche vas a bailar y te encontrás con los mismos chicos puede ser que no pase nada o que nos matemos a piñas”.

-Aproximación a un posible circuito de generación de actos violentos en los jóvenes de clase media y media-alta

• La noche comienza en casas particulares, pubs de la avenida Del Libertador, Recoleta o Palermo, y maxikioscos cercanos a los boliches de la Costanera. Allí, los chicos consumen varias botellas de cerveza y, sobre todo, mezclan tragos energizantes con alcohol. La vedette hoy es el speed con vodka, que también se consigue en los boliches a cambio de 15 pesos. Los más osados pueden incluir en estas combinaciones algún medicamento euforizante, como antidepresivos.

• En la puerta o adentro del boliche, cuando la decisión de pelearse ya fue tomada, estos grupos de chicos suelen enviar a uno “débil” como señuelo para generar una provocación. Una mirada desafiante, la acusación de que “miraste a mi novia” o un simple roce de hombros son las “chispas” más frecuentes. Después, los demás pibes que estaban agazapados a la espera intervienen en la trifulca dejando en minoría al “elegido”.

• Si la pelea ocurrió dentro de un local, los “patovicas” intervienen de inmediato para sacar a los revoltosos, que a veces siguen peleándose en la calle. Allí, la acción acaba cuando algún chico termina muy lastimado, o cuando interviene la Policía.

Patricio tiene 20 años, le gusta salir a bailar y el sábado pasado estuvo con sus amigos en la zona de Costanera Norte, una hora antes de que allí fuera atacado Matías Bragagnolo. Y dice: “”Me tiraste el trago”, ésa es la excusa nueva para generar una pelea. Uno va a bailar tranquilo, pero todo el mundo sabe que puede haber piñas. Eso de grupos de diez contra uno o dos pasa mucho. A mí me pasó dos o tres veces, comenta Patricio: Una vez en Plaza Serrano porque sin querer le tiré la bicicleta a un pibe, o porque tenía una remera que decía England. Y a veces la Policía y la Prefectura no se meten como deberían”.

Claudio Mate, subsecretario de Prevención de las Adicciones bonaerense, aleja otro cliché recurrente a la hora de explicar la violencia juvenil: “Yo no creo que la televisión y la playstation generen violencia. Pero junto a otros factores, sí estoy seguro de que la naturalizan. Esa violencia antes era considerada aberrante, y la aberración es un dique moral de contención que impide pasar de la imagen al acto violento. Ahora vivimos como en un juego virtual, en el que está disociado el acto de violencia —que se vuelve posible— y la sensación de aberración que debiera producir. Esto está pasando fuertemente”.

