Cartografia de las intrincadas conexiones entre el cerebro, la mente y el cuerpo

Los corporalistas cartógrafos.
La mayoría de las personas que leerán estos escritos son del grupo “corpo”. Ni médicos, ni kinesiólogos, aunque algunos sí. Tampoco psicólogos o psiquiatras, aunque algunos sí. Ni siquiera filósofos o epistemólogos, aunque algunos sí. Quizás muchos lectores tengan información sobre el funcionamiento y la estructura del cerebro, del sistema nervioso o de la mente humana. Información sistemática o no, de libros, de cursos, de experiencias. Recogida aquí y allí, hurgada en la demanda de los cuerpos con los que se interactúa en la práctica profesional. También es probable que a pesar de ello, para muchos de los corporalistas las palabras: cerebro, sistema nervioso, mente, signifiquen la incursión en un mundo ajeno, el de los expertos …
Todas estas circunstancias están presentes en el momento en que decido escribir estas notas. El tema me impone respeto y consulto mucha bibliografía, hago lecturas muy variadas antes de escribir una línea. A pesar de los temores, sin embargo, me reconozco interesada en la aventura del pensamiento, en las incursiones de los humanos para hacer suyos algunos temas que son de lo humano y descubrir, desde miradas tal vez ingenuas, menos urgidas por “la” disciplina (con “menos para perder”), algunos atravesamientos, direcciones, conexiones, que quizás “los” especialistas han perdido. De este modo me interno en el cerebro, en sus líquidos, entre centros y periferias, en las estructuras pétreas que lo contienen, en las chispas del sistema nervioso que lo encienden, en sus acuerdos o desacuerdos con la mente, el psiquismo, sus fuentes corporales. Voy en busca de una aventura, de una intriga a develar.
Algunos textos son guías de mis entusiasmos, mis mapas para internarme con menos miedo en el laberinto.
Soy una buena lectora de los libros del neurólogo Oliver Sack; de todos sus libros. Estos libros hablan a mi persona de carne y hueso, capaz de emocionarse, de conmoverse y también de pensar. Se nota su interés por hacerse entender, por hacer comprensible su lenguaje. Yo los leo como leo algunas novelas o cuentos. Él, como pocos ha hecho de la Neurología una novela, una especie de novela policial que mantiene el suspenso hasta el final, quizás una novela al estilo de aquellas del realismo mágico. Cada afásico podría ser algún personaje de “Cien años de soledad”. En los últimos años han aparecido varios libros de esta literatura, como “El error de Descartes” de Antonio Damasio y otros, orientados a dilucidar aspectos de una nueva inteligencia: emocional o sensorial, que atraen a quienes incursionan en el terreno de las inteligencias múltiples y de las nuevas pedagogías. También me resultan apasionantes los textos de Boadella o Gerda Alexander, en los que creo ver las bases de una nueva neurología, de una nueva psicología, de un nuevo modo de hacer teoría, de construir ciencia. Este tipo de investigador se anima a inventar su propia cartografía del cuerpo, del cerebro, de la mente, sus propias conexiones, en un camino riguroso, aunque afirmado en tierra temblorosa: en métodos muy discutidos por cierto tipo de científicos, como lo son la autoobservación y la observación de las propias conductas o la experimentación sobre sí mismos.
Uno de mis mapas confiables fue el libro Anatomía y fisiología del sistema nervioso, de Guyton, en su versión actualizada. (En este tipo de conocimiento hay que consultar las fechas de las ediciones y ver si se trata de libros que han sido actualizados. Las noticias neurológicas cambian con gran velocidad)
Guyton me informa sobre algunas dificultades en la terminología de lo que se denomina la anatomía macroscópica. Parece ser que cada manual tiene sus inclinaciones:

Lamentablemente se utilizan varias terminologías para describir las diferentes partes del encéfalo. Hay una terminología usada en los círculos médicos en la que el encéfalo se divide en seis partes: 1) el cerebro, 2) el diencéfalo, 3) el mesencéfalo, 4) el cerebelo, 5) la protuberancia y 6) el bulbo raquídeo. Es importante reconocer la relación de esta terminología con la clásica y también con varios términos clásicos anglosajones. El cerebro es igual que el telencéfalo y el telencéfalo y el diencéfalo juntos constituyen el prosencéfalo o encéfalo anterior, que constituye la gran porción masiva del encéfalo y una gran parte de la cavidad craneana.

