Postura corporal, el proceso corrector y el proceso creador

La postura en su etimología es una manera de estar, de relacionarse unas partes del cuerpo con otras, una la manera de estar en el conjunto del cuerpo, ante los ojos de un observador y en relación con alguien que mira ese conjunto (María Moliner).
Desde las pedagogías corporales, la postura es un suceder más que una forma cristalizada e inmutable Un proceso que se construye y destruye permanentemente, soplada por los vientos de la vida, además de la expresión de los vínculos tempranos, de las emociones, de las actitudes familiares -maneras de sostener, de tocar, de hacer contacto, de establecer distancias-.

La manera de estar, lo que se entiende por postura corporal, adquiere múltiples y aleatorias configuraciones y no una configuración única y estable, aún considerando las fijaciones de tono que acarrean los cuerpos, que limitan las variaciones y el número de posibles de estas formas. La postura es una multiplicidad que se esboza como efecto de una tensión productiva entre el tono de base que cada persona trae como marca genética, la historia vincular que hace huella en los músculos, en la piel, en la dirección de los huesos y los efectos que la vida diaria construye y destruye en el transcurrir. En tal sentido, una práctica corporal, debe tener en cuenta esta ecuación postural compleja para evitar simplificaciones reduccionistas.
La producción de estados favorables a la creatividad, desde las pedagogías corporales y la posibilidad de interrogar las bases de la corrección de los llamados vicios posturales, da cuenta de una aproximación a lo postural desde las ideas de la complejidad.

Hay modos de pensar las posturas corporales y la corrección de las posturas, ya instalados en la cultura y que es necesario interrogar. Éstos modos de pensar suponen que las personas han producido en sus vidas motricidades y sensibilidades equivocadas que deben corregir y reemplazar con otras acertadas.
La corrección supone una larga tradición de conductas ortopédicas inspiradas en pedagogías que tienen en su base la idea de “poner recto aquello que está torcido”. La mayoría de los alumnos que emprenden los trabajos corporales vienen imbuidos de estos modos de pensar la corrección, incluso aquellos que buscan en estas pedagogías corporales una manera de observar y experimentar con las posturas. Las propuestas de las metodologías corporales deberían introducir a las personas en una investigación sobre las posturas que interrogue los modelos correctores mecánicos, de repeticiones de ejercicios preestablecidos, que las personas han recibido a lo largo de la vida, a través de sus familias y de las instituciones con las que interactúan.

La conducta ortopédica ha sido desde siempre el ideal de muchos trabajos corporales. Un ideal que implica un maestro omnisciente, que independiente de este discípulo concreto que se le presenta con sus multiplicidades posturales, saque del cajón de su escritorio la hoja correspondiente a “ejercicios para el cuello”, como he visto hacer a numerosos profesionales. Siguiendo con esta idea de ejercicios para el cuello: algunos de esos ejercicios quizás sean contraindicados para esta persona de carne y hueso que está delante nuestro. Algunas personas tendrán que aprender a relajar su cuello, otras a tonificar, otras a flexibilizar, otras a no moverlo con cada gesto, etc.
Modificar esta manera ortopédica de enfocar la conducta es una de las tareas del profesor. Tarea difícil, que a veces el profesor deberá emprender consigo mismo, por tratarse de hábitos de pensamiento que corresponden a matrices tempranas de aprendizaje que envuelven a docentes y alumnos del mismo modo. Por lo tanto, y esta es la mayor dificultad, este tipo de propuestas exige un compromiso con la invención de recursos que supone un maestro y un alumno abiertos, dispuestos a un trabajo artesanal y en la tolerancia de cierta incertidumbre, que las correcciones tradicionales no consideraban como variable interviniente.

Es posible recrear desde pedagogías corporales como la Eutonía, que valoran la vivencia como un vehículo para el conocimiento, otras ideas de la corrección como lo son: promover actitudes lúdicas, experimentales. Más que corregir, proveer repertorios tónicos y posturales, con la intención de descubrir nuevos motores de movimiento, desplegar otras sensibilidades, dar lugar a corporeidades posibles. En ese camino que pueden movilizarse fijaciones tónicas y bloqueos que obstaculizan el mejor desempeño, la mayor efectividad en las acciones concretas. Esto no descarta que además sea necesario contar con ejercitaciones específicas para mejorar la resistencia, fortalecer zonas del cuerpo, agilizar el tono.
Se trataría de cambios en los modos de pensar que ayuden a flexibilizar los binarismos duros (bien/mal, correcto/incorrecto), vinculados a ciertas narrativas ortopédicas, que consideran las patologías como errores de la naturaleza y no como obstáculos que permiten desplegar las conductas creativas.

Afirmar y comprometerse con las ideas de la multiplicidad de “posibles” posturales, interrogar los binarismos duros que nos han formado y deformado desde nuestros más tempranos aprendizajes, no es sólo una cuestión teórica, nos llevaría a observar cómo hemos encarnado los juicios de valor y cómo hemos sido afectados en el potencial creativo. Todo proceso de aprendizaje lleva a remover los obstáculos que impiden que las posturas se desbloqueen y se sigan produciendo creativamente en nosotros. Obstáculos epistemológicos, que derivan de las dificultades del objeto de conocimiento y epistemofílicos, relacionados con las dificultades de las singularidades personales.
Desbloqueos conceptuales y desbloqueos posturales en el camino de nuevas conexiones con uno mismo y con la tarea.

Postura corporal, el proceso corrector y el proceso creador
Deslizar arriba