El grupo terapéutico intensivo periódico (Grupo Mensual)

(en Manual de Psicoterapia de Grupo Analítico-Vincular © A.Avila. Madrid, Quipú Ediciones, 1993)

Después de la decisiva contribución de Bion para una aproximación psicoanalítica al grupo terapéutico, se ha venido discutiendo sobre la validez y el rango de la psicoterapia psicoanalítica grupal. Los tópicos más comunes -que es menos profunda, que es un suplemento o “adorno” de la individual, que es para “casos especiales”, que redondea y completa el análisis individual una vez terminado éste, etc.- han ido desfilando paulatinamente ante los grupalistas, que han ido ocupando en las asociaciones psicoanalíticas un lugar cada vez más secundario, hasta el punto de atravesar etapas de “hacer grupos” casi clandestinamente, ante la mirada severa de la postura oficial, claramente a favor del psicoanálisis clásico individual. Pese al desánimo de algunos, otros siguieron y creemos adivinar la razón que les impulsó a seguir en ese marco hostil. No debe ser muy diferente a lo que uno de nosotros denominaba “verdad grupal” Verdad inherente a las evidencias de la calidad del trabajo de grupo que puede alcanzarse solamente en la medida que hay otros-en-relación y que inmiscuye y conmueve a todo el grupo, terapeutas incluidos. En dos trabajos anteriores hemos intentado describir esas situaciones en el seno de una psicoterapia psicoanalítica de grupo.

Aunque se ha avanzado en lo que se refiere a la epistemología de lo grupal, aún nos falta mucho. Conceptos como identificación con el líder, supuesto básico, mentalidad grupal, tarea, emergente grupal, chivo emisario, consonancia, resonancia y disonancia, intertransferencia (para el equipo terapéutico), contratransferencia (para los integrantes), y un amplio etcétera, se han ido agregando -a veces caóticamente- a los conceptos clásicos aportados por el corpus teórico y técnico psicoanalítico.

Asimismo se ha avanzado en la estructuración de un marco idóneo para el tratamiento, en sus características formales y en los mecanismos de composición y selección del grupo terapéutico. Es precisamente a algunos de estos items a los que nos referiremos a continuación, en lo que pretende ser un testimonio de 15 años de experiencia en psicoterapia grupal psicoanalítica.

La modalidad de grupo que presentamos a continuación es una de entre las que ha ido discurriendo nuestra práctica profesional, siempre con una intención emblemática, progresivamente asumida, que podríamos formularla como sigue: La dicotomía entre tratamiento psicoanalítico individual y de grupo no es sino una división espuria, falsa, y reveladora de los efectos que produce la inserción de un marco nuevo en formas tradicionales de intervención clínica.

Los primeros psicoanalistas de grupo se encontraron con una realidad cuyo sentido desbordaba con mucho los conceptos con que podían manipularla y reflejarla. El grupo producía un sin fin de signos para los que no se poseía el adecuado marco conceptual. Ello, además, contrastaba con las vivencias de los terapeutas en las sesiones -pensemos, por ejemplo, en Foulkes- que tenía la prístina certeza de que allí ocurría algo importante. Lo que acontecía en un grupo pasaba casi sin solución de continuidad a un acervo inconsciente grupal, a una especie de universo simbólico del que surgía con insistencia periódica y fuerza incontenible, a nada que se provocara su presencia. Y generalmente era incomprendido.

Bion fue el primero en tratar de estructurar ese material sumamente emocional que se oponía al objetivo del grupo, que no era otro que el trabajo serio, racional y organizado. Así ofreció el primer marco conceptual para tratar de explicitar el acontecer grupal. No lo llevó a cabo sin oposición, pues al parecer contó con la reprobación de su analista didacta, que no era otra que M. Klein, quien le recomendó abandonar los grupos. Y lo hizo. Pero su esfuerzo nos ha sido legado. Tras Bion, han sido muchos los que han seguido ese camino: Foulkes, Eznel, Slavson, los psicodramatistas latinoamericanos y franceses, Anzieu, Käes, Pines, los posteriores grupoanalistas, etc. Nuestra aportación consistió en ofrecer nuevos marcos formales que eliminen la división individuo/grupo. Y no sólo que la eliminara sino que también hiciera necesarios los dos ámbitos clínicos. De este interrogante surge lo que hemos pasado a denominar el “grupo mensual”, el cual describimos entonces por vez primera. Ahora volveremos a referirnos a él tras más de cinco años mas de experiencia en esa modalidad de tratamiento derivada del cruce entre los grupos terapéuticos periódicos al uso, y los grupos intensivos no periódicos, como el “Laboratorio Social”.