Otras informaciones que me revela este mapa, apuntan a aclararme algo sobre las áreas funcionales de la corteza cerebral, información que me parece de interés, porque me orienta sobre el destino de algunas de las intervenciones en lo “corpo”:

Áreas motoras en el lóbulo frontal posterior (corteza motora –controla actividades musculares discretas- , corteza premotora –controla los patrones de coordinación de contracciones musculares- , área de Broca –controla lenguaje-)
Corteza somestésica en el lóbulo parietal –detecta las sensaciones táctiles y propioceptivas,
Área visual en el lóbulo occipital –detecta las sensaciones visuales.
Área auditiva en el lóbulo temporal superior –detecta sensaciones auditivas-
Área de Wernicke en el lóbulo temporal posterosuperior –analiza la información sensitiva de todas las fuentes-.
Área de memoria reciente en las porciones inferiores del lóbulo temporal.
Área prefrontal en la mitad anterior del lóbulo frontal –elaboración del pensamiento-.

El corporalista cartógrafo lleva en una mano el mapa, pero además de este mapa con algunas localizaciones precisas, le será necesario ir recorriendo el terreno para descubrir allí, qué del mapa se corresponde con tal o cual río, con tal o cual límite. A veces puede encontrar que el río se ha secado o que el límite se ha corrido. Los mapas son los libros, las teorías, los enunciados, los principios, pero el corporalista cartógrafo, además husmea, avizora, busca, recrea sus instrumentos y en ese andar marca el territorio.
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El pensamiento corporal de la complejidad.
Pueden observarse en el final del siglo algunos interrogantes que hacen tartamudear a las disciplinas tradicionales y a otras no tan tradicionales. Se trata de la emergencia de algunos saberes que están buscando un lugar bajo el sol. Estos movimientos intentan hacer visible el fenómeno de lo corporal en el campo del conocimiento. Para los “corpo”, que trabajamos con o a través del cuerpo e intentamos descubrir la malla de sus conexiones, será necesario sumergirnos en un pensamiento corporal complejo, con la intención de desentrañar los enigmas de un corporal huidizo e insondable por los recursos de ninguna disciplina, de ningún método aislado. Lo que se interroga son las certezas, las generalizaciones, las clasificaciones, las verdades eternas y la neutralidad de quienes las enuncian. La subjetividad, la sensibilidad, lo emocional, el pensamiento, la inteligencia, el inconsciente, lo involuntario, la corporeidad, ya no pueden pensarse como compartimentos del cerebro o de la mente, sino como producciones de un ser encarnado que busca su estar siendo en el mundo.

¿Hacia dónde se dirige el crecimiento del cerebro humano? ¿Plasticidad para qué?
El cerebro, en su historia filogenética ha dado pruebas de plasticidad. En la forma como hoy lo conocemos, las formaciones primitivas persisten e interactúan con estructuras nuevas muy diferenciadas. El cerebro es una estructura abierta que se ha desarrollado durante millones de años y que aún continúa modificándose. Esta plasticidad interroga los misterios de los próximos milenios. ¿Hacia dónde se orientará el cerebro del humano? La evolución privilegió la supervivencia del organismo en la dirección de una mayor percepción de la realidad exterior y de un ajuste de las respuestas motoras.
Numerosos exploradores se han lanzado a descubrir los posibles destinos y parecen acordar en algunos recorridos de la ruta. Algunos se sienten atraídos por las zonas más nuevas y actuales de la corteza (neocórtex), pero otros merodean por regiones menos conocidas, más primitivas y cercanas a nuestras primeras caminatas por el mundo.

Cuerpo, cerebro, mente. ¿Divergencias y/o convergencias?

