Prólogo al libro “Enrique Pichón Riviére, viajero de mil mundos”

Quiero hacer llegar al lector las resonancias de un discípulo de Enrique Pichon Rivière que disfrutó de la siembra de sus prácticas y escritos, justamente algún tiempo después de la fecha en la que de su vida y de su obra se informa en este libro.
Para escribirlas, fui recorriendo minuciosamente las páginas, los datos, que el autor ha ido recopilando, revisando, corrigiendo e interpretando en lo que hasta ahora considero el mejor y más completo escrito sobre la vida y obra del gran maestro del Psicoanálisis y de la Psicología Social que fue Enrique.
Como dije alguna vez, hay pocos profesionales en este campo que no hayan hecho florecer en sus prácticas y teorías, algunos conceptos descubiertos y acuñados por Pichon. Conceptos que él solía repartir generosamente, como un agricultor recorriendo los surcos de sus clases al viento, de sus charlas de café, de sus supervisiones. Sin poses académicas y con pasión por estimular el saber entre sus interlocutores. El heterónimo Sócrates de Enrique, como diríamos siguiendo las enseñanzas del poeta lusitano Fernando Pessoa. Poeta quien también dijo: Navegar es preciso. Él mismo, viajero de la poesía universal. Y viajero fue nuestro maestro Pichon. No sólo del viejo y del nuevo mundo, sino desde cada unidad, desde cada parcela de los fenómenos que examinaba.
Fenómenos de los que supo descubrir mil puertos, para salir a la mar de los interrogantes, para consagrarse como especialista en la fundación de una psicología abierta. Abierta por la multiplicidad, esa gran disposición a la que Enrique nos animó siempre. Ir anudando con una mano las certezas que necesitamos para guiarnos en el camino de las intervenciones operativas; pero también ir desanudándolas con la otra mano para configurar más un “y”… de posibilidades, que un “o” de descartes.
Así nos enseñó una cartografía de avanzada para recorrer los caminos de la prevención y de la cura en salud mental. Y es por esta multiplicidad tan esencial, tan cara al espíritu de Pichon que me gustó la valoración que sugiere Fernando Fabris cuando lo convirtió en viajero de dos (mil) mundos, como quien dice: de “n” mundos.
El libro nos va contando cómo fue gestando Pichon, desde sus primeros pasos, la construcción de su barco, de su Argos. Así como el reclutamiento progresivo de sus psicoargonautas. Es difícil nombrar a los más destacados. ¡Cuántas cosas descubrí leyendo las referencias detalladas que trae el libro! En ocasiones me cautivó la lectura de anécdotas desconocidas para mí. (Me sorprendió saber de Pombero, su sobrenombre guaraní de entrecasa.) Anécdotas que lo ubican en un acontecer histórico: el del hombre de su época que está fogoneando una epopeya para la liberación de las ataduras que obstaculizan el desarrollo de los seres humanos en su producción social.
Esa lectura me fue permitiendo descubrir una dimensión oculta que el texto revela. Esto prueba que el libro es un libro de consulta, aún para aquellos que se sienten especialistas en el tema y que, como en mi caso, pueden informarse o rectificarse ideas incorrectas que han circulado mucho tiempo en nuestro ambiente hasta ser convertidas en mitos.
Este viajero, Pichon/Jasón, quiere navegar a la búsqueda de un vellocino que garantice la libre circulación de los vínculos en los grupos, en las instituciones, en las relaciones bi-corpóreas. Por ello vemos un hombre, tal como lo describe Fabris, comprometido con sus semejantes, con la equidad, con la justicia, con su tiempo.
