Producciones de subjetividad y globalización en la psicología contemporánea

I. ¿Es la vida un estado de ánimo o una sucesión infinita de estados de ánimos finitos?
El clima finisecular en que hoy vivimos respira en la era de la Globalización económica y mediática. La era de la “bomba financiera” (según Marcos). Ella tiende a homogeneizar redes de poder transnacional que se despliegan para ejercitar el poder de sus élites sobre el resto de la humanidad en escala planetaria, conjugándose con la vertiginosa aceleración de los avances tecnológicos -en especial de los mass-media electrónicos- que proveen el zapping informático hacia el englobe de una simultaneidad planetaria por donde se vehiculiza dicha transnacionalidad. En estas velocidades se produce un torbellino de imágenes, sonidos, acciones, creencias, fenómenos impredictibles y oportunidades de destiempo que proveen dos tendencias contradictorias en cuanto a los estados de ánimo que provocan:

a) Por una parte, cortes de pesimismo que pulverizan la Gran Ilusión, nuestra ilusión infantil de que hacia el final de este siglo todos íbamos a conseguir -con el progresivo desarrollo de la ciencia y de la técnica- un “mundo feliz” donde la desigualdad social, la injusticia, la pobreza, las enfermedades, la privación de los derechos a la educación, a la salud y al trabajo equitativo, no iban a ser “lo natural”. En fin, que en la aurora del nuevo milenio, “se iba a acabar” la preponderancia de la violencia sobre la razón, que la ley arbitraria y el despotismo iban a ser un amargo recuerdo del pasado. Que la ética de la nobleza, de la consideración por el otro, iba a gestar una humanidad solidaria, trabajando en un planeta casi pleno y con la mirada puesta en la esperanza de conocer otras galaxias. Este globo futurista … se ha desinflado.

b) Y por otra, provee acontecimientos y posibilidades imprevistas por las que se gestan condiciones impensadas que generan ráfagas de un optimismo vital de utopía superior, utopía del final de la utopía, esperanzada con nuevas figuras de subjetividad, surgidas de las conexiones impredictibles, de los devenires (de los acontecimientos), de la difusión caosmótica de las significaciones subjetivas del nivel micropolítico que tensan la macropolítica haciéndola tartamudear. Es que la vida pide paso incesantemente para seguir circulando a través de la creatividad en los nuevos territorios, en los así llamados “nuevos” Paradigmas de la Subjetividad y nuevas patologías y terapias de fin del milenio.

II) ¿Qué consecuencias ha traído la crisis epistemológica de esta era mediática en todas las áreas, y en especial en la Psicología?
En la actualidad (y desde hace ya varias décadas) coexistiendo con las certezas o “verdades” universales se generan en la mal llamada Posmodernidad, condiciones de existencia heterogénicas que hacen imposible mantener esas certezas que dominaban -y que aún dominan en el pensamiento mayoritario- el campo de las Ciencias, de las Artes, de la Filosofía. Condiciones de existencia heterogénicas que proveen producciones de subjetividad que están derrocando el reinado de las monarquías causales y de los territorios sobresimplificados de las ideologías, de los quehaceres y de los saberes profesionales. Las realidades de la tragedia humana que en su actualidad nos transmiten los televisores, la lectura de los periódicos, nuestro andar por las calles, las desilusiones y dolores del maltrato cotidiano -desde la cultura de la mortificación entre los próximos, hasta el maltrato naturalizado entre usuarios y prestadores– proporciona, cada día, irritación, impotencia, y sensación de sin salida. El que vive en la planicie tiene que aprender a producir habilidades similares a las que desarrollaron quienes viven al borde del cráter de un volcán o en regiones espantadas por los sismos y maremotos. Se instala así una nueva figura de producción de subjetividad, un dispositivo que denomino: Psicosísmica. A partir de este dispositivo se divisan sensaciones diversas: desde “Paren el mundo que me quiero bajar” a “¿Y por qué no carpe diem (¡toma el instante!)?” ¿Y por qué no … estar disponibles para ser agenciados por los acontecimientos contagiosos que, de pronto, nos permiten inventar la planificación de nuestras mejores esperanzas? La vida es también una sucesión infinita de estados de ánimo finitos: una mezcla interminable de euforias y tristezas.