I. 
Sigo a Oliver Sack en este brochazo sobre ciertos hitos en la investigación del pensamiento neurológico, en el intento de dilucidar algunas relaciones entre el cuerpo, la mente y el cerebro. En su prólogo a “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero” revisa algunos hitos en el desarrollo del pensamiento neurológico. Considera que el estudio científico de la relación entre el cerebro y la mente comenzó en 1861, cuando Broca descubrió en Francia que las dificultades en el uso significativo del habla, la afasia, seguían inevitablemente a una lesión de una porción determinada del hemisferio izquierdo del cerebro. Esto abrió el camino a la neurología cerebral y permitió, tras varias décadas, “mapear” el cerebro humano. Mapear en el sentido de adscribir facultades especificas (lingüísticas, perceptivas, intelectuales, etc.) a centros específicos del cerebro. A finales del siglo, en el libro “Afasia”, Freud, considera que este mapa simplifica el fenómeno mental y descubre que estas funciones tienen una estructura interna y una base fisiológica compleja. Concibe así el concepto de “agnosia” para nombrar a ciertos trastornos de la percepción y el reconocimiento y opina que para comprender la afasia sería necesaria una nueva ciencia más compleja.

II.
 En el mismo prólogo, Sack apunta que esta ciencia del cerebro/mente que vislumbró Freud, se desarrolló en Rusia, durante la década del 30, con el nombre de Psiconeurología y destaca a A. R. Luria como uno de los representantes más notables. Su obra, de valor revolucionario para la neurología, llegó bastante más tarde a Occidente. Su libro “Funciones corticales superiores” mostraba un pensamiento sistemático sobre sus investigaciones, todas ellas referidas al hemisferio izquierdo del hombre. Otro de sus libros, “El hombre con un mundo destrozado”, traerá el aporte a una nueva narrativa, a un nuevo modo de pensar el padecimiento, aunque todavía sin salirse de los límites de la neurología clásica. El libro es un historial que permite seguir la evolución de una lesión, en el hemisferio izquierdo de un hombre, que tenía el cerebro derecho intacto. Sus trabajos constituyeron un sostén para los estudiosos de la inteligencia emocional (también llamada por algunos autores “de la elasticidad del ego”), en particular en lo que atañe a la corteza prefrontal como clave del control de las emociones y del dominio de sí. Ya había observado en sus experimentaciones que los pacientes con daños en esa zona estaban sometidos a la irrupción de su miedo y al arrebato de su ira.

III.
 Sack continúa este itinerario con su propio aporte a la profundización en el estudio del hemisferio derecho. Este hemisferio no tenía el mismo interés que el izquierdo para la investigación de esa época, dado que sus síndromes eran menos claros. Se lo consideraba de modo despectivo como un hemisferio menor, más primitivo que el izquierdo, menos complejo y especializado. El hemisferio derecho es el que controla las facultades de reconocimiento de la realidad, necesario para la sobrevivencia. Frente a los síndromes del hemisferio izquierdo al que se considera como una computadora dotada de programas y esquemas, los síndromes de hemisferio derecho son difíciles de imaginar y, según el autor, quizás exijan una nueva neurología. Con la investigación del hemisferio derecho se abren otro tipo de problemáticas, no vinculadas sólo al déficit, como en la Neurología clásica, sino orientadas a captar fenómenos singulares, únicos, sobre algunos mecanismos “olvidados” de la memoria y de la imaginación, o sobre los “arrebatos” y “excesos” de la conducta que la Neurología desconocía. La neurología clásica se interesaba más por los esquemas que por la realidad y las afecciones en el hemisferio izquierdo resultaban más fáciles de describir y sus efectos en las personas más simples de imaginar. En la neurología del hemisferio derecho las dificultades radican en que este tipo de pacientes no perciben sus propios problemas y es difícil imaginar el estado interior en el que están sumidos. Se necesitará otro modo de hacer neurología y una nueva manera de narrar los padecimientos para transmitir la singularidad de las afectaciones. Pero, sobretodo, una nueva raza de neurólogos que atraviesen la dificultad para un científico de inscribir su trabajo en una ciencia de lo singular (como lo impulsaba Barthes) a la que los obliga la investigación de este hemisferio enigmático. “Neurología de la acción”, “Neurología de la vida”, “Neurología del encuentro”, son algunas de las denominaciones que Sack da a esta nueva Neurología.