La frecuencia y la magnitud de las golpizas se suma a otros factores de riesgo detectados por los especialistas (consumo excesivo de alcohol o adicciones a drogas que, por ejemplo, causan accidentes de tránsito por exceso de velocidad) para configurar otra estadística bochornosa: mientras los indicadores de salud argentinos son cada vez mejores, la tasa de mortalidad entre los adolescentes bonaerenses se duplicó en diez años. “Es doloroso e increíble, casi todas son muertes evitables. Estamos haciendo varios estudios para intentar explicar esto”, acepta Mate.
-Facu -Uno de los chicos que asiste a mi consultorio- me comenta. “lo que pasa es que agarrarse a piñas es muy común en estos barios, más de lo que la gente supone. Yo los conozco a los pibes de Palermo , de Las cañitas, de Belgrano. –El vive cerca de Chacarita- , son de buen pasar económico, no necesitan andar bardeando así. Tienen plata y sin embargo salen de caño -¿De caño? Pregunto algo sorprendido- Si, lo que pasa que se puso de moda salir a afanar…. Vos te creés que nesecitan, no, pero salen a apretar pibes o alguna gente por la calle. Algunos chorros que conozco me dicen siempre que son un peligro estos pibes, que no tienen códigos. Resuena en mi cabeza la musicalidad de la serie “Tumberos” y de ahí a “Los pibes chorros”, la tan discutida validez de la cumbia villera pero que a pesar de los horrorizados oidos de los padres y familiares se acomoda a los empujones en fiestas varias y en cumpleaños de quince donde ni se discute que forme parte fundamental de la manifestación sonora. Curiosamente cuando se acomodaban los oídos al Rock –antes símbolo de protesta juvenil- estalla estridente la molestia tropical. Esta sanción de validez de chicos y chicas la podremos considerar una manifestación o producción de subjetividad de estos nuevos adolescentes. Un mensaje a los padres y por lo tanto a las instituciones estalladas al decir de Ana Fernández..?
(…)Con más hechos de violencia y tras la seguidilla de casos fatales, otra de las preguntas que sonaron esta semana fue qué hacer con los adolescentes agresores. En la vereda opuesta a la de Juan Carlos Blumberg, que volvió a pedir la baja de la edad de imputabilidad penal, la penalista Mary Beloff cree que “debemos debatir un sistema especial con una responsabilidad diferenciada para los adolescentes que cometen delitos, orientado hacia la responsabilización y reparación de las consecuencias”. Sus palabras, compartidas por la mayoría de los especialistas y legisladores entendidos en temas infanto-juveniles, apuntan a no perder el foco sobre el lugar que casi siempre ocupan los adolescentes frente a la violencia: el de víctimas. Según el adelanto de un relevamiento de la ONG “Periodismo Social” sobre las noticias protagonizadas por jóvenes durante el año pasado en los diecisiete principales diarios del país, “por cada cinco chicos o adolescentes víctimas de violencia hay uno que agrede”. Todos sufren las causas que les cierran los puños o terminan abollando sus caras. Y ese es el gran interrogante que quiere respuesta inmediata. De todas maneras no debemos olvidar que los chicos acceden en su adolescencia a todo tipo de funcionamiento en grupos “No se puede criminalizar algo que es propio de los adolescentes, que no hacen patotas –señala el sociólogo Marcelo Urresti (reportaje en diario “Página 12”) sino que van en grupos y que le es necesario para comenzar a discriminarse, para lograr identidad y la calle es un espacio de exploración por donde todos nosotros, -hoy más grandes y maduros, creo- hemos transitado como investigación, ese lugar donde no esta papá ni mamá:

El espacio social, se lugar que no debiera ser temible y que deberíamos tener seriamente en cuenta sobre nuestros miedos cuando nuestros hijos salen. Lugar de desarrollo fundamental para la segunda etapa de la vida de nuestros jóvenes. Aquí es donde lo lúdico toma una dimensión especial como nos trasmitió Winnicott, donde lo deportivo sería una de las representaciones más sobresalientes como juego para “grandes” para los que vamos dejando atrás la niñez… El juego deportivo puede entenderse y ser propuesto como un importante analizador vincular Casi me atrevo a proponerlo que sea considerado como un acto puro en su esencia, una manera de sublimación fundamental de la violencia y de la pulsión agresiva hacia el otro registrado a partir de la investigación y la observación participante a lo largo de la historia. Plantearemos que el acto deportivo incluye en esencia un acto lúdico indiscutible – favorece el acuerdo fraterno- dirimiendo diferencias entre fratrías y lleva consigo un efecto altamente terapéutico. Queda por revisar por que intersticios se filtra la vehemencia, la hostilidad y la agresión destructiva que satura invadiendo las prácticas deportivas ya hoy en todos los estamentos sociales cambiando el concepto imaginario “cosas de marginales” que hasta ahora teníamos. La propuesta es pensar nuevamente en la caída de la Ley en toda su dimensión en tanto metáfora paterna, como imagen en las casas de los jóvenes y fundamentalmente como producción derramándose desde las instituciones. Como padres y responsables repensar seriamente el acercamiento y la escucha atenta y-calmada- de nuestros jóvenes. Como nos enseñó Bertol Brech “… ahora golpean a mi puerta”

Estos -por supuesto- son los primeros apuntes sobre una práctica de caracter bio-psico-social- que deberá continuar siendo observada e investigada para intentar otras conclusiones más certeras en el devenir del tiempo de nuestra histórico-social actual y por venir

Bernard Shaw (l948) nos recuerda: “El hombre no deja de jugar por que envejece, envejece por que deja de jugar”.

© Claudio Goscilo (-Ponencia Congreso de APSA, Abril de 2006, Mar del Plata, Argentina.)

Ponencia presentada durante el Simposio “Agresión, violencia y deporte” (Capítulo -Ad Hoc- Deportes y Salud Mental, APSA ) Congresos de la Asociación de Psiquiatras Argentinos, Asociación de Psiquiatría de América Latina (APAL) y de la Internacional Psychiatric Assosiattion (IPA) , efectuados en Mar del Plata, Buenos Aires 28; 29 y 30 de abril de 2006.

 

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