Los modelos son cosa muy importante en Psicología y en Psicoterapia. Como afirmaba Lacan, no es que quieran decir nada, pero nuestra debilidad biológica los necesita. A veces ocurre que un nuevo modelo permite ver las cosas que ya estaban ahí de una forma más clara, como si se hubieran enfocado mejor. Esto es lo que nos ocurrió con la introducción en la clínica del Grupo Mensual. Las dificultades del tratamiento individual versus grupal quedaron de pronto muy desplazadas. Con el retoque del marco formal, fundamentalmente en lo que se refiere a la composición del grupo, a la duración de la sesión y a su ritmo, nos encontramos con un modelo nuevo de psicoterapia grupal, que no se oponía, sino todo lo contrario, a la denominada psicoterapia psicoanalítica “pura” o convencional.

Es cierto que para algunas personas que no estaban disponibles para el encuadre tradicional de la psicoterapia de grupo periódica (por cuestiones prácticas tales como horarios, etc.) aparecía como una opción aceptable, pero ahora no estaríamos de acuerdo en afirmar que el eje terapéutico sea exclusivamente las sesiones individuales. En estos últimos años hemos podido comprobar repetidamente cómo la sesión del grupo mensual queda perfectamente acoplada en el proceso de tratamiento, orientada a los mismos objetivos, y cómo los pacientes mismos sienten que es un lugar importante en su trayectoria terapéutica. Por otra parte las restricciones que derivan de la selección de integrantes son menos categóricas que en los grupos periódicos de una o dos sesiones semanales.

Se trata de una modalidad de grupo para 12 a 16 integrantes, que se reúnen una vez al mes dentro de su proceso terapéutico regular, durante 3 horas y media (máximo 4 horas), con 2 ó 3 terapeutas (siempre de sexo diferente) y ocasionalmente con un observador. La importancia de la coterapia, y las implicaciones de la fórmula de ser tres los terapeutas ha sido ya enunciada en otros trabajos (véase Alonso y otros, 1988), por lo que en este momento sólo resaltaremos que nuestra experiencia de seis años conduciendo esta modalidad de grupo corrobora la idoneidad de ser tres los terapeutas. Nuestra experiencia concreta se remite a haber utilizado recurrentemente la fórmula de dos terapeutas varones y una mujer, con grupos en los que prácticamente siempre hay un ligero predominio femenino en los integrantes. Otras implicaciones técnicas de aspectos del encuadre descrito están siendo investigadas en este momento, y verán la luz en próximos trabajos.

En el trabajo antes citado hacíamos especial hincapié en un concepto, a todas luces fundamental en psicoterapia de grupo: EL RITMO. El ritmo del grupo es una labor de conducción, una tarea del equipo terapéutico. Tenemos que señalar, interpretar, permitir la libre discusión flotante, garantizar la regla de la abstinencia, cosas ya conocidas, y además… mantener el ritmo. En el grupo mensual comprobamos constantemente como ese ritmo encuentra las condiciones más favorables para su sostenimiento. En este sentido, el grupo terapéutico más clásico, el semanal, produce, casi siempre una sensación de forzamiento, tanto en los integrantes como en el equipo terapéutico.

La otra variable fundamental que acoge esta modalidad de grupo es EL TIEMPO. Repetiremos algunas afirmaciones, por considerarlas perfectamente vigentes: “Hay que insistir, nunca se hace suficientemente, que el tiempo en Psicoanálisis (individual o grupal) es una función que sólo de pasada se corresponde con el “tiempo cronológico real”. El tiempo es aquí algo singular, un tiempo lógico de cada individuo, propio de cada uno. Nunca un encuadre temporal formal en psicoterapia debe pretender abarcar ese tiempo privado. Como mucho, debe posibilitar la inserción de cada miembro” .