IV
. Siguiendo a Antonio Damasio, se delinean nuevos pasos en este recorrido. Haré una síntesis de sus principales ideas, las considero de valor para reflexionar sobre las bases neurales de nuestra actividad profesional. En la escena donde la pareja cerebro mente tenía sus encuentros y desencuentros, aparece un nuevo personaje: el cuerpo “propiamente tal”. Varias son las herramientas conceptuales que este investigador proporciona: 1. La distinción entre cerebro corpóreo y cerebro mental. El estado cambiante del cuerpo afecta al sistema nervioso en distintos sitios; se suceden cambios locales y globales que se verifican tanto en el cerebro como en el cuerpo. 2. Cuando se conceptualiza a cuerpo y cerebro como estructural y funcionalmente separados, se favorece una acción aislada del cerebro y cuerpo, pero cuando vemos, oímos, palpamos, gustamos u olemos participan el cerebro y el cuerpo. Para percibir el entorno, primero se lo debe sentir. Percibir es tanto actuar sobre el entorno como recibir sus señales. Sentimiento del cuerpo. “Sentimos” que estamos viendo con nuestros ojos y no con nuestra frente. 3. La mente se ha mudado del etéreo y misterioso lugar que ocupaba en el siglo diecisiete, hasta su lugar actual de residencia cerca del cerebro, vecindario digno pero menos sublime. Si bien el cerebro evolucionó para asegurar la supervivencia del cuerpo, cuando aparecieron los cerebros mentalizados comenzaron a mentalizar el cuerpo. 4. Para asegurar la supervivencia del cuerpo, la naturaleza tropezó con una solución eficiente: representar el mundo externo en términos de las modificaciones que éste causa en el cuerpo. Representaciones (de estados de regulación bioquímica, de las vísceras, incluyendo la masa muscular y la piel, de la estructura músculo esquelética y su movimiento potencial) que están distribuidas en diferentes zonas del cerebro, coordinadas por conexiones neuronales, teniendo la representación de la piel (frontera corporal: interfaz hacia el interior del organismo y hacia el entorno), y de la estructura músculo esquelética un papel importante en esa coordinación. 5. Su hipótesis es que el mapa dinámico global del organismo, el esquema corporal, estaría distribuido en varias zonas del cerebro. En el tallo cerebral y en el hipotálamo (actividad neural mínima) se daría una representación burda del funcionamiento corporal y habría un conjunto de mapas dinámicos del tipo somato-motor. Sin este dispositivo no seríamos capaces de localizar dolores o incomodidades, tampoco detectar la pesadez de las piernas después de permanecer mucho tiempo de pie, o ciertas fatigas generalizadas. 6. En organismos simples, además de un precursor del sentido de los límites o piel, existen precursores de los sentidos especializados (fotosensibilidad, respuesta del cuerpo entero a la vibración).. En el proceso evolutivo a medida que se desarrollaron los sentidos, la consciencia del estado global del cuerpo, las imágenes del estado corporal, fueron quedando en el trasfondo, pero prontas a saltar al escenario. Sin duda, a pesar de que estas imágenes fueron indispensables para este proceso, el funcionamiento mental habitual de una persona está dominado por imágenes no corporales. 7. Las representaciones primordiales del cuerpo propiamente tal en acción ofrecerían un marco témporo-espacial, una métrica sobre la cual otras representaciones pudieran basarse (tridimensionalidad/anatomía). Sucesivos estados del organismo y sus múltiples mapas actualizados neuralmente cada vez e interconectados, servirían como anclajes del self. El estado de self como la sensación de que es a uno a quien le pasa algo. Parte importante de este estado self es: a) la reactivación interminable de imágenes actualizadas acerca de nuestra identidad (la combinación de recuerdos del pasado con la memoria de futuros posibles: representaciones disposicionales), b) concepto básico de self : lo que nos sucede ahora, está sucediendo a un concepto de self basado en el pasado, emplazados en este momento (y captados un instante después: el presente no está nunca aquí), en la actividad de múltiples regiones cerebrales. 8. la subjetividad emerge en una imagen del organismo en el acto de percibir y responder ante un objeto. El dispositivo neural mínimo para producir subjetividad sería: capas corticales primarias sensoriales, regiones asociativas y motoras corticales sensoriales y núcleos subcorticales (especialmente ganglios de base y tálamo). 9. El metaself es no verbal: una narración no verbal de lo que va sucediendo. La narración puede realizarse sin lenguaje, como la narración que haría un animal. Los humanos tienen a su alcance capacidades narrativas de segundo orden, suministradas por el lenguaje: pueden engendrar relatos verbales sobre la base de narraciones no verbales. La refinada forma de nuestra subjetividad surge de este último proceso. El lenguaje no es origen del self pero sí origen del Yo.