Por lo pronto, la creencia de que el sujeto posee en su interior una esencia que se representa en su mente bajo la forma de imágenes que se inundan desde o que pueden dirigirse hacia un exterior (del que el sujeto queda separado desde la frontera de su piel), esa creencia se va desvaneciendo. También se desvanecen la idea de un sujeto que corporiza una subjetividad que se representa y emerge desde el interior de su mente (consciente o inconsciente) y la idea de un sujeto que se relaciona con un objeto que suscita su deseo o su repulsa.
Las concepciones del sujeto producto de la sinonimia entre subjetividad e interioridad, entre lo mental y lo psíquico, son las mismas que han sujetado el cierre de sus certezas: lo que se construyó como fortaleza termina siendo cárcel. Pero, desde la actual interrogación crítica epistémica y en las nuevas figuras que circulan por la pista témporo-espacial de la banda de Moebius planetaria, lo interior y lo exterior se han vuelto tan relativos, limitados y perennes como cualquier otro invento que pretende perpetuarse. La inmovilidad pétrea, limitada cronopolíticamente al tiempo reloj, se resquebraja en estos días en que la humanidad late sin cesar en una temporalidad solamente estable en su ser aiónico inasible e irreversible.
Al deconstruir estas certezas nuestro ojo psicoanalítico vibrátil puede ver ya, no sólo un inconsciente sepultado, sino también un inconsciente desplegado y desplegable. Y si reinterrogamos al Principito de Saint-Exupery, puede leerse: “Lo esencial es visible a los ojos … vibrátiles”.

Al generarse las contradicciones del “Gran Mercado” y los mestizajes inauditos de la Geopolítica mediática, se generan también las predisposiciones para concebir una alternativa a los conceptos de dicha subjetividad interior, esencial, homogénica y antropomórfica. Una subjetividad disyuntiva que ya no debe elegir entre lo Uno y lo Múltiple, que ha comenzado a ceder ante el avance de la concepción de una multiplicidad conjuntiva (disyunción inclusa), legalizadora de Lo Complejo. Nuestra proposición epistémica permite definir la subjetividad como una producción que -al decir de Deleuze & Guattari- se genera maquínicamente en el entre de las tensiones y los pliegues de las explicaciones causales y de las acciones azarosas, que son inexplicables, intempestivas, pero que afectan, agencian y producen flujos de energía transhumana llamada Deseo. Potencia que se traslada en sucesiones interminables de flujos y cortes, que irrumpe en las inter y en las intrasubjetividades y que conectan cuerpo con abstracciones, animado con inanimado, ciencia con arte, filosofía con cotidianeidad.
Como decían Edgar Morin e Ilya Prigogine: Ahora … Lo Complejo. Producción de Subjetividad que se corporiza en creencias singulares y colectivas, donde lo social atraviesa transversalmente las prácticas profesionales de la Psicología Contemporánea, sean éstas bicorporales, multicorporales o definidas como individuales, grupales, institucionales y comunitarias. Ya no más lo social como lo objetivo que sucede en el afuera del sujeto y de lo subjetivo, como el adentro. Ya no hablar de lo social como aquello que sucede más allá de las paredes que hacen íntima la sesión, sino lo social como flujo deseante que atraviesa transversalmente a cada individuo, a cada grupo. No hay que traerlo desde afuera ni habrá de suceder cuando el paciente salga a la calle, porque ya está siendo. Y está siendo como producción inconsciente que se despliega horizontalmente en cada saber y en cada quehacer personal y profesional. Entonces, esta concepción de producción de subjetividad la tomo como alternativa a las concepciones de certezas establecidas y la utilizo como tema de estudio de las diferentes prácticas del ser humano. Acudo a esta concepción como herramienta capaz de interrogar todas las corrientes actuales, no sólo de la Psicología, sino de cualquier disciplina o especialidad.

