Recetas para cuerpos en crisis

Sea cauto. No actúe como el borrego que hoy por hoy es un animal sospechado, pues carga pesos sin preguntar de quien son ni de donde vienen. Si usted notara sobre su cuerpo un peso mayor al acostumbrado, ya mismo le convendría ir soltándolo. (Ver: Nietzsche en “Así habló Zaratustra”.) Poco a poco, no se apresure, porque corre el riesgo de perder el peso súbitamente y no es bueno en estos tiempos andar por los aires, sino ya se lo hubiera aconsejado.

Dado que se reportan casos en los que el devenir humano y animal está resultando peligroso, se recomienda un “devenir canto rodado”. (Ver: Deleuze y Guattari en “Mil Mesetas.”):
Ejercicio:
Súbase a lo alto de una escalera, reduzca las puntas de su cuerpo, limítese, redondéese, pliéguese, apelotónese, cántese y déjese caer suavemente.

También será posible un “devenir lechuga no fumigada”. No le propongo hacerla nacer, porque ya no hay tiempo para los detalles de la gestación; el mundo camina muy rápido.
Ejercicio:
Agénciese una lechuga en una verdulería de confianza y hágasela “probar” al verdulero antes de llevarla. (Ver: García Márquez en “El amor en los tiempos del cólera.”) Sienta la alegría del encuentro. Note el peso de la planta. Aprenda cómo la planta “pesa” sobre las manos sin hacer esfuerzo para resultar pesada. (Ver: Herrigel en “El Zen en el tiro al arco”.) Experimente el verdor versátil y la textura de cada hoja. Sutilice el espíritu con el fresco aroma del campo que aún perdura. Dele a las hojas un uso creativo afín a su alma sensible: acariciar el rostro y otras zonas del cuerpo, abanicar las humedades, hacer un ikebana.

Otro tema delicado: ¿Usted sabe en que región del planeta tiene puestos los pies? Son pocas los lugares del mundo que están a salvo. Asesórese. Lea tres días seguidos los diarios y aquél lugar que no se nombre durante el período considerado, será el correcto. Si no logra dar con ninguno, espere que pasen las inundaciones y rumbee para la estancia.

Tres recetas para síntomas de ataques planetarios por vía aérea (epidérmica y nasofaríngea): sensación de opresión por detrás del esternón, sensación de falta de aire, respiración rápida y aumento de la frecuencia cardiaca, fiebre alta, sudoración, delirios.

Receta 1:
Un trabajo que desarrolle la conciencia corporal permitiría que la piel y el resto de los sentidos puedan ser controlados de modo voluntario, inhibiendo los receptores propioceptivos y exteroceptivos y la acción kinésica. Mediante un trabajo que oriente la atención a estímulos extraños (timbre de la puerta en horario no acostumbrado, sonido de un teléfono que no suelte sonar, melodías exóticas que se trasmitan por la radio sin previo aviso) usted puede bloquear cualquier interferencia a su sistema inmunológico. Vuelva a “conectar” cuando pase el peligro. Practíquese varias veces al día en habitación sin ventanas ni puertas. (Ver: Leibniz en “Monadología.”) Salga de allí cuando tenga un cuerpo nuevamente.

Receta 2:
No respire cualquier cosa, sea selectivo y menos aquellas cosas que se presumen esporádicas. Piense también en la polución y en los cientos de microbios que invaden el aire, afectando su manera de pensar y de vivir. Para más seguridad: no respire. Haga como las ballenas que respiran de vez en cuando. Esto no requiere ningún arte, con sólo sumergirse y perdurar, bastará.

Receta 3:
Como solución integral al conjunto de síntomas, se aconseja un masaje de los pies a fin de estimular una acción sobre el sistema parasimpático.
Adquiera en un negocio especializado uno de esos dibujos de los pies donde se localizan las distintas zonas del cuerpo y vea por dónde andan el esternón, los bronquios, el corazón y los centros reguladores corticales y subcorticales. Con un toque suave, pero firme, demórese en las yemas de los dedos, en el arco y en el borde externo de cada pie (tres veces por día). Si tiene hállux valgus quizás deba aplicar además unos golpecitos sobre el esternón. Si una voz, desde adentro, pregunta ¿Quién es?, no responda hasta no saber quién habla. Detrás del esternón se esconde el corazón y muchos son los que quiere adueñarse de él.

¿Y los delirios?
Receta: más delirios.

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