V. Sack y Damasio construyen dispositivos para novedosas lecturas del cerebro y de la mente. Del mismo modo, en Psiquiatría y Psicología, los aportes de Enrique Pichón Rivière y José Bleger, médicos, psiquiatras y psicoanalistas argentinos, permiten algunas lecturas sobre el tema de las interconexiones. Tanto el libro de Pichón: “La Psiquiatría una nueva problemática” como el libro de Bleger: “Psicología de la conducta” brindan un conjunto de esquemas, de dispositivos analizadores, para comprender el comportamiento humano, iluminando las relaciones entre el cerebro, la mente y el cuerpo, desde otras perspectivas. No me extenderé demasiado sobre el tema, dado que considero que estos conocimientos tienen bastante difusión en nuestro medio, pero igualmente señalaré algunos conceptos de interés para lo que vengo desarrollando.

1. Al concepto de esquema corporal de Paul Schilder (representación tridimensional de nuestro cuerpo), Pichón le añade la dimensión temporal, que permite abordar lo rítmico en la producción del esquema y en la comprensión de la conducta. Describe 3 áreas de predominio de la expresión de la conducta: área 1, de las representaciones mentales; área 2, de las representaciones corporales; área 3, de las representaciones sociales, sucesivas, simultaneas o alternantes, coincidentes o contradictorias. Esta forma no debe hacer perder de vista que nada de lo que sucede en un área, deja de ser vivido por la totalidad de la persona. De las 3 áreas, el área 2, el cuerpo, es la más borrada para el Yo y sus objetos (objetos como los considera el Psicoanálisis) allí proyectados son menos reconocidos. Esta separación entre cuerpo y mente (primitivo mecanismo de defensa), no se da en el niño que concibe su mente y su cuerpo como una unidad. En la integración progresiva posnatal de su esquema corporal, estas integraciones se hacen alrededor de un eje estructurado prenatal, que denomina protoesquema corporal (desde mi punto de vista, asimilable a la representación disposicional de Damasio) donde estaría la “marca de lo vincular”, integrado por estímulos propioceptivos, interoceptivos, etc. originados durante la vida intrauterina. Esta será la base de la estructuración progresiva del esquema corporal, de sus alteraciones de espacio y tiempo y de la elección de las áreas de expresión de los conflictos. La expresión en el área 2: cuerpo, de acuerdo a la técnica de control utilizada, tomaría la forma de hipocondría, histeria de conversión o enfermedad psicosomática (como suele llamársela), estableciéndose dicho control respectivamente, a través de la mente, del sistema nervioso central (con expresión en el territorio muscular y sensorial) y del sistema neurovegetativo (con expresión en el campo visceral. Pichón propone la designación esquema del self para un esquema conceptual, referencial y operativo que incluye las tres dimensiones: mente, cuerpo y mundo exterior y los vínculos en el espacio y en el tiempo.

2. Bleger, uno de los fundadores de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, retoma varios de los conceptos de Pichón y añade los propios. De este modo, en sus textos de alrededor de la década del 60, llega a algunas conclusiones interesantes para seguir avanzando en la comprensión de las conexiones entre cerebro, mente y cuerpo. Con la denominación de Nivel de integración de la conducta, considera un esquema de abordaje para la conducta desde diferentes disciplinas: tanto desde la biología como desde la química, la física, la sociología, la antropología, la filosofía. La psicología estudiaría la conducta en todas las áreas de manifestación y lo mismo cabría decir de otras ciencias. A cada ciencia le corresponde un nivel de integración distinto del mismo fenómeno y en lo referente a la conducta, puede abarcar todas las áreas: ninguna le es privativa, ninguna le es excluyente. Un ejemplo: el movimiento muscular puede ser estudiado por la física (como el movimiento de cualquier objeto), por la neurología (corteza motriz, sistema nervioso central y autónomo y sus distintas estaciones), por la sociología (el movimiento muscular como una pauta de convivencia), por la psicología (conducta muscular como rasgo de la personalidad). De tal modo, que la conducta en cualquier ámbito que se manifieste es al mismo tiempo conducta físico-química, neural, psicológica, social. Visto desde la evolución, todos los fenómenos que sabemos coexistentes, han sido sucesivamente predominantes en alguna etapa del desarrollo (Encuadre evolutivo). Toda conducta (todo síntoma) es al mismo tiempo orgánica y psicológica. No puede dejar de ser las dos cosas al mismo tiempo, porque todo lo que se manifiesta en el hombre no puede dejar de ser psicológico y porque este nivel de integración no puede darse sin los precedentes. Cualquier fragmentación daría lugar a un “ismo”: psicologismo, biologismo, sociologismo.