III. Daños y beneficios que el modelo económico neoliberal globalizado produce en las subjetividades contemporáneas. Agenciamientos y capturas.
Devorando heterogénesis para desovar en Psicología.
Bajo la amenaza de una imparable recesión planetaria nos despertamos cada mañana con un simulacro de fusilamiento económico. Y así hasta el anochecer.
Como señala Jacques Attali, nuestra sociedad se rige por las leyes del pánico y no solamente en los momentos de crisis. El pánico económico social (derivado de Pan, terrible dios de los rebaños) es ese movimiento corderil en el que cada uno imita al otro en el enloquecimiento, por miedo a ser marginado, rechazado y así desaparecer física, psíquica y socialmente (perder la cabeza, el cuerpo y la identidad social) está en el centro del desencadenamiento de la crisis actual. (Pánico de las Bolsas asiáticas, Rusia y Brasil, efectos Dominó, Tequila, etc.)
El pánico se autosustenta, imitándose a sí mismo y éste es uno de sus rasgos más aterradores (supresión de las diferencias, todos caen en la misma bolsa). Viene acompañado por el engaño de previsiones erróneas y modas excesivas que una vez que se saben equivocadas exigen seguir haciendo como los demás, pero esta vez en el sentido contrario. El pánico es el miedo de quedar afuera y hace que los consumidores se precipiten sobre el objeto de moda, que el trabajador se aferre a un empleo mal pago por miedo a quedar abandonado a su suerte. El efecto de la imitación y la dictadura del consenso, otros nombres del pánico, son los verdaderos motores de la Economía de Mercado, que cuando supera holgadamente en su valor a la economía real, provee al mismo tiempo el carburante de la euforia y del desastre.
En Economía como en Psicología, el desafío es aprender a surfear sobre la avalancha, es decir a vivir con el pánico. El Dios Pan acoge a los pastores cuando estos son hospitalarios con su propio desasosiego.
Y es el Síndrome de Pánico el que va adquiriendo cada vez más difusión en la clínica y en el ranking de las nuevas psicopatologías, como un cuadro ejemplar de lo que denomino: Síndrome de Inmunodeficiencia Psicológica Adquirida (S.I.D.P.A.), consonando con el nombre de la enfermedad infecto-contagiosa más globalizada de estos tiempos. El Síndrome de Pánico, el S.I.D.A., las patologías adictivas y depresivas, constituyen la marca registrada del estrés que se paga por el privilegio de no quedar afuera de la picadora de carne, exigencia de la cruel competencia para sobrevivir en el Mercado. Personalidades provisorias, simuladas (como si) son las caretas para participar de un baile organizado en la celebración de las “Cenizas y Diamantes” del final del siglo. A veces, sólo nos quedan fuerzas para aferrarnos cada día a alguna tabla salvavidas y “hacer la plancha”. Pero una tabla resto del naufragio, tabla de salvación para aferrarse, puede devenir también tabla de surf, cuando una ola se levanta por imprevistos acontecimientos y cuando estamos dispuestos a ser agenciados activamente. Como decía mi amigo Rodrigué, lo peor puede estar cerca de lo mejor y los inconvenientes que nos hacen tartamudear en Psicología pueden abrir las puertas en nuevas direcciones que de no haber trastabillado en el camino no se abrirían. El teatro del campo escénico de la cura, el campo grupal en especial, al permitir desarrollar diversas identidades (a terapeutas y pacientes), legitima la enajenación productiva, lo cual desbloquea los inconvenientes de quedar pegados a una sola identidad. El zapping identitario que provee la instantaneidad mediática también provee estímulos para inventar “n” personalidades, en lugar de quedar reducidos a una sola. Oportunidad de ejercer una gimnasia de pegue y despegue.
Con Pavlovsky hemos sostenido que la Multiplicación Dramática nació como alternativa a la reducción interpretativa. Multiplicar no es sólo proponer libres asociaciones dramáticas alegremente, ni pergeñar con anticipación un argumento ingenioso o divertido. No se trata de un amable juego de salón. Multiplicar es aprender a jugar con el riesgo de no poder hacer pie y caer desde el propio ego. Cuando alguien avanza sobre la escena psicodramática para disponerse a una multiplicación lo hace como el equilibrista en el alambre, como la trapecista de Wenders, (un estar “hasta cierto punto” como en la escultura de Distéfano) aprendiendo a jugar con euforia y temor al mismo tiempo.

IV) Oportunidad de creación de herramientas para la Psicología Contemporánea.