Gran antropólogo social, surrealista de corazón, Pichon fue un riguroso antropófago cultural al que nada de lo humano le fue ajeno. Tuvo la habilidad de abrir las puertas a una clínica cartográfica que se iba haciendo a medida que él recorría un mapa previamente trazado –la psicopatología vincular- y a una clínica antropofágica que devora alimentos sin el menor atisbo de racismo para desovarlos en creaciones como el cono invertido, por ejemplo, donde mezcla proyectos y conceptos de carácter nacional y regional con otros de carácter universal y de las más variadas disciplinas –la Teoría de la Comunicación de Bateson, la Teoría del Aprendizaje de Gastón Bachelard, la Telé de Moreno, la Teoría del Campo de Kurt Lewin, la Interaccionalista de George Mead, etcétera-.
Creador de una psicología que supo encontrar en el sueño y en la locura, tránsitos y caminos estéticos para llegar de lo siniestro a lo maravilloso (basta leer sus escritos sobre el Conde de Lautreamont). Y todo a través de una psicología transgresora, mediadora entre el arte y la ciencia, para ser utilizada con el hombre de la vida cotidiana, y expresada en términos comprensibles para ese hombre de la vida cotidiana. Psicología que conserva la frescura de su rigurosa actualidad.
Dejo para el lector ir correlacionando el histórico social con cada descubrimiento y ocurrencia que Pichon llevó a sus indagaciones operativas y que el autor contextúa local y universalmente. Pero no puedo dejar de señalar los puntos que considero más sobresalientes de la teoría pichoniana, la mayoría de los cuales ya están esbozados en este tomo y que tuvieron, en mi caso, repercusiones de capital importancia. Por citar algunas: mi libro de Psicoterapia Breve, escrito entre los sesenta y los setenta; la fundación en 1978, de una Escuela, durante mi exilio en Madrid, que lleva su nombre y que desarrolló una gran difusión de su pensamiento en Europa; el Grupoanálisis Operativo, integrando el pensamiento de Pichon con el de Foulkes con Juan Campos en Madrid y Barcelona y finalmente, la creación en 1987, a la vuelta de mi exilio, del Centro de Psicoterapia y Técnicas Operativas (CPO) en Buenos Aires, que dirijo hasta la fecha, investigando junto a mis colegas, los devenires del pensamiento de Pichon. Su pensamiento, al arrojar luz sobre la persona del profesional, me llevó a trabajar y publicar distintos afluentes para un Psicodrama y una Psicoterapia operativas: Las Escenas Temidas del Coordinador de Grupos, La Multiplicación Dramática, La Psicoterapia Operativa y más contemporáneamente: La Heteronimia en la Clínica.
El subtítulo de este libro señala también la génesis e irrupción de un pensamiento nuevo. Repasando a vuelo de pájaro, nos encontramos con diferentes irrupciones encarnadas en algunos aportes fundamentales tales como: 1. la teoría de la enfermedad única, como conducta desviada; 2. lo operativo (la operatividad como acción comprensible y correctora); 3. el grupo operativo (instancia donde se desarrolla el drama microsocial); 4. el vinculo (vicisitudes de las tres “d” –depositante, depositario, depositado-) como crítica a lo kleiniano predestinado a lo genético; 5. divalencia; 6. tarea (eje alrededor del cual gira toda la concepción de la dignidad y eficiencia del trabajo); 7. duelo central como matriz patogenética, patorrítimica y patoplásitica; 8. la epilepsia, lo siniestro y la creatividad. Psicoanálisis de la esquizofrenia y de la psicosis maníaco depresiva; 9. cono invertido (pertenencia, cooperación, pertinencia, comunicación, aprendizaje y telé), espiral dialéctica y proyecto; 10. horizontalidad y verticalidad grupal: emergente, portavoz y chivo emisario; 11. el trabajo acumulativo como producción (sesiones maratón). Podríamos seguir.
La búsqueda de lo musical en los vínculos, afición sonora que compartimos con Fernando Fabris en las supervisiones clínicas, es un devenir Orfeo en-nos y en-Pichon, que nos legitima el juego de nuestros ritornelos con los pacientes, abriendo nuevos caminos a la indagación operativa.
Y lo que vendrá…

Del libro “Enrique Pichón Riviére, viajero de mil mundos”, Fernando Fabris, 2007

Prólogo al libro “Enrique Pichón Riviére, viajero de mil mundos”
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