VI. Las metodologías corporales revelan intereses de la investigación actual: hemisferio derecho/hemisferio izquierdo, cortical/subcortical. Como habíamos visto en O. Sack, se recortan una serie de investigaciones en torno al hemisferio cerebral derecho, en un camino hacia el entrenamiento de una emoción inteligente, “cerebral”, hacia el dominio del tono y de la expresión, de los hábitos, de los estereotipos y de la adquisición de recursos para removerlos y transformarlos en conductas creativas. Sin embargo, desde allí parecen abrirse caminos hacia la conquista de otras dimensiones más oscuras del comportamiento, más desconocidas, menos controladas: el mundo de lo subterráneo, de lo imperceptible, de lo reflejo, lo subcortical, con la intención de movilizar duendes inquietos que cambien el destino de la sensibilidad. Lo subcortical promete una conducta menos dependiente de la representación mental, más rápida, movida por una sensibilidad de menor “control”. Un hito para espacializar estas interconexiones entre mente, cerebro y cuerpo lo establece Ashley Montagu con sus trabajos sobre el sentido del tacto y las funciones de la piel, que datan de mediados de este siglo aproximadamente. Sus observaciones son concluyentes respecto de la supervivencia de niños deprivados de estímulos básicos de tacto y contacto Los estudios sobre el sentido del tacto destacan la importancia, en el desarrollo evolutivo, de los contactos iniciales, de las primeras improntas, del diálogo tónico mamá-bebé y valoran el papel de las caricias, de los estímulos sensoriales, en el afinarse de los receptores corporales (sensibilidad superficial y profunda), en la motricidad, en la inteligencia, en el psiquismo. La autoestima, el sentimiento del cuerpo y de sus límites, la conciencia de sí, la identidad, el esquema y la imagen corporal, el tono, se van produciendo a través de la producción de marcas en la piel, que activan otras marcas de una memoria epidérmica, de una “representación disposicional”. Varios investigadores en biología, técnicas corporales, filosofía, psicoanálisis, etología, toman este eje, en sus múltiples “niveles de integración”: Anzieu (yo piel), G. Alexander (tono), Wallon (diálogo tónico), Bowlby (teoría del apego), Deleuze (pliegue).

VII.
 Me interesaría resaltar tres conceptos, que si bien son propios de algunas disciplinas específicas, también son indicadores de las complejas relaciones entre cerebro, mente y cuerpo y de los niveles de integración de los que hablaba Bleger:

1) El concepto de tono utilizado por la Eutonía de G. Alexander: “estado del músculo en reposo aparente”, está indicando que el músculo está siempre en actividad, aun cuando ésta no se traduzca en desplazamientos ni en gestos, sino en una manifestación postural. El concepto de tono se extiende al tono psíquico y al tono emocional, al tono en la música o en la pintura, etc. Este concepto que se despliega en la Eutonía, indica que es factible lograr una regulación del tono, mediante el desarrollo de la sensibilidad superficial y profunda, a través de una acción consciente que incidirá sobre los sistemas normalmente involuntarios que regulan el tono y el equilibrio neurovegetativo. Investigaciones realizadas en la mitad de este siglo resaltan el papel de la formación reticular (sustancia reticular que configura un área de sustancia gris en la medula cervical y parte superior de la medula torácica, así como en el tronco encefálico y el tálamo), que cumple funciones importantes en la activación de la corteza cerebral y en la regulación del tono de los músculos posturales mediante impulsos que se originan en receptores para el dolor, temperatura, tacto y presión en todo el cuerpo. Es decir: a través del tono se estarían movilizando conductas en todos los niveles: una acción consciente: dominio del tono (mente/cerebro), una acción en el metabolismo, la circulación, la respiración (neurovegetativo-involuntario), una acción en los patrones posturales, de las emociones y de su expresión (inconsciente), una acción sobre la motricidad (cuerpo en movimiento), modificaciones en el entorno, las relaciones con los otros (psicosocial, social).