La conjunción entre casualidad y azar, entre deducción e intuición, entre destino y accidente, facilita la producción de cartógrafos en cualquier disciplina y en cualquier escuela técnica.
La formación de Trabajadores de la Salud Mental (T.S.M.): psiquiatras, psicólogos -clínicos y sociales-, psicodramatistas, psicoanalistas, educadores, corporalistas, etc., ya no es sólo valorada por su estructura mapista, sino por su potencialidad cartográfica. Cartógrafos (Deleuze, Guattari, Rolnik) para operar en la conducción de sus tareas profesionales con una mirada y una escucha vibrátiles.
El T.S.M. Cartógrafo, deviene así en una especie de guía turístico que consulta el sentido de la ruta escrito en el mapa de las teorías y técnicas que lo han ido formando (escucha y mirada de su Estar estriado, el Estar Molar), al que sostiene en una de sus manos, mientras va diseñando con la otra, los bocetos de sensaciones, de extemporaneidad, de músicas, de ritornelos (cantinelas) inconclusos, y temperaturas por fuera del termómetro que aparecen en la mirada y en la escucha abierta, de su Estar liso, el Estar Molecular.
Esta mirada estroboscópica del cartógrafo que recorre la ruta del trabajo psicológico bosqueja, sobre el fondo de los saberes acuñados, pinceladas nuevas para inventar nuevos saberes sobre el terreno a recorrer, saberes que no están inscriptos en ninguna disciplina y que, para referirse a algo conocido, deben recurrir más a la poesía, a la música y a las artes en general, que a las ciencias actuales.
Y estos alimentos desprovistos de racismo, sin selección alguna, son uno de los beneficios de la globalización mediática, que permiten al cartógrafo confeccionar lo que llamo un Menú Antropofágico cotidiano, que incluye episodios culturales y sociales que lo han afectado en su humano y que puede compartir con otros náufragos.
En las tensiones entre estas dos hojas de ruta, ya mencionadas, el psicoanalista o el psicodramatista, por ejemplo, se nombra a sí mismo cartógrafo, más por su disposición a una escucha interrogante sin cesar, que por el instrumento o la teoría y la técnica con la que trabaja. Y es cartógrafo, más por este dispositivo que, como su nombre lo indica, lo dispone a la escucha polifónica, que por la perfección del mapa de las teorías y técnicas por él conocidas. Teorías y técnicas que cuanto más lo han formado, insensiblemente, a la vez, lo han deformado al alimentarlo cada vez con más de lo mismo, es decir, ensanchándose en el espectro evolutivo de sus variaciones sinfónicas, pero, tal vez, ojalá, presintiendo que estas variaciones son partes de la misma sinfonía.
“Es cartógrafo porque su principio es un antiprincipio que lo obliga a estar siempre cambiando de principios, y porque sólo tiene una especie de Regla de Oro: él sabe que es siempre en nombre de la vida que se inventan estrategias en la clínica, valorando cuánto de las defensas que se están usando sirve o no para proteger la vida, valorando el umbral de desengaño posible en sí mismo y en aquellos a quienes asiste. En su nueva suavidad el cartógrafo en nombre de la vida puede y deber ser absolutamente despiadado.”
Sabe que lo gobierna (al decir de Guattari) un paradigma Ético, Estético y Político.

Ético: porque dirige una clínica regida por un compromiso con la vida, en cuanto potencia de perseverancia del ser y que lo obliga con sus pacientes o coordinados a interrogarse permanentemente sobre qué es calidad de vida y qué es enfermedad para ambos en esta nueva carta de situación que suministra la clínica interrogante. Desde este paso inicial podrían disponerse juntos a trazar la meta terapéutica. El terapeuta comprometiéndose a funcionar como atento copiloto que señala y que interroga puntos de referencia acordados como Norte de esa meta. El paciente ejercitándose, a su vez, en aprender a ser el piloto para la nave cuyas velas empujan sus propios deseos. Los deseos que lo sostienen para ir transitando la aventura de esta vez intentar gestarse y parirse a sí mismo, a que le invita el privilegio de analizarse, de dramatizar, en compañía y a definir paso a paso qué es salud, qué salud quiere, qué es estar enfermo y qué es intentar curarse -que curación quiere.

Es Estético, porque dirige una clínica de creación de la existencia al nutrirse sin racismo de un acontecimiento social, deportivo, tanto como de la música y de las artes en general y es estético por la capacidad que todos tenemos de hacer de nuestra vida una obra de arte y de nuestro arduo trabajo en la clínica un Goce Estético en el Arte de Curar.
Y es Político (micropolítico) porque la clínica que propone es portadora de herramientas preciosas en la búsqueda de intercesores (los ángeles) que nos enseñan a los terapeutas a acoger al extraño en los otros y en nosotros mismos, transitando, entre sus dos Estares, el malestar que genera el terror a la diferencia y la sorpresa de los devenires, tanto en él como en sus pacientes, recuperando la tutela de la propia producción de subjetividad, y de estar disponibles para inventar, en cualquier momento, la producción de utopías posibles, de entusiasmos que lo transforman en psicoargonauta con alas para sobrevolar las medianías.
Todo esto como premio para los que se atreven a soñar de día, a moverse aún sin trasladarse entre las amenazas tóxicas de la vida cotidiana (nomadismo sedentario y sedentarismo nómade).
Recordar la premisa aristotélica: “el sueño es la esperanza de los hombres despiertos”.
Como dice Peter Pál Pelbart : “Devenir ángel, en la defensa de una quebradiza salud, base de nuestra soledad positiva, creadora”. Una soledad solidaria para celebrar el acontecimiento por el que nuestras botellas de náufragos puedan chocar. Un brindis oceánico entre náufragos rizomáticos, sedientos de esperanza y hartos ya de tanta amenaza.

(Ideas vertidas por el autor en las Pre-Jornadas de la S.A.P., Sociedad Argentina de Psicodrama, Octubre ’97, “Lo Social/Grupal a fin/comienzo de siglo/milenio” y en la Universidad Nacional de General Sarmiento, San Miguel, Pcia de Bs. As., Octubre de 1997: Jornada de Intercambio y Reflexión: “El actual modelo económico. Consecuencias Psico-sociales”. Incidencias sobre la Subjetividad).

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