El grupo mensual encaja de una forma más o menos regular entre esos dos tiempos. Es lo suficientemente amplio -al menos 3 horas y media- para respetar el tiempo lógico de cada uno y a la vez implica otro espacio (las sesiones individuales) donde se recoge lo que por diferentes motivos no se elaboró en el grupo, y que a su vez vuelve al espacio grupal. No se trata pues de dar “tiempo real” para que todos puedan intervenir, sino de contar con un “tiempo lógico” para que el proceso de movilización y elaboración grupal pueda efectuarse.

Esta dialéctica individuo/grupo no pretende privilegiar ninguna situación. Si los integrantes lo hacen, nosotros nos limitaremos a ejercer nuestra función específica de psicoterapeutas psicoanalíticos, es decir, interpretarlo. Conviene recordar que salvo excepciones que la realidad de la práctica clínica impone, los integrantes del grupo están desarrollando a su vez psicoterapia individual, siendo el terapeuta individual uno de los terapeutas del grupo. Esta circunstancia -la simultaneidad con la psicoterapia individual- que nosotros consideramos condición y no resultante inevitable, plantea algunas dificultades a la hora deslindar los complejos planos del trabajo de la transferencia en la situación de grupo. Uno de los elementos de corrección de la mezcla de planos es la puntuación, señalamiento y eventualmente interpretación de la transferencia de un integrante hacia su terapeuta individual, a cargo de los otros terapeutas del grupo. También está abierta la posibilidad de inclusión de “pacientes derivados” sin la presencia en el grupo de su terapeuta individual. Pero una consideración más detenida de estos fenómenos queda para ulteriores trabajos.

Nada obstaculiza que en estos grupos el eje de manifestación se reduzca a lo verbal. El bagaje técnico que aporta el psicodrama desde una lectura y utilización psicoanalítica, está a disposición de los terapeutas, que pueden utilizarlo a discreción. Sin embargo nuestra experiencia ha constatado reiteradamente que la riqueza de la producción verbal y sus correlatos no verbales observables directamente por los terapeutas a través del lenguaje del cuerpo en la escena grupal, deja en un segundo plano la utilización de recursos dramáticos, probablemente porque el vector de movilización que se deriva de la duración temporal del grupo mensual (210´, una vez al mes durante 11 meses al año) basta para que la “escena” se dé en el grupo. Probablemente un grupo terapéutico semanal de 90′ requiere de técnicas más activas para inducir movilización y disponer de las propiedades descriptivas y demostrativas de las escenas, y en otro plano, los grupos intensivos del tipo de los “laboratorios” requieren de nuevo del trabajo de escenas para articular el lugar del pensamiento y de la acción a través de la experiencia grupal. En el grupo mensual los integrantes ponen al descubierto sus ansiedades básicas hablando de ellas, pero no se ven forzados a actuarlas. Aunque esto implica un riesgo de defensividad, pasa a primer plano el grupo interno de cada uno y se relega al “fondo” la dinámica grupal.

Volviendo a la cuestión del Ritmo, es interesante resaltar cómo los niveles de movilización y elaboración logrados en un ciclo anual de grupos mensuales se mantiene a través de los integrantes y sus procesos terapéuticos para su recuperación en un nuevo ciclo anual de grupos mensuales, aunque todos o parte de los miembros del grupo hayan cambiado. La diversidad de la composición grupal y su incidencia en la producción de situaciones grupales nos ha llevado a procurar variar de ciclo a ciclo la composición de los grupos. Ello no altera una de las características de esta modalidad de grupo: No se pierde el warming grupal logrado en sesiones anteriores, entrándose en “tarea” sin apenas dificultad, facilitando niveles de empatía y tolerancia intra-grupal que lleva al grupo como conjunto a experienciar emociones intensas (felices o penosas).

El grupo terapéutico intensivo periódico (Grupo Mensual)
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