2) El concepto de energía, según lo toman las distintas corrientes terapéuticas derivadas del pensamiento de Reich y su aplicación en la clínica: una energía (libido y energía biológica), ligada al metabolismo, al aura, al fluido vital, a la función del orgasmo/corriente vegetativa bioeléctrica correspondiente al ritmo biológico profundo en el hombre. Las disfunciones del orgasmo estarían ligadas a un desequilibrio entre los sistemas simpático y parasimpático, al igual que la distonía para Gerda Alexander y se manifiestan como síntomas tanto del organismo como del carácter, cuyo equilibrio es necesario restablecer a través de una acción terapéutica sistemática. De este modo Reich abre el camino a la investigación de la expresión total de la persona y no solamente a su expresión verbal. Concibe así una terapia para actuar sobre la armadura o coraza caracterológica (cuerpo propiamente tal/ tensiones musculares crónicas que congelan la expresión espontanea), a partir de la lectura del cuerpo y conducida hacia la liberación de la emoción que no pudo expresarse y que restringe la circulación energética en la persona y una acción transformadora sobre su medio.

3) El concepto de resonancia utilizado en física, en psicología, en música. El psiquiatra y psicoanalista inglés Foulkes lo introduce en su metodología del Grupo Análisis para señalar el fenómeno que se produce en los grupos cuando cada persona escoge de la “pileta común” aquello que es relevante para sí mismo, respondiendo de acuerdo con su disposición (“representación disposicional”), como reacción inconsciente, en la clave en la que armoniza. Lo que ocurre en el grupo estimula las propias reacciones (resonancias) de la persona, excitadas y activadas (niveles neurales de la conducta) por el material grupal. Ejemplo de comunicación sin mensaje enviado o recibido, como un hecho instintivo (a-representativo). Proceso casi automático (sistemas autónomos) en el que lo desconocido (inconsciente) para cada uno adquiere significación resonando. Hernán Kesselman, psiquiatra y psicoanalista argentino utiliza este concepto en su método de Covisión (modo de supervisión con la Multiplicación Dramática, forma del Psicodrama), como disposición de las personas en un grupo para responder con escenas propias (resonantes) a otras escenas conflictivas (o a pequeños elementos, emociones que están ocultas, objetos de la escena) presentadas por sus compañeros de grupo. Resonar para esta corriente se inscribe en un proceso diferente al de razonar, interpretar, comprender. Los cuerpos capaces de resonar y producir resonancias en los otros deberán atravesar por una gama amplia de su ser sensible, sin “racismos” (es decir, sin dejar afuera manifestaciones vitales consideradas a veces poco ortodoxas). Las resonancias se van produciendo a través de un proceso de descentramiento, que va deformando la “novela” personal para obtener respuestas más metafóricas, menos metonímicas. Es decir, introduciendo acciones tendientes al estado de la resonabilidad se busca desarrollar lo vibrátil del cuerpo, se estimulan los contagios emocionales, las acciones rítmicas, lúdicas, de “nuevas conexiones”, produciendo conductas menos estereotipadas, más libres en la comprensión de los conflictos y disponibles al pensamiento en escenas. Un conjunto de comportamientos en todos los niveles de integración. Desde lo subcortical: niveles moleculares, a lo cortical: niveles molares de la conducta. Desde la producción de inconsciente (acciones por contagio, por intensidades, más que por contenidos) a la producción de conciencia (conocimiento “por despliegue” de resonancias de las personas en el grupo).

Cartografia de las intrincadas conexiones entre el cerebro, la mente y el cuerpo
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